Читать книгу Ni rosa ni azul - Olga Barroso Braojos - Страница 14
1.4 DISTINTOS PELIGROS QUE PUEDEN SUFRIR NIÑOS Y NIÑAS
ОглавлениеParte de esta realidad diferente que van a tener que enfrentar nuestros niños y nuestras niñas, aunque compartan país, ciudad o pueblo, es la que tiene que ver con los peligros a los que están expuestos y los problemas que pueden llegar a sufrir durante su desarrollo.
Para pensar más en profundidad sobre esta cuestión, nos gustaría plantear esta pregunta:
¿Qué peligro deseáis con más fuerza que no golpee a vuestros niños y niñas durante el proceso mediante el cual se van a convertir en adultos?
Una de las cuestiones que más deseamos la mayoría de los padres y madres, así como los profesionales del ámbito de la infancia, es que nuestros niños y niñas se desarrollen bien (que maduren dentro de ellos todas las capacidades necesarias para que se adapten satisfactoriamente al mundo adulto) y que sean felices. Y que no les ocurran hechos extremadamente dolorosos que los hieran e impidan tanto su sano desarrollo como su felicidad.
De hecho, gran parte de nuestro esfuerzo en la crianza y en la educación se dirige precisamente a esto, a protegerlos de peligros, de situaciones que los puedan dañar. También a dotarlos de herramientas y fortalezas para que, si dichas situaciones ocurrieran, aunque inevitablemente les causaran dolor, el impacto se quedara solo en eso, en un dolor que terminara por disiparse y no en un daño físico o psicológico permanente.
Esto es así porque, lamentablemente, en nuestra sociedad aún existen peligros que pueden cruzarse en el camino de nuestros menores. Lo que queremos que penséis ahora es si estos peligros son los mismos para los niños que para las niñas… A poco que lo pensemos, nos daremos cuenta de que no.
Si la pregunta que hemos formulado se refiriera a los niños: «¿Qué peligro deseáis con más fuerza que no golpee a los niños varones durante el proceso mediante el cual se van a convertir en adultos?», la respuesta que daríais ¿sería la misma que si la pregunta fuera esta?: «¿Qué peligro deseáis con más fuerza que no golpee a las niñas durante el proceso mediante el cual se van a convertir en adultas?».
Las niñas, desde bien pequeñas, y fundamentalmente en la adolescencia, pueden ser víctimas de miradas lascivas, de comentarios obscenos, tanto por parte de sus iguales como de hombres que les doblan o triplican la edad. Pueden también enfrentarse a que las llamen «guarras» porque a los 16 años hayan decidido explorar su sexualidad o, en el peor de los casos, se pueden enfrentar a que un desconocido las intente tocar o las toque por la calle, en un concierto o en algún medio de transporte. O que las acose de regreso a casa, haciéndoles pasar terror tras haber salido a divertirse o a comprar el pan. Si esto último te parece excesivo, haz un pequeño experimento: pregunta a las mujeres de tu entorno si alguna vez han pasado miedo volviendo a casa. Pregúntales quién fue el causante de su terror. Te sorprenderá la cantidad de mujeres que te van a decir que sí y que te van a contar experiencias muy desagradables. O que te van a contar que tienen miedo, en general, si regresan a casa solas por la noche. Y si quieres completar la investigación, pregunta a los hombres de tu entorno si han vivido alguna vez algo parecido a lo que ellas te contaron.
Los niños no tendrán que enfrentarse en su desarrollo a este tipo de peligros; tendrán que enfrentar otros, pero no este. Nuestra sociedad aún presenta estas amenazas para nuestras niñas. Nuestras pequeñas no están libres de que esta barbaridad les pueda suceder. Este tipo de situaciones no las tienen que vivir los chicos, les suceden en exclusiva a las niñas por el mero hecho de ser niñas. Nunca nos preocuparemos por que un chico de 14 años volviendo a casa por la noche, en una zona poco transitada, esté expuesto a que un grupo de cuatro o cinco chicas mayores de edad le acorralen y le fuercen sexualmente. No nos tendremos que preocupar por esto en el caso de un chico porque esto no pasa. En nuestra sociedad estas agresiones solo se producen en el sentido inverso: hombre que agrede, mujer agredida. Por lo que los peligros no son iguales para las niñas y para las adolescentes que para los niños y para los adolescentes.
