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III. EDICIONES

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La editio princeps de colecciones relacionadas con la tradición paremiográfica griega fue obra de Benedetto Ricciardini y apareció publicada en 1497 en Florencia, en las prensas yuntinas; contiene únicamente Zenobio Parisino75. Buena parte de los proverbios recogidos en esta primera edición, con la adición de refranes tomados de la Suda y de la «redacción Atos» (para la que usó el códice L, según Bühler, o un códice gemelo, según Crusius y Rupprecht), componen la recopilación contenida en el volumen Aesopi aliorumque, publicada en 1505 por Aldo Manuzio en Venecia76.

Ambas obras quedaron pronto empequeñecidas por las recopilaciones de Erasmo de Rotterdam, que echó sobre sus espaldas los Herculei labores de editar y comentar, con admirable competencia y erudición, una parte muy importante del acervo paremiológico grecolatino. En 1500 apareció en París una primera colección menor (Adagiorum collectanea) de 818 proverbios griegos y latinos, brevemente comentados. Esta recopilación tuvo muy buena acogida y se reeditó un par de veces, incluso cuando ya había sido publicada la editio maior, las admirables Adagiorum chiliades tres, ac centuriae fere totidem. La primera edición veneciana de esta magna obra (Aldo Manuzio, 1508) contiene 3.271 proverbios, y el autor no cesó de corregirla y aumentarla en sucesivas ediciones, hasta los 4.151 refranes griegos y latinos que reúne la edición de Basilea de 1536, la última que se publicó en vida de Erasmo77. En los 150 años que siguieron a la muerte de su autor, las Chiliades se reeditaron completas nada menos que cuarenta veces, cifra que por sí sola da una idea de la gran difusión de un trabajo que fue decisivo para la propagación del espíritu de la Antigüedad durante los siglos XVI-XVII78.

Los lemas aparecen en la colección erasmiana ordenados por temas, no alfabéticamente, y van seguidos de explicaciones llenas de erudición y mucho más extensas que las que se encuentran en la tradición paremiográfica, de la cual se aparta muchas veces y a menudo con razón. Por lo que a los proverbios griegos respecta, Erasmo echó mano de los propios autores antiguos, que tan bien conocía, de las colecciones de proverbios79 y de obras eruditas, lexicográficas y escolios (Suda, Eustacio, Ateneo, Esteban de Bizancio, Pólux, Hesiquio, escolios a Aristófanes, Píndaro, Teócrito, etc.). Baste decir como prueba del ingente trabajo de Erasmo que, de las fuentes citadas, en 1508 sólo estaban publicadas Zenobio Parisino, Suda y la colección aldina.

El siguiente paso importante para el conocimiento del Corpus Paroemiographorum Graecorum se lo debemos a Andreas Schott, que publicó en Amberes en 1612 sus Paroimíai Hellenikaí. Adagia sive proverbia Graecorum. Los lemas en griego aparecen divididos por vez primera en «centurias» y van acompañados de una traducción latina y de un comentario crítico e interpretativo muy notable. Se recogen proverbios de Zenobio Parisino (tomados de la edición de Obsopoeus), Diogeniano (a partir de los códices L y P; este último, que fue propiedad de Schott, conserva sus anotaciones y adiciones), algunos refranes de la «redacción Bodleiana» (tomados de un códice relacionado con el Vaticanus 878) y otros sacados de la Suda y de la colección reunida por J. J. Escalígero (Stromateîs emmétron paroimiôn).

De 1836 son los Paroemiographi Graeci de Thomas Gaisford (Oxford; reimpr. Osnabrück, 1972). Gaisford partió, como es natural, del texto editado y comentado por Schott, al que añadió breves comentarios personales y las correcciones inéditas del gran filólogo holandés Valckenaer (1715-1785). Pero la principal aportación de Gaisford fueron los nuevos textos que editó y el hecho de que colacionara manuscritos hasta entonces no utilizados. Por primera vez se publicó completa la «redacción Bodleiana» (a partir del códice B y del Parisinus 1773 para los lugares en que B presenta lagunas) y parcialmente la colección del Coislinianus 177. Para Zenobio Parisino Gaisford fue el primero en colacionar el manuscrito P, el testimonio principal y cabeza de familia de los códices que nos transmiten la colección, y para «Diogeniano» se basó en la edición de Schott, pero añadió las lecturas de los códices T y G, así como del Baroccianus 219, que estudios posteriores han mostrado que pertenece en realidad a la llamada «recensión D1».

