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CAPÍTULO 6:

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EL PODER DE MATAR

Uran siguió observando con detenimiento, su caballo desacelero el ritmo, caminando con cuidado por las anchas ramas y raíces de los árboles, tomando uno de los caminos más tétricos, siguió galopando con cuidado, hasta que la presencia de alguien siguiendo sus pasos lo hizo desenvainar su espada, bajar del caballo y esperar a la presencia que sigilosamente lo espiaba —¡Uran! ¿Qué crees que estás haciendo? —preguntó su guardián y amigo Odotnet.

—¡Cielos! —cerró los ojos y guardó su espada al ver al tigre caminando hacia él mientras que un grupo de soldados escoltaba al tigre —¿Qué rayos haces aquí? —le preguntó hosco —No era necesario traer una escolta.

—Creo que esa pregunta debería hacerla yo, has roto la puerta que impedía el paso de nuestros enemigos a nuestro reino, sabes que eso no se puede deshacer, estaremos vulnerables a ataque y todo por tu necedad.

—Sabes a la perfección que es algo que debí haber hecho hace ya mucho tiempo —guardó su espada y volvió a montar su caballo, apretó las riendas y continuo con su camino.

—Eres vulnerable Uran, si llegas a morir todo estará perdido, no has dejado un heredero que siga con la tradición que tu padre encomendó, cómo dejarás que el poder de Dios caiga en manos enemigas —le reprendió.

—No hay enemigo que pueda conmigo, si acabo con Hadeo todo acabará, tendremos paz.

—¡Te equivocas! Tú obtendrás paz, nosotros la guerra.

—Si has venido solo a molestar, regresa por dónde has venido, no te necesito —siguió su camino por el largo camino de la oscuridad.

—Siquiera sabes que tus poderes son obsoletos aquí, es un lugar neutro, por lo visto este camino impide que canalicemos nuestros poderes —le explicó Odotnet a lo que Uran solo respondió con un simple ¡Uhm!

Claro que lo sabía, ya que deseó utilizar su poder para iluminar más su camino pero se dio con la sorpresa que era mortal, además de que su nariz extrañamente sangrara —Sabes que he esperado muchos años, demasiado años para poder encontrar este camino.

—Peor te arriesgas a adentrarte a las profundidades de un mundo que no es conocido por nosotros.

—Vale la pena.

—¡Vale la pena morir por nada!

—No moriría por nada, moriría vengando a mi madre, destruyendo al enemigo y obteniendo de una vez por todas, la paz que todos necesitamos.

—Tenemos paz, solo que tú te empeñas a desatar una guerra.

—No interesa ya —respondió Uran sin mirar a su guardián y siguiendo su camino.

—Si no valoras tu vida valora la vida de tus soldados, velos —gritó, haciendo que Uran volviese el rostro mirando a sus soldados que cabalgaban detrás de ellos los habían seguido —¡Míralos!, valora por piedad sus vidas, son jóvenes al igual que tú, pero si no aprecias vivir, ellos sí, regresa y cuando estés preparado busca tu absurda venganza, pero ahora solo regresa.

—¿Absurda? —sé detuvo para enfrentar a su guardián —¿Absurda has dicho? —sus ojos se llenaron de un destello de ira, un tono desdeñoso y la boca en un gesto hosco —Mató a mi madre y aun así llamas absurda al querer obtener justicia —trató de explicar sus motivos.

Odotnet sabía bien la respuesta —¡Justicia! Llamas a esto justicia, no lo es ¡Te equivocas! Es venganza lo que deseas —miró a los soldados —Regresaremos ahora —rugió.

Volviéndose para mirar a sus soldados, supo que no estaban preparados para una batalla como esa, así que dio vuelta a su caballo y regresó a paso lento —Lo hago solo por ello.

—Si respetas a tu pueblo, olvida esa venganza.

—Yo respeto a mi pueblo, pero también amé a mi madre ¿Acaso eso no me da motivo para obtener justicia?

—Sí, pero no por tu propia mano —le miró de reojo con una expresión dura y eso era un mal presagio, tendría problemas.

—Recuérdame no traerte a la próxima.

—Recuérdame tú a mí donde dejaste tu poco juicio.

