Читать книгу La venganza del caído - Nathan Burkhard - Страница 15

CAPÍTULO 10:

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TRISTE REALIDAD.

Haber pasado años en un mundo que no fue suyo, obligado a permanecer en lo más bajo cuando en su otra vida fue un príncipe, convertido en esclavo ambicionó el poder y el trono, por sus venas corría sangre de los grandes, un pedazo de escoria que ambicionaba más de lo que le dieron, era el peor de los demonios del clan, su avaricia era única, su maldad era extendida por los años y fue subiendo de puesto conforme mostraba una de las máscaras que tenía, estaba decidido a terminar con esa tregua que tanto impidió que los infiernos se expandieran, terminar con los culpables de arrebatarle lo que más amó en la vida, obligando a ocultar su amor y condenarlo a una tierra que jamás le perteneció.

Era distinto a los demás, su rostro era pálido, cabellos largos sujetos a una coleta, con dos mechones de cabellos que caían por ambos lados de su rostro, sus cejas eran tan oscuras como la noche, sus ojos negros y sus labios tan rojos como la sangre, daban en él la imagen perfecta de ente malévolo, su nombre fue conocido por muchos, pero luego olvidado por los que vinieron, su nombre era Piora.

Había pasado años tras año tratando de encontrar la manera de regresar a su hogar, pero al ser convertido en un demonio toda esperanza moría como sus ganas de seguir sirviendo a reyes y herederos.

Los meses pasaban y el vientre de Triored comenzaba a notarse, estaba muy asustada, cada día y cada noche rezaba a Dios para que libere a su hija de esa presión tan grande, se sentía cada vez más deprimida, temía por la vida de su hija, deseando que ella sea libre, deseando que fuese libre para poder tomar las decisiones que necesitaba. Triored a veces observaba por la ventana a Ïlarian, era tan fuerte, sentía rabia al ver como ese niño se desarrollaba con tanta fuerza y habilidad, mientras su hija no disfrutaría de lo que ese niño de cuatro años hacía en esos momentos.

Ïlarian era demasiado fuerte para su edad, con sus inmensos ojos siempre miraban a Triored, haciéndole sentir una sensación extraña, un vacío que solo la consumía por dentro, sintiendo repulsión por ese niño que le quitaría mucho a su hija. No era como los demás ángeles, era muy ágil y captaba los movimientos muy rápido, le encantaba luchar, pelear con espadas, en otras palabras le encantaba practicar y desarrollar su poder, muchos decían que él sería perfecto para gobernar, ser un soldado fuerte y ágil, diciendo que traería la victoria a su reino.

Linus siempre estaba presente en las prácticas del hijo de su hermano, llegando a verle crecer, disfrutar de sus travesuras y su esposa lo acusó en incontables ocasiones de preferirle antes que al fruto que llevaba en el vientre. Sumida en una gran depresión, se vio abandonada por su esposo, quien no se vio interesado en ese embarazo, pasando sola y paseando por los jardines del reino, observaba como las estaciones cambiaban.

Su nacimiento no estaba previsto hasta comienzos de abril de ese año, justo cuando la primavera comenzaba en el reino, pero no fue como lo previsto. El reino esperaba con algarabía la llegada de ese primogénito, muchos decían ¡Será un varón de asombrosa expresión! Muchos susurraban, ¡Será un lindo varón tan fuerte como el padre, pero tan encantador como la madre! Cuando la verdad era que sería una niña, la niña que traería al mundo la destrucción del pueblo y la guerra de nuevo a sus hogares.

Estaban tan preocupados por sus propios intereses que no se dieron cuenta que alguien había roto la alianza, merodeando por su mundo en busca del tesoro que Linus resguardaba, encontrando la manera de poder entrar a los cielos y tomar lo que por derecho le correspondía.

La venganza del caído

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