Читать книгу Treinta y dos rayos en Madrid - Orlando Milani - Страница 9
IV
ОглавлениеCuando terminó el curso de artillero y le dieron para que cosiera en su uniforme las tiras de cabo segundo, una ve corta gruesa y otra más delgada, se sintió formando parte de algo más grande que él mismo. Como si tuviera otra familia, pero enorme, que llegaba hasta el horizonte. Pensó inflando el pecho: “Manuel Isidro Pérez, cabo segundo de la Armada Argentina”.
No alcanzó Ángela a coser las jinetas rojas en el uniforme azul oscuro cuando rápidamente se ofreció: —voy al almacén a buscar pan, ¿necesita algo?
—Nada —respondió su mujer, sabiendo que lo importante ahora era hacer tomar aire y gente a ese uniforme. Por primera vez, supo que su esposo era realmente feliz, casi como ella.
Tomó a Isidro de la mano y alzó en brazos a Consuelo, y salió silbando a la calle, enfundado en su uniforme de la Armada Argentina y saludando a todo el barrio.
En enero del año 33 lo destinaron al Crucero 25 de Mayo. Nuevo, hermoso. Botado en un astillero italiano. Todo de color gris claro y lleno de cañones. La primera vez que lo abordó, le pareció haber llegado al futuro. Nunca se había ido de su cabeza el Neptuno, aquel cumplidor cacharro que lo había traído desde España.
Casi al mismo tiempo llegó el ascenso a cabo primero.
Ya había navegado en un destructor hasta Tierra del Fuego y doblado el cabo de Hornos. Tempestad, frío y nieve. Después de eso, el Río de la Plata y el Atlántico sur hasta Sudáfrica y los alrededores de Malvinas le parecían bastante tranquilos. Hasta allí habían llegado sus incursiones marineras.
En febrero, llegaron los nuevos marineros conscriptos al crucero. Fue la primera vez que vio a ese flacucho desgarbado y con pelos azabache que parecían clavos. La mirada siempre en el suelo. La pobreza aleteando en la piel.