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CAPÍTULO 11:

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MOTIVO DE GUERRA.

Los Guardianes Oscuros sabían de los dones que tuvo Uran, como vio el mundo y condenó a su hermano al fuego eterno, pero jamás supieron los verdaderos secretos que ocultaban los Guardianes Blancos, tenían tantos motivos de guerra, pero su pacto con los ángeles hizo que su manera de pensar cambiara.

Piora escuchaba todas las conversaciones de sus amos, como todo demonio, sus sentimientos nunca eran verdaderos, era hipócrita, repulsivo, le gustaba que los soldados se enfrentaran a cada momento, le gustaba formar disturbios y sobre todo disfrutaba de las muertes. En las antiguas guerras, los demonios se querían apoderar de la daga de Bendora, pensando que el poder de Dios estaba guardado allí, año tras año trataban de conseguirlo, pero no pudieron porque lo resguardaban de una manera descomunal, pero los medallones serían los que le darían un poder absoluto sobre los tres mundos creados por Dios.

Solo la venganza que transcurría por años, el pensamiento de los demonios de querer gobernar marcaron su existencia entre guerras y sangre. El destino del ángel salvador estaría marcado, ya que con su nacimiento iniciaría la guerra de tres mundos. Toda esta historia era un terrible laberinto de guerras, sangre y sufrimiento, solo la paz llegaría si daba un sacrificio a cambio de la redención de su pueblo.

Sin embargo Hadeo dejó en su diario las debilidades de cada uno, como podían morir los guardianes y como obtener el poder que le fue arrebatado, para ello realizó una técnica antigua de magia, permitiéndole retornar al mundo de los vivos y tomar lo que le pertenecía, pero aquello solo se darían con el cuerpo de un descendiente de su hermano, para ello necesitaría ingredientes difíciles de conseguir, Piora halló el manuscrito, cayendo en las manos equivocadas, consiguió leer cada parte de ese libro, mostrándole que la magia antigua era más poderosa que la actual.

Sangre de la muñeca de los últimos descendientes vivos, derramada por la Daga de Bendora, siete gotas con exactitud.

Buscar al Ángel descendiente de Uran, que sea el más fuerte de su tribu en poder.

Sangre y gotas, poder por encontrar, dame la fuerza para poder invocar.

Poderes de Hadeo, poderes llenos de maldad, dame los poderes que necesito.

Poderes, vengan a mí, denme la vida de su gran servidor, él que posee esta sangre, la muerte llegara para él, no te preocupes, nada pasara, tus fieles amigos te esperan ya.

Deberás de buscar al ángel más fuerte, su corazón y su espíritu furiosos deben estar, deberás darle ce quid, para que el poder de manipulación de mente y posesión hagan mucho efecto, matando del ángel su parte noble, su alma pura, para que muera lentamente..

Un consejo amigo mío, hazte ver como su conciencia, podrás engañarlo de esa manera y obedecerá todo lo que le muestres o digas. Este hechizo se podrá romper solo si alguien lo necesita, si su corazón ya no es suyo y le pide al ángel que vuelva.

Piora había planeado algo magnifico, algo que lo liberaría de esa prisión y ese tortuoso trabajo, creando magia mucho más poderosa, creó un espejo del cual le ayudaría a pasar de un reino a otro sin ser detectado, el espejo de Tuyuned, espejo que le ayudaría a moverse entre los mundos, espiando los mínimos movimientos de sus contrincantes, dándole la oportunidad de ver al amor que le arrebataron.

Espejo de poder, espejo del futuro no liberes al prisionero por ser oscuro, no liberes al prisionero por ser luz.

Solo quedara atrapado si la maldad está cerca de él.

Y será liberado si los dos ángeles de la visión derraman una gota de sangre encima de este vidrio de separación.

Mientras que los guardianes oscuros no pensaban en atacar y gobernar el mundo, vivían en paz, sin guerras y perjuicios ante cada especie de bien y mal. El pensamiento de Piora era gobernar a los tres mundos cielo, tierra y subsuelos, tener el poder de Dios, juntarse con los enemigos trayendo al mundo la desgracia, pero siempre y cuando él conserve el poder del todo poderoso y derrocarlo de su trono.