Regresaron al palacio tras largas horas a caballo, Uran había seguido sin darse cuenta que su viaje había sido más largo de lo que incluso él esperaba. Cuando llegó al palacio se deshizo de su armadura, dejó su espada y se encerró en sus aposentos, necesitaba saber que era lo que escondía el final de ese camino, ya que todo era incierto, podía ser el infierno, podía ser otro mundo aparte de los conocidos, o simplemente un callejón sin salida, sentado al pie de su cama, se restregó el rostro con ambas manos debido a su frustración, entonces sintió la presencia de aquella doncella que cuidaba de él, estaba observándolo desde el umbral de la puerta con una bandeja en mano —Mi señor —dijo la joven castaña de ojos pardos.

Uran levantó el rostro y se fijó en ella, la había visto incontables veces en el palacio, pero jamás le prestó la debida atención —¿Qué quieres? —preguntó con brusquedad, pero de pronto se arrepintió de ser hostil con la joven, mascullando una maldición se disculpó —Lo siento, qué deseas.

—Vine a asearle, mi señor, sé que su paseo fue largo y debe estar cansado.

Uran cayó rendido al pie de su cama y se empujó a sí mismo sobre sus codos —No creo que sea lo mejor en estos momentos —Ladeó la cabeza observando a la jovencilla —¿Cuál es tu nombre niña?

Ruborizándose, mordió su labio inferior y sonrió —Tirsa, mi señor.

Levantándose de la cama de un salto, se acercó a la joven y admiró lo bella que era —¿Hace cuánto que estas al servicio de la casa?

—Tan solo cinco años, mi señor —la joven amedrentada bajó la cabeza y evitó verle a los ojos, ya que temía que Uran viera los sentimientos que guardaba su corazón.

—No me digas señor, solo Uran. Dime Uran —llevó un dedo a la barbilla de la joven levantando su rostro, notando que era incluso más bella de lo que pensó —¿Eres casada?

—¡No!

—¿Deseas unir tu vida a alguien en especial? —volvió a preguntar, incomodando a la joven Tirsa.

—Sí, pero él no me quiere ni me mira —admiró las facciones de aquel rey resentido, pero sabía que en el fondo tenía un gran corazón.

—Qué clase de ciego no aprecia tu belleza —exclamó acercándose tanto a Tirsa que acercó sus labios a los de la joven nerviosa.

—Tú —pensó ella, pero tan solo calló y sintió el aliento de Uran sobre sus labios, pero de la nada, Uran se irguió y se alejó de ella, volviendo a sentarse al pie de su cama —Ve a casa Tirsa, esta noche ha sido demasiado larga.

Hadeo, por otro lado, no tuvo suerte en poder descifrar el sello y pasó sus días escribiendo un diario de trece capítulos en los cuales relató cómo fue condenado y despojado de sus tierras, cómo fue que Dios lo lanzó sin compasión a un mundo oscuro y de cavernas, describiendo el poder de cada ser que él conoció y como los despojados y arrojados al infierno conservaron parte de su esencia pero condenados a subsistir en un mundo de oscuridad y penuria.

Describió a los ángeles y como llegaron a controla el fuego, movimiento de objetos con la mente, campos de fuerza, tele trasportación, precognición.

Para aquellos que controlaban el agua, absorbían poderes, telepatía, agilidad y reconocimiento de poderes, podían ver dentro de los demás, saber sus sentimientos y pensamientos, Tele trasportación.

Para los del clan viento, sus poderes eran la manipulación de objetos, poder reconstruirlos, manipulación del sueño, tele trasportación. No decía como destruirlos, pero si descubrió que sus poderes se anulaban con el titanio.

Los poderes de su clan, no eran tan diferentes como los de sus enemigos los ángeles, los poderes de Hadeo eran control del fuego, telequinesis, telepatía, paralizar a sus enemigos, agilidad y tele trasportación, pero lamentablemente fue el único de su especie que no logró conservar sus alas como recordatorio a su traición,

Para el control de agua, absorción de poderes y energía, tele trasportación, campos de fuerza.

Control de viento, esos demonios eran considerados los más fuertes, telequinesis, telepatía, infligir dolor físico, invisibilidad, manipulación de recuerdos, posesión.

No podían trasportarse de un mundo a otro ante los sellos que resguardaban cada entrada, sus alas podían salir sin dolor y por lo poco que sabía en infierno solo era el comienzo a la eterna agonía que le esperaba por ir contra los mandamientos de su padre.

La venganza del caído

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