Читать книгу Stigma - Marta Cruces - Страница 26
ОглавлениеViernes 7 de septiembre
11:20 p.m.
Taeyang
Casa St!gma — Habitación de Jaehee y Taeyang
Los dedos de Jaehee se entrelazan con los suyos y Taeyang lo siente temblar. Atrae al chico contra su cuerpo, dejando que descanse contra su torso al mismo tiempo que lo envuelve en un abrazo. Jaehee se tensa y se remueve unos segundos hasta que termina relajándose y apoyando la cabeza en su hombro, sin apartar la mirada de la televisión.
Puede que sea la quinta vez que ven esa película en lo que va de semana, pero a Taeyang no le importa repetir las veces que sean necesarias. Big Fish nunca falta en sus vidas cuando Jaehee se siente inquieto.
Se respira paz en la habitación, pese a que ninguno de los dos se olvida por completo de la locura desatada afuera. Se consuela pensando que la situación se va calmando poco a poco, por eso es importante que Taeyang siga esforzándose al máximo en el trabajo. Puede ser una simple aparición pública en un café, una sesión de fotos para Central City o una comida con Arem y dos mánager como acompañantes.
Reposa la cabeza sobre la coronilla de Jaehee cuando este se gira para darle un beso en la mejilla. Taeyang contiene el aliento. Parece mentira que lleven años juntos porque aún se le acelera el corazón con algo tan simple. Mira a su novio en la penumbra de la habitación y no le pasa desapercibido que tiene los ojos llorosos de nuevo.
Inclina la cabeza hasta que sus frentes se rozan. El chico mueve la mano para recolocarle una de las patillas de las gafas, pero los dedos permanecen más tiempo del necesario en su piel.
Ese mediodía ha sido Taeyang quien ha propiciado los besos, pero ahora es Jaehee el que ladea el rostro, haciéndole una caricia en la nariz con la propia antes de tomar sus labios con delicadeza. Empieza siendo un roce suave, su lengua le delinea la boca antes de encontrarla con un suspiro de alivio.
El temblor de la mano permanece en los dedos de Jaehee mientras los desliza por su cuello hasta llegar a la nuca, y se vuelve más dubitativo al rozar la piel bajo la suave tela del pijama.
—Tranquilo —susurra Taeyang, aún contra sus labios.
Los nota suaves, pese a estar mordidos y cortados. Le cuesta mantenerse quieto, pero espera. Jaehee suelta una risa baja e inquieta y el otro le aprieta los dedos para hacerle saber que no ocurre nada si interrumpen el beso.
—No hago más que acordarme del día en que nos conocimos —dice Taeyang con calma.
—¿Sí? —pregunta Jaehee mientras juega con el puño de la manga de su pijama.
—Cuando el mánager Cheol nos estaba presentando, no dejabas de observarme y yo no podía devolverte la mirada porque estaba demasiado nervioso. De hecho, casi vomito allí mismo el desayuno que mi madre me había obligado a tomar aquella mañana.
La risa de Jaehee se vuelve más relajada. Seguramente, recuerde al Taeyang con el pelo más corto de la cuenta y una mirada demasiado intensa que llegó desde otra compañía para terminar su formación.
—Ry me había hablado de ti y eras el último que entraba en el grupo —se excusa Jaehee.
—Lo sé, pero ¿te acuerdas de lo que me dijiste?
—¿Que no compartieras litera con Ry porque daba patadas? —pregunta el chico provocando la risa del otro.
—Aparte, aunque fue el mejor consejo que me pudiste dar. Me refiero a que no tenía que sentirme solo porque estaríais conmigo, que, pese a que fuera el nuevo, cuidaríais de mí —susurra Tae con una sonrisa.
Le acaricia el cabello cuando Jaehee baja la cabeza, avergonzado repentinamente por sus propias palabras. En otro momento, lo abrazaría con todas sus fuerzas y lo llenaría de besos por lo adorable que es, pero Taeyang tiene miedo de ponerlo nervioso.
—Sigo pensando igual —dice Jaehee a media voz.
—Yo también. —Tae le levanta la barbilla con dos dedos y se detiene para acariciarle el cuello con delicadeza, sonriéndole—. No estás solo.
La sonrisa de Jaehee se vuelve tibia y se echa hacia delante para rodearle la cintura, escondiendo su rostro en el hueco del cuello.
—Gracias —murmura contra la piel, provocándole diminutos escalofríos.
Taeyang lo acoge entre los brazos sin llegar a estrecharlo demasiado. Lo siente pequeño y vulnerable, como si fuera una hoja meciéndose a merced de un viento muy fuerte.