Читать книгу Ni rosa ni azul - Olga Barroso Braojos - Страница 18
2.2 LA INVESTIGACIÓN MUESTRA CÓMO HACEMOS A NIÑOS Y NIÑAS DIFERENTES
ОглавлениеEn 1974 se publicó en el American Journal of Orthopsychiatry el artículo «El ojo que mira: la visión de los progenitores sobre el sexo del recién nacido». En él se explicaba el siguiente experimento: se entrevistó a treinta parejas de padres al día siguiente de haber tenido a su primer bebé. Los bebés eran de idéntico peso y talla. Sin embargo, los padres de bebés niñas las definían como «pequeñitas», «monas», «de rasgos finos»; y los padres de bebés niños se referían a ellos como «grandes», «fuertes», «de rasgos marcados». Los bebés eran muy parecidos, prácticamente idénticos en tamaño y complexión; sin embargo, los estereotipos presentes en sus padres habían activado su mecanismo de etiquetado diferenciado automático y con él estaban viendo en sus bebés rasgos «de niña» y rasgos «de niño» que solo estaban en su mente. Estos rasgos influirán en su manera posterior de educar a esos bebés.
En 1976, en Child Development, se publicó el artículo «Diferencias sexuales, un estudio del ojo que mira». En él se describía el siguiente experimento: se proyectaba un vídeo a un grupo de estudiantes en el que se veía a un bebé de nueve meses jugando, que en algunos momentos lloraba. A la mitad del grupo se le dijo que se trataba de una niña y a la otra mitad se le dijo que el bebé era un niño. Cuando se le preguntaba a la mitad del grupo que creía que el bebé era niña por qué había llorado, sus componentes respondían «porque tiene miedo». Cuando se hacía la misma pregunta a la mitad del grupo que creía que el bebé era niño, sus componentes respondían «porque está enfadado». Todos habían visto al mismo bebé, pero en la cabeza de los espectadores se había visto un bebé diferente en función de si consideraban que era niño o niña.
Se había visto un bebé fuerte si se pensaba que era niño o un bebé frágil si se pensaba que era niña. Los estereotipos de género habían hecho su trabajo. El legado de nuestra historia actuando una vez más.
La cadena BBC realizó en 2018 este experimento: se mostraba a los internautas un vídeo, que se hizo viral, en el que aparecían dos bebés (niño y niña) con la ropa intercambiada. Durante el experimento, Marnie se convirtió en «Oliver» y Edward en «Sofie». Pusieron a adultos a jugar con los bebés, dejando a su alcance varios juguetes. ¿Adivináis lo que pasó? Espontáneamente, los adultos ofrecieron a «Sofie» la muñeca y los peluches, y a «Oliver» los cochecitos y robots. Cuando se reveló el engaño, los participantes se mostraron algo enfadados. Estaban convencidos de haber elegido los juguetes al azar, sin tener en cuenta el género del bebé1.
También recomendamos esta miniserie de la BBC llamada No more boys and girls: can our kids go gender free?, que explora a fondo cómo los adultos seguimos educando a los niños y niñas con los estereotipos de género.
Kevin Diter en su artículo «L’ amour c’est pas pour les garçons» (El amor no es para niños) recoge los datos de una investigación en centros educativos. Durante su investigación detectó que el personal educativo no solía reprender a los niños y niñas que se reían de niños varones a los que se consideraba demasiado sentimentales, y tampoco los castigaba si los insultaban.
En el artículo «La vinculación de la educación y el género», de M. Castillo y R. Gamboa, publicado en 2013 en Actualidades Investigativas en Educación, se pone de manifiesto cómo los docentes siguen dando más la palabra y prestando más atención a los niños en clase.
Hemos seleccionado estas investigaciones de un vasto conjunto de estudios científicos que muestran cómo en nuestro cerebro siguen instalados los estereotipos de género y cómo, sin darnos cuenta, organizan nuestra manera de tratar y de enseñar a los niños y a las niñas. Nos llevan a no tratar igual a los niños y a las niñas, a seguir «construyendo niños y niñas», dándoles claves, códigos y formas de ser diferentes que se adquieren de forma invisible, para decir después que estos son innatos cuando verdaderamente han sido enseñados. Como si le cortáramos las alas a un pájaro y después le acusáramos de no ser capaz de volar.