Debía preparar muy bien su plan maestro, la segunda fase de su plan para matar a los oscuros, necesitaría la daga, pero ¿Quién podría traicionar a su gente estando del lado de un demonio? ¿Quién odiaría tanto a su gente para traicionarle de esa manera?

Era un día común para todos, se acercaba casi mediodía, era 29 de Febrero, como todas las tardes, Triored caminaba por los jardines del palacio, la nieve había marchitado sus adoradas plantas, su abrigo se arrastraba por la nieve dejando sus huellas en la nieve, acarició su vientre, temiendo, sufriendo, llorando por esa criatura cuyo destino seria cruel.

En esos momentos, mientras caminaba a paso lento, cuando su mente trabajaba en ver el futuro de su pequeña, el dolor se hizo intenso, haciéndole caer al suelo de rodillas —¡NO! —trató de aguantar el dolor. Sus acompañantes al verla caer, corrieron ante ella, llevándola al palacio, estaba entrando en labor de parto.

Un día no particular, cuyo destino era unir su corazón y salvar a su especie, salvar a la tierra de las situaciones más temibles de la historia de la humanidad. Luchar junto al ángel que le robaría el corazón, ser invencibles contra el mal, liberando a más de un mundo, dando libertad y la paz necesaria para seguir.

Recostada en una cama de sábanas de seda, donde un dosel cubría sus dolores y sus lágrimas, dos ángeles trataron de calmarla, que entre su nerviosismo y el dolor de tener al bebé, entre gritos aclamaba por su hermana —¿Dónde está Sagira? ¿Dónde está Sagira? —con sus manos arrugaba las sábanas.

—Señora, por favor no se desespere, su hermana ya está en camino —trató de tranquilizarle una de sus doncellas.

Faltaban horas para el esperado nacimiento, era casi las 14:30 de la tarde, el sol se ocultaba entre las nubes, mientras que los copos de nieve caían, los gritos de dolor de Triored se escuchaban por todo el reino.

De pronto entre gritos y sollozos, el mundo se tornó oscuro, ya que la luna opacaba los rayos del sol, un eclipse total, daba homenaje al nacimiento de la salvadora. Tras la breve oscuridad, una sombra de capa negra se escabulló por el palacio recorriendo sigilosamente los pasillos, subió las escaleras, retomando el mismo camino que los primeros ángeles, encontrando la habitación donde el tesoro era resguardado, tomó la daga y guardándola para sí.

Todos estaban ocupados en sentir los lloriqueos del ángel cuyo destino era sobrevivir, la guardia y los demás ángeles esperaban en las afueras del palacio, pendientes del balcón, pendientes de ver al dulce niño que iluminaría sus destinos. Como todas las generaciones tuvieron un varón, era obvio que un varón nacería de Triored y Linus.

Los gritos de la madre se escuchaban, hasta que en un minuto, todo se detuvo, los gritos y llantos, hasta que de pronto un dulce lloriqueo se escuchó. La partera tomó al bebé y su rostro que llenó de alegría estuvo fue drenado de vida poco a poco —Es niña… es niña mi señor —se la entregó en los brazos a Linus, pero aquel padre primerizo no estuvo contento, tomó a su hija entre sus brazos como si fuese una mera obligación.

Tomándola entre sus brazos, caminó hasta el balcón abriendo las puertas y mostrándosela al mundo que tanto él amaba —Hermanos, ésta es mi hija, una niña después de tantos años... Su nombre será Alox.

El pueblo al escuchar que era una niña guardó silencio, esa noticia no era esperada, era la primera niña después de siglos y generaciones en tener una línea perfecta en varones como primogénitos, al ver su tranquilidad y paciente dulzura, todos ellos expresaron su alegría, elevaron sus manos festejando al nuevo miembro de esa familia tan unida.

