Читать книгу No te olvides de los que nos quedamos - Nélida Wisneke - Страница 10

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Los reflejos de los rayos del sol comenzaron a retirarse y mi mamá empezó a bostezar muy seguido. El hombre de la escopeta llamó a las mujeres y nosotros, los niños, nos intercambiamos florcitas de trébol y otras maravillas diminutas.

Uno de los chicos tenía en sus manos un escarabajo negro con un par de cuernos. Uno a cada lado de sus ojos. Cada vez que quería erguirse, el niño lo volteaba colocándolo patas arriba. El insecto intentaba desplegar las alas que estaban escondidas debajo de un capuchón duro y no lo conseguía. Movía sus seis patas como si estuviera bailando. Para nosotros era muy divertido verlo. De repente, sentí la respiración de mamá cerca de mi oreja y en su voz, que dejó de ser un susurro, nos dijo:

Deixem já esse besouro!24 Ele também quer viver. Trabalhou durante o dia, Rolando bosta no ninho Para seus filhos comer. E agora, vocês, meninos Vêm a ele atrapalhar? Deixem-no em liberdade. Não esqueçam que pra humanidade, Existe um só mandamento: Que em quanto estejamos vivos, Tudo o que seja vivente, Animais, plantas selvagens, Devem receber o mesmo Respeito e atendimento.

El escarabajo se fue volando hasta las hojas de una “pariparoba” 25 que había logrado enredarse entre las ramas de una ortiga gigante. En ese instante se escuchó: tu, tu, tu, tu, tu, tu, tu26. El surucuá visitante estaba cerca. Nos quedamos en silencio.

Los hombres se adelantaron. Nosotros nos juntamos y comenzamos a medir nuestros pasos. Las mujeres buscaban un lugar para escondernos. Ya allí, esperamos. Tirados en el suelo, con el corazón palpitando y nuestros pechos rozando las hojas secas que comenzaron a humedecerse con la caída del sol y la llegada de una nueva noche. La primera, juntos, en la selva.

No te olvides de los que nos quedamos

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