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Los yonquis que se raspaban con piedras los brazos
ОглавлениеHay cosas que no recuerdo con precisión, porque luego me he llevado muchos golpes en la cabeza con el boxeo, pero sí sé perfectamente que en aquellas visitas raras había muchos yonquis que se raspaban con piedras los brazos. «Qué mierda está haciendo esta gente», pensaba yo. Y cuando venían mis amigos de la casa que habían entrado —a mí me decían siempre que esperara fuera—, les preguntaba por qué hacían eso y solo me respondían:
—Nada, porque les pica.
No había más explicaciones. Luego entendí que era algo así como que al pincharse se les quedaba la marca y con la piedra se disimulaba, pero, vamos, que es lo que yo creí después. Hoy aún tampoco lo tengo muy claro y ya ni sé si quiero saberlo. La realidad es que mi supuesto grupo de amigos se gastaba lo que habían pillado de la joyería o de donde fuera en drogas. La mayoría ha acabado muy mal. Uno murió hace años al caerse de un tejado mientras robaba; otros están en la cárcel y los demás están enganchados a las putas drogas. Presos o muertos, así han terminado muchos. Todavía veo a algunos jodidos por el barrio. Intento echarles un cable, aunque ellos me llevaran por la mala vida. Ahora me doy cuenta de que se aprovecharon de mí porque me hacían hacer cosas que, siendo un niño, no era del todo consciente. No sabía distinguir lo que era el bien y el mal. Sin embargo, para mí eran mis héroes. Pero si me llega a pillar la poli, la historia hubiera sido distinta. Aunque debo reconocer que la policía siempre se portó muy bien conmigo, debía de ser por mi cara de bueno.
En el fondo era consciente de que no había amigos y de que los únicos que podía tener era la familia. Lo demás eran relaciones de interés para llegar a algún punto o quizá para evitar otro. Yo me juntaba con estos chicos mayores porque me daban dinero para ir al gimnasio y también fuerza para defenderme en el colegio. Sabía que esa relación tenía de amistad lo que yo de negro, pero era lo que había. Aquello era la selva y en la calle había que relacionarse bien si querías sobrevivir.
El barrio era muy complicado por entonces, y uno tenía que saber muy bien los pasos que daba, con quién se juntaba y cómo jugaba sus cartas para poder sobrevivir. En ese momento Pan Bendito era mucho más conflictivo que ahora. Es verdad que todavía sigue habiendo rollos raros —de hecho, hace poco hubo unas muertes—, pero antes era a ver quién tenía más cojones. Así, tal cual. Y como fueras débil tenías todas las de perder. Eso lo sabe todo el mundo y había que vivir aquí para saber de verdad lo que se cocía en las calles.