Mientras que el pueblo estaba reunido ante el nacimiento de una princesa, la daga en esos momentos de algarabía salía del reino, tomando un atajo bastante corto, el espejo de Tuyuned, que fue llevado al reino de Linus como obsequio por la nueva buena. Sin saber quién era el traidor, sin saber quién odiaría tanto a su raza para ayudar al malévolo esclavo a reducir en cenizas tantos mundos.

Tenía pocos días de nacida, muchos vieron en ella una nueva esperanza de vida, pero por ser niña, no desearon enseñarle muchas cosas como a Ïlarian. Ese pequeño niño que su madre observaba al practicar, mientras que su voz delicadamente le susurraba —Tú serás más grande que él, mi niña —siempre le daba ánimos, siempre le daba a fuerza, ya que Linus simplemente se alejó de ellas.

Triored no se despegaba de su hija, le asfixiaba con sus cuidados, no deseaba que jugara con otros niños del reino, al protegerle le convirtió en una niña tan tímida y dependiente de ella, la convirtió en alguien insegura de sí misma, dependiente de amor.

Los días para ella eran largos, no salía de la habitación, no dejaba que ninguna niñera le cuide ni toque, los juguetes eran muchos, pero su madre hacia que mantenga su distancia a ellos, alejando los espejos, peines y peligros que podía quitarle la vida, Triored vivió convencida que su niña era frágil tan frágil como el cristal.

A los cinco meses de nacida, Triored quiso cuidarla ella misma, despidiendo a toda niñera y doncella que se interponga con el cariño de su hija y su cuidado, Linus no trató de convencerla de que sus decisiones eran erróneas, solo se alejó, dejándola sola con la tristeza y la pena, con la sensación que ningún día era suficiente con su hija.

En las noches vigilaba su sueño, vigilaba su respiración, poniendo uno de sus dedos en su nariz a cada momento, temía que su vida acabara, temía perderla como había perdido a Linus, al ser niña, pensó que sería frágil, quizás en algún punto acertó.

Su padre jamás tomo interés en su primogénita, solo le observaba de lejos, no compartía mucho cariño con ella, no se acercaba, no la sostenía en brazos, quizás en el fondo deseo tener un niño, deseo que su hija fuese parecida a Ïlarian y por ello pasaba más tiempo con el niño que con su propia hija.

Los meses para Triored se hicieron tan cortos, deseaba paralizar el tiempo y que su pequeña no creciera, deseaba arrullarla en sus brazos por siempre, alejarla del mal, alejarla de la maldición que Linus había arrojado sobre ella por ser quien era.

Tras el año de su nacimiento, se negó a realizar alguna fiesta para ella, así que Linus se vio obligado a pasar ese día fuera, mientras que Triored y su hija se pasaron el día confinadas en la habitación. Para esa misma noche, donde su sueño era fuerte, que ni un rayo lograría despertarle, en los infiernos no sería igual. Los tres guardianes oscuros, se encontraban en el comedor del infierno, a la luz de velas negras sentados alrededor de la mesa rectangular.

El gobierno de los oscuros traía muchos conflictos, Triaco aún más preocupado de lo normal, trató de ser racional —Que trato podemos hacer para la paz de nuestros hermanos y gente, todo se está yendo al garete, muchos piden la liberación, otro reino en que vivir.

Sin esperanzas el hermano mayor intentó explicar miles de cosas —No podemos hacer nada más, hemos realizado un trato con los ángeles de no atacar ni proteger a la tierra, no podemos romper la alianza.

Alianu con una gran satisfacción —Pero todo está perfecto ¿no creen ustedes? La situación de nuestro reino es normal.

Triaco enojado levantándose de la mesa, golpeó con sus puños la negra madera —Será para tus hermanos, mi gente muere de frío y hambre, la muerte de ese esclavo no me importa en absoluto, pero ha quebrado la confianza de mi gente, solo quiero tener un poco más de respeto, ellos se llevan la gloria, mientras que nosotros somos la escoria —Observándose entre sí dejaron de lado la conversación, para no discutir más se levantaron de la mesa, guardando silencio se retiraron a sus aposentos.

