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3. Colecciones ajenas a Zenobio

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Ya se comentó en su momento que la llamada «redacción Atos» está formada por cinco colecciones de proverbios, de las cuales sólo las tres primeras proceden realmente de Zenobio, mientras que las dos restantes tienen otro origen, aunque todas ellas fueron atribuidas a Zenobio, mezcladas y ordenadas alfabéticamente en una compilación que es el origen de nuestra «vulgata».

La cuarta colección Atos («Plutarco. Sobre los proverbios de los alejandrinos») se ha perdido en el manuscrito M, pero la transmiten otros códices de la familia y a partir de ellos fue sabiamente editada y comentada por Otto Crusius55. Comprende 51 proverbios, que reflejan una tradición diferente de la que deriva de Lucilo-Zenobio; de hecho se proponen en diversas ocasiones explicaciones distintas para los mismos proverbios y se acude al mito y a la historia para explicar su origen y significado con mayor asiduidad que en las colecciones zenobianas56. Crusius defendió la autenticidad de la atribución a Plutarco del opúsculo57, dado que en el catálogo de obras de Plutarco de Pseudo-Lamprias (142.13) se recoge un título «Sobre los proverbios de los alejandrinos», con el cual Crusius edita la cuarta colección Atos; pero también dejó bien establecido el sabio alemán que lo que ha llegado hasta nosotros es solamente un epítome de la obra original. Crusius intentó también precisar la fuente de la colección atribuida a Plutarco, cuyo autor habría reelaborado una obra del mismo título del filólogo alejandrino Seleuco, de época de Tiberio, que cita la Suda. Es especialmente interesante destacar que se trata de la recopilación más antigua conservada en la que se intenta comprender el espíritu de un pueblo a través de sus proverbios, una idea que pudiera remontar quizá a Polemón y Crisipo, sobre cuyos estudios paremiológicos se habló más arriba.

También es ajena a Zenobio la quinta colección Atos, la cual consta a su vez de tres series, que aparecen seguidas en nuestros manuscritos sin solución de continuidad:

a) La serie primera, cuyo comienzo se ha perdido en el códice M, comprende 63 proverbios principales y 62 secundarios, ordenados alfabéticamente según las dos primeras letras (un sistema que se encuentra también en algunas colecciones zenobianas)58. Al llegar a la secuencia ἀν- se produce una brusca interrupción, de manera que probablemente lo que nos ha llegado es solamente el inicio de una colección completa, que era ya un resumen. Las explicaciones son breves y poco doctas, sin citas eruditas, y lo más característico de ellas son las referencias a proverbios de sentido similar, un rasgo raro en las demás tradiciones. Las diferencias con respecto a las colecciones zenobianas afectan tanto a las glosas como a los lemas, doce de los cuales no se documentan en la restante tradición paremiográfica (aunque buena parte de ellos no son proverbios propiamente dichos) y hay asimismo variantes con respecto a lemas que sí testimonian las colecciones que derivan de Zenobio.

Esta primera serie de la quinta colección se nos ha transmitido sin nombre de autor y es poco lo que puede decirse sobre su origen. Crusius pensó en un principio en la posibilidad de hacerla remontar también a Plutarco, dado que en el antes mencionado catálogo de Pseudo-Lamprias se cita, con el núm. 55, una obra titulada «Proverbios, dos libros» y el erudito alemán creyó observar puntos de contacto entre la serie que comentamos y el epítome conservado de la colección de proverbios adscrita a Plutarco con el título «Sobre lo que es imposible»; no obstante, el propio Crusius se decantó luego por datar más tardíamente la formación de la primera parte de la quinta colección Atos y considerarla obra de un «sofista anónimo» que reunió el material con el propósito de utilizarlo en la instrucción impartida en las escuelas de retórica, y de ahí la reunión de refranes de sentido similar59.

b) La serie segunda está formada únicamente por ocho proverbios y sus explicaciones, no ordenados alfabéticamente y sacados del corpus de escolios.

c) La serie tercera comprende 23 proverbios provistos de breves glosas. Se ordenan alfabéticamente, pero la colección se interrumpe bruscamente en la letra β, por lo que también se trata del comienzo de una colección, en apariencia de carácter lexicográfico.

b) y c) presentan, pues, rasgos diferentes de a), y es posible que tengan razón Crusius y Rupprecht al suponer que las dos últimas series fueron añadidas por un compilador en un intento frustrado por ofrecer un complemento a la mutilada primera serie.

Bajo el nombre de Plutarco nos ha llegado también una brevísima colección de 31 proverbios (sin explicaciones) que se refieren a acciones imposibles («Recopilación de Plutarco acerca de lo que es imposible»). Fue publicada por vez primera en los Anecdota Graeca de Boissonade60, a partir del códice del siglo xv Parisinus 2720, seguida de otras dos pequeñas colecciones anónimas aún más breves, de seis y quince proverbios, que transmite el manuscrito Parisinus 1630, también del xv. Las tres colecciones se recogen en el corpus de Gotinga.

Colecciones más extensas fueron compiladas por eruditos bizantinos, que se basaban en buenas fuentes, generalmente relacionadas con la «vulgata», con adiciones que proceden sobre todo de obras lexicográficas y escolios. Ya se ha hablado anteriormente de la recopilación que en la segunda mitad del XIII llevó a cabo Gregorio de Chipre. Medio siglo después, entre 1328-1336, Macario Crisocéfalo (ca. 1305-1382) recogió en su Rosario una colección de proverbios que se conserva en un solo códice copiado por el propio autor, el Venetus Z.45261. Se trata de una serie de 796 proverbios con sus correspondientes glosas, ordenados alfabéticamente según las dos primeras letras. La fuente de Macario era buena y Bühler la relaciona especialmente con aquella de la que deriva nuestro «Diogeniano Vindobonense».

