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Vivir los cambios construyendo puentes

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Para construir un puente entre lo que fue, lo que es y lo que deseamos que sea, debemos tener en cuenta la continuidad de lo que queremos conservar, lo que necesitamos innovar y la transición necesaria para cruzar el puente y llegar a donde queremos llegar. Y no lo podemos hacer solos; nos necesitamos unos a otros.

Para lograr cruzar ese puente y que el cambio necesario y que queremos esté conectado con el núcleo positivo, sea en la organización, el equipo, la familia o en la misma persona, debemos tener en cuenta los tres aspectos que nos dan vida y nos mantienen en plena forma: la continuidad, la innovación y la transición. Con visión aprendemos y aplicamos lecciones de lo mejor del pasado (continuidad), nos abrimos para dejar florecer y desarrollar ideas creativas (innovación), y concretamos los cambios en nuestros sistemas relacionales y en las conductas planteando las conversaciones necesarias que nos hagan avanzar hacia la situación deseada (transición). Veremos cómo incorporar estas tres dimensiones cuando trate las diferentes fases en el coaching apreciativo, en la Parte III de este libro.

Vivir cualquier cambio puede desestabilizarnos. Es posible que para impedirlo nos aferremos al discurso intelectual de un intelecto que necesita entenderlo todo, analizarlo, cuestionarlo, justificarlo, razonarlo, conceptualizarlo, verlo y tocarlo. Finalmente, su corazón deja de sentir, al quedarse bloqueado por tanto análisis y razonamiento. A estas personas les cuesta trascender la conceptualización. Buscan seguridad en los conceptos. Y cuando el cambio les produce inseguridad pueden caer en la trampa de quererse aferrar a cualquier discurso, o bien se vuelven cínicos y escépticos. Dejan de estar abiertos a otras perspectivas; y en ese estado es difícil innovar y vivir la transición necesaria.

Otras personas quizá encuentran su seguridad y sentido de identidad no en su mente ni en su intelecto, sino en sus hábitos. Reaccionan de forma automática, sin casi pensárselo ni razonar. Sus hábitos mandan en su vida. Su pasado tiene tal peso que viven las situaciones y las relaciones según los hábitos que han ido adquiriendo. Están atrapados en la prisión de su pasado. Su corazón deja de gozar, ya que viven el presente en función de su pasado. Su historia personal tiene un peso tan considerable que dejan de vivir en el presente, se sienten afligidos y se quedan hambrientos del oxígeno del amor. Se encierran en sí mismos y dejan de relacionarse con libertad.

Residir en el corazón del ser y vivir la vida desde ese espacio central es vivir despiertos y conscientes a la realidad de que somos los creadores de nuestros pensamientos, nuestras creencias, nuestros razonamientos y nuestros hábitos, a menudo condicionados cultural y socialmente. Podemos seguirlos y vivir según ellos, o bien podemos desafiarlos, cuestionarlos, re-inventarlos, re-construirlos de manera diferente. Se trata de ser conscientes de nuestra elección. Y por tanto, no quejarnos de que «somos así», sino asumir nuestra elección y cambiar si es eso lo que sentimos. Hay muchas perspectivas según las cuales podemos vivir una realidad, una relación y un momento. Podemos elegir vivir mindful y heartful, con consciencia plena y vivir conectados plenamente, no solo conectar desde las ideas, desde la mente, sino también desde el corazón. Vivir a consciencia plena es sentir la vida. Es vivir la consciencia del corazón despierto, tema que ya desarrollé en La gran liberación, heartfulness y mindfulness (2014).

El arte de vivir los cambios construyendo puentes requiere equilibrar. Se trata de encontrar el equilibrio y no irse a los extremos. De vivir sintiendo, conectado contigo, con Dios, con tu cuerpo, con los otros, con la naturaleza y con el tiempo, pero no perder tu sueño de vista, ni los horizontes hacia los que caminas o quieres caminar. No renunciar a tu sueño fluyendo en el momento, ni adherirte a tu plan racional dejando de fluir.

Florecer juntos

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