Cada uno tomó direcciones distintas, Triaco como todas las noches cabalgaba vigilando la guardia y los cambios. Druagar junto a Alianu, caminaron por pasillos distintos, abriendo las puertas de sus habitaciones, ingresaron para poder descansar de la ardua rutina de todos los días. Mientras que Piora escuchó toda la conversación detrás de la puerta, aprovechó esa discusión para seguir sus planes sobre los tres guardianes de los subsuelos.

Era muy tarde, aprovechando que la gente dormía, Triaco tenía la costumbre de cabalgar en las noches a un árbol de frutos negros, cuyas hojas caían secas por tanto dolor que el oscuro propinaba al visitar ese lecho seco. Era la única manera de pensar, en ver las cosas de distinta manera.

Al llegar a ese árbol, bajó de su caballo, acariciando el regazo del animal —Buen chico, buen chico —caminó lentamente arrodillándose ante el roble, haciendo a un lado las pequeñas ramas y hojas secas, dejó ver una lápida de color gris, cuyo nombre borroso no se leía, ya que el tiempo se encargó de borrar cada canalillo que la escritura.

Abrazándose a sí mismo, unas pequeñas lágrimas salieron de ese corazón de piedra —Te amaba tanto, amor mío me dejaste solo… me dejaste con ella, tan pequeña, indefensa —agachándose, besó la lápida —Te extraño demasiado, eras todo para mí, quizás hay un motivo para reunirme contigo, pero la sangre y mi legado impide que cometa suicidio.

En ese momento mientras que el dolor se expandía, una sombra oscura caminó lentamente hacia él, sin el más mínimo ruido, logró acercarse por su espalda, tomando con su mano fría el cuello del oscuro, sin permitirle defenderse —Deseaba tanto este puesto, pero tú me humillabas día a día como un maldito esclavo —besó la mejilla del oscuro.

—Aléjate de mí ¿Qué deseas? —sintió un filo presionando su garganta, hasta sentir que cortaba lentamente su cuello, dándose cuenta que era la daga de Bendora.

—Si tanto le amas reúnete con ella, reúnete con tu amada Ferryem.

—¡Piora! No hagas algo de lo que puedes arrepentirte, déjame ahora y haremos como si esto jamás sucedió —se quedó inmóvil, al sentir la daga de Bendora y su poder, era más fácil negociar que sufrir una muerte dolorosa y lenta.

—No hay trato, te concederé el deseo que más anhelas, reunirte con tu esposa —cortándole en cuello, sin darle opción de defenderse, arrancó el medallón de su cuello, mientras el cuerpo del oscuro se convirtió en polvo, en nada, sin dejar rastro sería fácil para Piora continuar con su plan.

Al ver el cuerpo hecho cenizas, lanzó un pañuelo blanco con las iniciales de Linus, subió al caballo regresando al reino dejando al animal en los establos, sin hacer mención a nada, se reguardó en sus aposentos.

Abrió la gran puerta, ingresando a su habitación, deslizó el medallón de su bolsillo, contemplando su imagen por muchos minutos. Al ver el brillo del medallón, lo tentó a ponérselo, obedeciendo sus impulsos, lo hizo, sintiendo como el poder del medallón ingresó a su en una nube negra. Piora absorbió el poder de Triaco, convirtiéndose en un demonio base fuego y agua, se convertiría en un ser inmortal e indestructible si poseía el poder de todos. Cayó sobre la cama, quedando inconsciente por el poder que había tomado, no despertó hasta la mañana siguiente.

Al despertar, salió de su habitación, encontrándose con los dos oscuros, quienes hacían su paseo rutinario de las mañana —Buenos días, ¿has visto a mi hermano? desde anoche no le hemos visto —preguntó uno de los oscuros.

—¡Señor! En verdad no sé qué responder… mencionó un viaje largo, se sentía apenado por la pérdida de su esposa, aún el dolor viene a él, creería que deberían darle tiempo para pensar.

Sabiendo los dos hermanos del sufrimiento de Triaco tras la pérdida de su esposa, comprendieron dejando pasar los días. Fueron siete días, siete días donde Piora logró perfeccionar su plan, perfeccionar su técnica, así tomaría el control del infierno, y tendría un año para planificar el ataque a los ángeles. Pero todo lo haría a su tiempo, sin dejar rastros.