Del siglo xv data la más extensa de las colecciones compiladas por eruditos bizantinos, la que debemos a Miguel Apostolio (ca. 1422-1476), quien a partir de ca. 1454 inició en Creta la composición de una colección de proverbios que no dejó nunca de ampliar con nuevas adiciones a lo largo de su vida. Conocemos dos versiones, que el propio autor se ocupó de enviar a dos personalidades importantes de la cultura de su tiempo. La primera y más breve versión (una colección alfabética de proverbios, con adiciones tomadas de Estobeo) fue a parar a manos del volterrano Gaspare Zacchi, obispo de Ósimo, localidad próxima a Ancona, y se conserva en un manuscrito copiado por el propio Apostolio, el Mazarineus 446162. El propio autor copió también el códice Parisinus 3059, la fuente principal del texto editado en el corpus de Gotinga, que es la versión ampliada que Apostolio envió al erudito veneciano Lauro Quirino, muerto en 1466. Hay versiones posteriores, ampliadas con proverbios tomados de aticistas y lexicógrafos (Suda, Focio, Eudemo63), que conocemos por los manuscritos Angelicus 27, igualmente autógrafo64, y Bruxellensis 3529, copiado por Arsenio, hijo de Apostolio. Precisamente Arsenio, tras la muerte de su padre, continuó aumentando el material de la colección, para lo cual no acudió sin embargo a la tradición paremiográfica propiamente dicha, sino a léxicos y florilegios, y añadió, además de proverbios, sentencias, apotegmas e historias míticas. Dio a la obra así compilada el título de Violario y la envió al papa León X para que recomendara su publicación; únicamente se editaron los apotegmas (Roma, 1519), mientras que los proverbios no fueron impresos hasta la edición de Chr. Walz (Stuttgart, 1832)65.

Las colecciones de proverbios que han llegado hasta nosotros no se agotan aquí. Ya Schneidewin apuntaba en el prefacio a la edición del CPG que prácticamente no hay biblioteca con un fondo medianamente digno de manuscritos griegos que no cuente con una recopilación de proverbios, obra generalmente de eruditos que acudían a fuentes diversas, combinando la tradición paremiográfica con refranes sacados de léxicos, florilegios, escolios e incluso de las propias obras literarias. Algunas de estas colecciones están editadas66, otras permanecen inéditas y aún muchas sin haber sido objeto de estudios pormenorizados que determinen su valor exacto.

Por último, es posible conocer rasgos de las fuentes de las que deriva nuestro corpus de proverbios griegos a través de obras eruditas que hicieron uso también de esas mismas fuentes, aunque tal estudio presente muchos aspectos complejos y oscuros. Nos estamos refiriendo en concreto a los lexicógrafos y a los corpora de escolios que han llegado hasta nosotros.

En el léxico de Focio (mediados del IX) y en la Suda (segunda mitad del X) encontramos citados y comentados gran cantidad de proverbios, cuyas explicaciones coinciden en buena parte (pero no siempre literalmente) con la tradición que se relaciona con Zenobio67. Los autores de ambas obras pudieron recurrir directamente a la tradición paremiográfica propiamente dicha, pero ésta también se incluyó indirectamente en los dos léxicos por intermedio de los lexicógrafos aticistas de los que tanto Focio como la Suda hicieron amplio uso, en particular Elio Aristides y Pausanias, ambos del siglo II d. C68. Desconocemos las fuentes de Elio Aristides, pero Pausanias utilizó para cuestiones paremiográficas una buena fuente, que pudo remontarse incluso a la propia obra de Dídimo, la cual, como se dijo en su momento, es la fuente última de la que nace lo esencial de nuestro CPG.

De Elio Aristides y Pausanias se sirvió igualmente el obispo de Tesalónica Eustacio (1115-1195) en su ingente comentario de los poemas homéricos, en el cual se explican numerosas expresiones proverbiales, generalmente de manera breve, pero a veces con notable amplitud69. Eustacio era hombre de muchas lecturas, por lo que además de en la tradición paremiográfica y lexicográfica sus glosas de proverbios beben también de otras fuentes (Ateneo, Estrabón, Esteban de Bizancio, etc.) e incluso de las propias obras de poetas y prosistas que utilizan los refranes.

También el léxico de Hesiquio contiene muchos proverbios, cuyas explicaciones provienen en su mayor parte de la tradición paremiográfica y lexicográfica70.

Los corpora de escolios nos proporcionan datos que remontan directamente a las fuentes de Zenobio, esto es, a Lucilo y al propio Dídimo, de manera que recogen la misma tradición que nuestro CPG, aunque documentan en muchos casos un estadio anterior al que reflejan nuestras colecciones (pero los problemas de las relaciones son complejísimos). En este aspecto son especialmente importantes los escolios a Platón, que ofrecen a menudo glosas más largas que las que refleja la tradición paremiográfica71, y los escolios a Teócrito72, Aristófanes73 y Luciano74, en tanto que nos ofrecen escasas informaciones los escolios a Eurípides, Sófocles y Píndaro, aunque remonten en última instancia, al menos parcialmente, a los comentarios de Dídimo sobre las obras de estos poetas.

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