Que exista este peligro para las niñas y adolescentes es muy grave. Por un lado, las menores que son golpeadas por él experimentan un dolor emocional inmenso y potencialmente permanente porque puede generar heridas psicológicas muy profundas. Pero, por otro lado, que exista este peligro daña también a las menores, sin que necesariamente lo sufran directamente, puesto que puede llevarlas a:
• Aprender, de manera implícita, que las mujeres somos objetos sexuales de los hombres. Si los hombres se permiten comentar el cuerpo de una niña, de una jovencita, usarlo para su gratificación sexual y esto pasa constantemente y no se impide ni censura —incluso a veces se felicita, se ríe o se refuerza—, las niñas pueden llegar a asimilar que no tienen tanto derecho a que se respete su cuerpo y su sexualidad, porque viven experimentando continuamente que no se respeta. Para que las niñas aprendan que su cuerpo es suyo y que nadie tiene derechos sobre él —solo ellas mismas—, hay que decírselo, pero también deben percibir un trato coherente con esta afirmación. Una sociedad en la que los hombres siguen haciendo comentarios obscenos hacia las mujeres sigue transmitiendo, mediante estas conductas, un mensaje que dice que el cuerpo de las mujeres pertenece a los hombres, y que los hombres tienen derechos sobre él. ¿Cómo aprender que soy respetable si no se me respeta?
• Que experimenten que la calle es un lugar peligroso para ellas; que están seguras si van con un chico, pero no solas. Esto puede llegar a extrapolarse, causando una peligrosa herida: asimilar que las mujeres no pueden enfrentar la vida por sí mismas, y que necesitan a un hombre.
• Ser víctimas de maltrato en el noviazgo. Este es otro peligro que pueden sufrir las niñas al llegar a la adolescencia —y, con ella, a las primeras relaciones afectivas—. Una adolescente puede tener que vivir que un chico le diga que la quiere, pero la insulte, la controle, le impida salir con sus amistades o, en el peor de los casos, la agreda también física o sexualmente. Este peligro, a diferencia de los anteriores, también lo pueden sufrir los chicos. Es decir, un adolescente puede iniciar una relación sentimental con una chica que se relacione dentro de una pareja de una manera violenta. Ahora bien, esto sucede con una frecuencia tan baja que es un fenómeno altamente improbable.
Nuestros niños también están expuestos a peligros. Un niño de hoy, futuro adolescente del mañana, se puede encontrar teniendo que vivir situaciones tan dañinas como que todo su grupo de amigos le presione para que realice una conducta peligrosa: beber en exceso, drogarse, conducir temerariamente, cometer una ilegalidad, meterse en peleas, tratar mal a una chica, consumir prostitución o asumir un riesgo físico, para demostrar que no es un «gallina», que es «un hombre de verdad».
Al igual que comentábamos en el caso de las niñas, estos peligros se dirigen exclusivamente a los niños en su futuro por el mero hecho de ser niños. No quisiéramos que les ocurrieran pero, lamentablemente, tenemos una sociedad en la que esto es algo que les puede suceder. Y, de la misma manera que exponíamos en el caso de los peligros que pueden sufrir nuestras niñas, lo terrible de que estos peligros que se dirigen a los niños existan es que, aunque no les golpeen directamente, los pueden llevar a aprender:
• Que la manera de estar seguros, de tener éxito o reconocimiento social es ponerse en peligro o hacer daño a un tercero (normalmente a una chica).
• Que la manera de ser adecuados, de ser lo que se espera de ellos, es «hacerse los duros». Para lograr esto, tienen que reprimir sus miedos, para lo que tendrán que aprender a desconectarse de sus sentimientos. Y tienen que bloquear también el uso de la empatía. Esto produce un daño muy severo, y cercena el funcionamiento emocional sano, que es lo que nos hace humanos y la pieza imprescindible para estar bien psicológicamente.
• Que no están seguros cuando expresan lo que sienten, porque, cuando lo hacen, pueden ser insultados. Esto lleva a que puedan extrapolar que la manera de estar seguros es no expresar emociones.
Que estos peligros existan y que existan de esta manera diferenciada supone que tenemos una sociedad y un mundo desigual para los niños y para las niñas. El escenario en el que transcurre su vida no es un escenario en el que haya una igualdad real porque, por mucho que en occidente legalmente hombres y mujeres tengan los mismos derechos, el trato que reciben unos y otros no es el mismo.