A casi ocho días después de la muerte de uno de los oscuros, siguió el turno de Druagar; era de noche, los guardias ya estaban en posición como siempre, él salía de una de las habitaciones del castillo —Las amo, no vemos mañana —cerró la puerta continuando su camino por los pasillos, se acercó a su habitación, abrió la puerta entrando y caminó por esa alfombra tibia de colores oscuros.

Sentándose en la cama, una sonrisa de felicidad y algarabía visitaron su rostro. Sin embargo no se había dado cuenta de que el enemigo vigilaba sus movimientos.

Al soñar e imaginar una vida, Druagar estaba pensativo y fuera de su mundo, imaginado una vida de familia, fue en donde la misma sombra que atacó al primer guardián, se hizo presente, avanzando sobre la cama, degollándole de igual manera.

Esa sombra, se levantó de la cama y arrancó nuevamente el medallón de su cuello —Veo que te haces ilusiones de una familia que no tendrás jamás —el cuerpo cayó encima de las sábanas manchándolas, Piora dejó que el cuerpo se consumiese, para luego incendiar la habitación con una esfera de fuego. La batalla estaba cerca, solo faltaba uno de los oscuros y debía ser esa noche, si dejaba pasar el tiempo, él no tomaría el control.

Salió de la habitación nuevamente rumbo a la habitación de Alianu, escabulléndose, se ocultó detrás de las cortinas de la habitación. Tras la espera, el último oscuro se acercó a sus aposentos, sostenía la mano de una joven de cabellos grises, entre sonrisas y besos.

La muchacha se acercó a su oído susurrando algo, robándole una sonrisa y mucha felicidad, entre sonrisas la levantó en brazos, besándole y dándole vueltas —Vamos bájame, bájame, me estoy mareando amor.

El oscuro acatando la orden de la muchacha, la bajo —Espérame dentro de una hora en los jardines, debemos decirle a todos esta noticia.

Soltó la mano de la muchacha dejándole en los pasillos, corriendo a sus habitaciones, abrió la gran puerta cerrándole de inmediato, asomándose a su ropero, sacó una cajita de color azul oscuro —Sé que será parte de mi vida —en ese momento la sombra salió de su escondite degollando a Alianu.

Su cuerpo cayó al suelo, observando a su asesino, el cubrió sus heridas tratando de evitar su muerte, pero no pudo, ya era demasiado tarde, la daga estaba consumiendo su vida, al igual que consumió la de sus hermanos.

Se acercó al cuerpo muerto de Alianu, observándole como se consumía en cenizas, arrebatándole su medallón —Creo que esto es mío.

Piora cometió tres delitos, marcando su existencia triple vez, tomó los dos últimos medallones restantes, colgándoselos en el cuello, donde dos tatuajes nuevos cubrieron su brazo, el dolor era tan grande, pero su afán de venganza era mucho más fuerte que el dolor, nada comparado a la gran satisfacción de obtener lo que más ambicionaba; aguantándolo, sin gritar, sus venas sobresalían de su cuello, su piel se tornaba morada de tanto dolor. Su cuerpo se rodeó de una luz negra inmensa que lo asfixiaba. De pronto tres animales salieron de la nada, un murciélago, un chacal y un tiburón, colapsaron el cuerpo del esclavo, dándole el poder del control de la magia y mente. Siendo más poderoso que nunca, podía controlar los poderes de los tres clanes, pero aún le faltaba el poder de los guardianes de luz, para tener el control absoluto y derrocar a Dios, ser invencible, pero para ello debía ordenar sus ideas e idear un plan bastante grande.

Al salir de la habitación, fingió una escena, fingiendo aturdimiento y pena tras la muerte de los guardianes oscuros, convertidos en polvo, salió de allí como loco gritando —¡Ayuda! —llamaba a los guardias, avisando de un ataque improvisto de los ángeles, tomando el control de todo, habló con su pueblo.

