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4.14. Eduardo Rosenzvaig: la restitución de lo borrado y lo borroso58
ОглавлениеEn la obra de Rosenzvaig se releen/reescriben zonas del pasado de Tucumán. Para ello emplea recursos literarios e históricos. Los interrogantes trazados en la ficción giran en torno a sucesos como el cierre de los ingenios azucareros, la represión durante el Operativo Independencia y la sombra ominosa del militar y dictador Antonio Domingo Bussi.
Rosenzvaig nació en Tucumán el 24 de febrero de 1951. En 1978 se recibió de licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Tucumán y en 1995, de doctor en Historia por la Universidad de Salamanca. Fue profesor de la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, secretario de Posgrado y director del Instituto de Investigaciones sobre Cultura Popular. Entre los premios que obtuvo se pueden mencionar el premio nacional Jorge Sabato del Conicet en 1989, el premio internacional de novela Luis Berenguer en 1994 y el Casa de las Américas en 1996 y en 2009.
Rosenzvaig anunció que moriría “en verano, después del aguacero”. Falleció en Tucumán, muy cerca del inicio del verano, el 8 de octubre de 2011. Publicó más de trescientos artículos académicos y entre sus más de cuarenta libros pueden destacarse los de ensayo (Los intelectuales frente a la guerra y la paz: Europa occidental, 1914-1919, 1985; La cepa: arqueología de una cultura azucarera, 1995-1999 –tres tomos, en coautoría–; Historia crítica de la cultura de Tucumán, 2008-2010 –tres tomos–), los de cuentos (La cuenta suiza, 2000; 100 plegarias no alcanzan, 2006; Menos que un recuerdo, 2009; Tantas claridades para prender una luz, 2009) y las novelas (La espalda de la libertad, La oruga sobre el pizarrón y El sexo del azúcar de 1991; El arte de perder, 1993; El pecado que enrolla la lengua, 2004; La bomba silenciosa, 2009; No le hablen al “Flaco” Menotti de esquizofrenia, 2011).
En La espalda de la libertad Rosenzvaig retoma la figura de la escultora Lola Mora para reconstruir la geografía y la sociedad tucumanas a principios del siglo XX. Corre 1904 y, mientras los obreros le ponen el cuerpo a la huelga, en los salones del Jockey Club un grupo de propietarios de ingenios discuten sobre la ubicación y orientación de La Libertad, la nueva estatua que Lola Mora realizó para la ciudad. En El sexo del azúcar, la historia del ingenio Santa Ana le permite a Rosenzvaig contar la vida de Clodomiro Hileret y de un pueblo: el destino de Santa Ana está imbricado en el destino del ingenio. Allí la escritura es una forma de la búsqueda, de la investigación que devela raíces del presente en el pasado borroso. De ser uno de los ingenios más eficientes del país, sus chimeneas llegan a perecer bajo el trotyl infame de Bussi. Rosenzvaig se reconoció como un maestro y en La oruga sobre el pizarrón narró las últimas horas y la vida de Francisco Isauro Arancibia, maestro y dirigente de la Agremiación Tucumana de Educadores Provinciales (ATEP) que se convirtió en el primer asesinado por el Proceso de Reorganización Nacional, en la madrugada del 24 de marzo de 1976. La novela expone la incertidumbre del presente de escritura (1991) en el que Bussi asoma como candidato democrático a gobernador. La luz de Arancibia queda imborrable en la memoria y la escritura de Rosenzvaig. La cuestión azucarera ocupó muchas páginas de su obra porque se vincula estrechamente con el mundo del poder y de la política. Así es como en El arte de perder se relata como uno de los miembros del clan Pose (sin una “s”, pues al adicionarla aludiría a la verdadera familia Posse) se juega en una partida de cartas el ingenio azucarero que ha heredado. Mientras tanto, en Santísimas viruelas, la voz narradora representa el mundo de las reducciones jesuitas en el Chaco, geografía habitada por pueblos originarios, siempre castigados por desatinos, guerras y catástrofes.