En 1839, tan sólo tres años después de que la obra de Gaisford viera la luz, E. L. von Leutsch y F. G. Schneidewin publicaron en Gotinga el primer volumen del Corpus Paroemiographorum Graecorum, al que seguiría un segundo volumen, obra ya solamente de Leutsch, en 1851. El volumen primero contiene las siguientes colecciones:

a) Zenobio Parisino. No se colacionan nuevos códices, pero son numerosas las correcciones hechas al texto impreso por Gaisford y se añaden notas críticas y comentarios de gran erudición sobre las fuentes, el origen y el significado de los proverbios, un rasgo que caracteriza en conjunto toda la edición.

b) Diogeniano. Leutsch-Schneidewin se basan en las ediciones de Schott y Gaisford, de quien toman el aparato crítico, añadiendo las lecciones del códice M y valiosas notas.

c) «Proverbios alejandrinos de Plutarco», ya editados por J. Gronovius en su Thesaurus Graecarum Antiquitatum (Leiden, 1701) y que proceden sobre todo del códice L de Zenobio Atos.

d) Pseudo-Plutarco, «Sobre lo que es imposible», a partir de la edición de Boissonade.

e) Gregorio de Chipre (serie primera). Edición muy mejorada con respecto a la que realizó P. Pantino en su publicación de la obra de Miguel Apostolio (Leiden, 1619).

f) Appendix Proverbiorum. Se trata de una selección de proverbios tomados de diversas colecciones, especialmente de la Colección Bodleiana (también citada sistemáticamente en el aparato crítico de otras colecciones), los refranes de la colección del códice Coislinianus 177 que editó Gaisford, y los que se encuentran en el Vaticanus 482 («recensión D2»).

El volumen segundo comprende las siguientes colecciones:

a) Diogeniano Vindobonense. Editio princeps y única completa hasta hoy.

b) La colección de Gregorio de Chipre tal como la transmiten los manuscritos de Leiden y Moscú. En ambos casos se trata también de primeras ediciones, aunque en el caso del códice de Leiden ya se ha dicho que se omiten erróneamente una cantidad importante de proverbios.

c) Gregorio de Chipre (segunda serie), editada asimismo por vez primera, aunque sólo parcialmente.

d) Macario, primera edición completa (la recopilación fue ya utilizada por Walz en su edición del Violario de Arsenio en 1832)

e) «Proverbios de Esopo».

f) Colección de Apostolio, con las adiciones de Arsenio; se utilizan nuevos manuscritos, en particular el autógrafo Parisinus 3059.

g) Mantissa Proverbiorum, selección de proverbios procedentes de varias colecciones.

El Corpus de Gotinga supuso un enorme adelanto en el conocimiento de la tradición paremiográfica griega, tanto por el material recogido como por el aparato crítico y erudito que lo acompaña, y sigue siendo aún hoy la primera obra de consulta para los estudiosos de la paremiografía griega, pese a que hace ya más de un siglo Crusius insistiera en la necesidad de realizar una edición global del corpus que superase definitivamente la obra de Leutsch-Schneidewin, una empresa que él mismo planeó e inició, pero que aún dista mucho de ver cercana su realización.

Efectivamente, como se ha anticipado al tratar de la formación del corpus de proverbios griegos, han seguido apareciendo, con posterioridad a la publicación de la edición de Gotinga, nuevas colecciones o manuscritos que transmiten buenos textos de las ya conocidas, de manera que pronto quedó desfasada, en este aspecto, la edición de Leutsch-Schneidewin, cuya consulta debe ser completada con la de otros trabajos posteriores, buena parte de ellos recogidos en el suplemento al Corpus Paroemiographorum Graecorum que apareció publicado en Hildesheim en 1961. Ya se ha hablado del descubrimiento por parte de E. Miller del códice M, que supuso la revalorización de la «redacción Atos» de Zenobio, mejor conocida más tarde con la colación de nuevos manuscritos, a los que ya se ha hecho alusión, y particularmente en estos últimos años por la ingente labor de W. Bühler, quien proyecta publicar una edición completa con nutridísimo aparato crítico y amplísimo comentario, un trabajo que avanza poco a poco y que es indudablemente modelo para todo lo que se haga posteriormente en este terreno80. Crusius se ocupó de editar y comentar la cuarta colección Atos81, y recientemente María Spyridonidou-Skarsouli ha llevado a cabo la tarea de editar con extenso comentario la primera serie de la quinta colección Atos (Berlín-Nueva York, 1995).

Por otro camino, nuestro conocimiento de los proverbios griegos antiguos se ha ampliado con los estudios dedicados al uso de refranes en autores particulares, un trabajo que cuenta con algunos excelentes estudios, pero que dista todavía muchísimo de estar completo. Strömberg82 se ocupó de recopilar proverbios que se citan en las obras literarias y eruditas y que no se encuentran en lo que nos ha llegado del CPG, pero por supuesto el estudio individual por autores o géneros es imprescindible no sólo para recoger de la manera más completa posible el acervo proverbial griego, sino también para determinar los usos y significados de los refranes, tareas éstas que tienen unas implicaciones que van mucho más allá de la simple curiosidad erudita, ya que los proverbios griegos y latinos, que fueron recogidos directamente por la tradición humanística, son un fiel testimonio de la unidad de la cultura europea desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días83.

Proverbios griegos. Sentencias

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