Todos al escuchar los gritos desgarradores del esclavo, salían de sus casas, salían de sus trabajos para observar tremendo alboroto, tenía en su mano el pañuelo de Linus y lloraba las muertes de sus reyes. Reunió a todos los demonios, grandes y chicos, fingiendo extremo dolor por la pérdida, fue donde tomó el control de todo en los infiernos, comenzó a hablar de los asesinos que mataron a los guardianes, siendo el único testigo de esos asesinatos.

Desatando la maldad entre ellos, llamando a todos con sus gritos de una libertad que supuestamente no existía —¡Hermanos! —vocifero a todo pulmón —Preparemos todo... Matemos a los que nos despojaron de todo. Los ángeles morirán, sus generaciones no se difundirán por el mundo, así como ellos nos quitaron la libertad, nosotros le quitaremos mucho más que ello. Su vida, a sus amigos, a sus hermanos e hijos, ¡Mataremos a sus primogénitos y a sus habitantes!

El pueblo al escuchar las ideas de Piora no dudaron en seguirle —¡Piora tiene razón! —gritaban cada vez más fuerte, gritos que se escuchaban por todo el reino.

Mientras que ese hombre cuya sed de poder se encontraba frente a miles de pobladores, una persona cuyo rostro no se veía, seguía de pie junto a él totalmente cubierta con una capa negra.

Era la misma que le hizo entrega de la daga, estaba en los infiernos, junto a su nombrado rey. Al desatar una de las revoluciones más grandes de ese reino, le nombraron rey de los infiernos, siguiendo sus órdenes.

Esa misma noche entre sueños y pesadillas, Linus se despertó de una manera desesperante, el sudor había cubierto su rostro y cuerpo, levantándose de la cama, caminó con rapidez hasta la alcoba de Triored, abrió la puerta y entró en completo silencio, notando la cuna de su hija, se acercó a ella y acarició su pequeña cabeza por primera vez, quiso darle un beso pero algo dentro de él se lo impidió.

Vio a Miaka recostado en el tapete a un lado de la cuna, estaba protegida, pero no por mucho tiempo, girando sobre sus talones siguió su camino, hallándose de pronto frente al portal que sus antepasados abrieron.

Caminando horas tras horas esa noche, tomó el camino al reino de los humanos, visitando el mundo que una vez estuvo prohibido para nosotros, pero que nuestros antepasados visitaban antes de morir, encontrando bellas praderas, riscos y un acantilado que le llevaría el mundo real, extendió sus alas, tomando vuelo se lanzó ante ese acantilado.

Perdiéndose entre las nubes, perdiéndose entre las estrellas, encontró el sello de generaciones depositando su poder, debía evitar que algo malo pase, evitar que el mal llegue a su familia. Apareció entre un jardín de flores muy bellas, iluminaciones muy potentes, aterrizando, estiró sus alas, subió las pequeñas escaleras húmedas, entró a una pequeña casa abierta donde las flores abundaban, observando que el adorno del suelo, tenía la forma de un disco hexagonal con la marca del cofre que paso de generación en generación. De pie, erguido ante el sello, extendió sus manos y sus alas, formando entre sus dedos una esfera de fuego —Hoy doy mi sacrificio de amor. Triessag dame la fuerza que requiero —susurró dejando caer la esfera de fuego en medio del círculo, una luz muy brillante salió de su cuerpo, rodeándole varias veces, el sello se abrió, tomando la esfera de poder que había salido de su cuerpo.

Agotado tras ese breve ritual, descanso una hora ocultándose de los humanos tras un pasillo. Extendió nuevamente sus alas emprendiendo vuelo una vez más, regresando a casa, aparentando que nada de ello había pasado, no tenía mucho poder, solo el amor a su familia le mantenía. Retornó a casa, entre el dolor y debilidad, logró continuar su camino a pie, demorando más de lo previsto.

Regresó al castillo, recostándose en su cama, había perdido todo el poder que tenía, el que le obsequiaron y el que paso de generación en generación, volviendo a su medallón obsoleto, tan solo era una simple llave para abrir un candado, el candado del juicio final.

La venganza del caído

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