Читать книгу Bell: La vida es puro cuento - P. S. Brandon - Страница 16
ОглавлениеLa cabeza en las nubes
Al fin, mi roommate se ha ido, y no volverá hasta en una semana. Yo estaba algo desesperado ya que quería hacer esto desde hace días. Me resultaba casi imposible encontrar un espacio para mí, ya que el trabajo me tenía muy ocupado y todas mis otras actividades: grabar, pasear a Jagger (el husky con heterocromía de mi roommate) y al gran danés de la señora Delia (mi vecina de sesenta y ocho años, que ya no puede pasear a su bestia), salir a andar en mi bicicleta por el boulevard, salir a correr para distraerme de mis labores y la escuela… Y lo que pospuso por más tiempo mi oportunidad fue que llegaran las vacaciones decembrinas y tuviera que irme a la casa de mis padres en Mazatlán para poder celebrar en compañía de mi familia de las tradicionales posadas, festejos y demás rituales sociales de la temporada.
Lo que en realidad yo quería era un tiempo de privacidad y de relajación para mí mismo y poder darme una buena jalada. De hacer que mi mal genio se me escapara en una eyaculación.
Desde hace un año, y por voluntad propia, había decidido ya no llevar a cabo actos sexuales con otra persona a no ser que en verdad se hubiera esforzado mucho intentando persuadirme y se lo mereciera, o que fuera una ocasión especial y yo estuviera deseoso. Solo había cogido una vez en los últimos diez meses. Incluso antes me masturbaba y me masturbaba mucho, hasta cinco veces al día, de ser posible, pensando en orgasmos y gemidos de mis acostones, en las sensaciones de un culo o un coño estrechos o incluso de otra verga en mi propio interior. Tenía mucho tiempo sin hacerlo, así que estaba ansioso por poder sacar toda mi leche almacenada y únicamente disfrutarme yo.
Había estado hablando con un tal “THE.GUY.WITH.RED.UNDERWEAR”, un chico con quien durante este tiempo hablaba sobre unos textos que escribía en un blog de Tumblr. Hasta que, sin querer, él me envió un gif de una pareja cogiendo. Y rápidamente se disculpó y yo le respondí: “Manda algo más interesante, de una rusa o a alguien haciéndose una paja o algo”. Y lo hizo: mandó infinidad de videos e imágenes y, en una de ellas, encontré un tipo masturbándose de una manera increíble, y había decidido igualarlo, pero necesitaba privacidad para hacerlo igual.
En cuanto desperté esa mañana, seguía viendo los gifs, e incluso yo había husmeado en su Tumblr para encontrar inspiración para poder comenzar. Justo debajo de una frase: “Podríamos escribir juntos un cuento erótico.”, estaba un sinfín de imágenes de actos sexuales tan excitantes que, únicamente con verlos, ya estaba excitado. En mi viaje en el taxi iba guardando los videos que quería observar e imitar.
Recién llegué a casa de dejar a Jorge en la central de autobuses y, en cuanto cierro la puerta de la casa, me saco la playera. Dejo el celular y comienzo a imitar la imagen. Tomé mi pene y comencé a sacudirlo con firmeza, y lo hago sin piedad, así como si me lo quisiera arrancar, y termina erecto completamente. No me costó trabajo excitarme, ya que por quince minutos he estado viendo pornografía.
Saco mi pene y lo levanto, dejando que el tronco quedara firme entre la orilla del pantalón y mi piel, y comencé a menear y hacer sentadillas, para frotarlo. Todo mi cuerpo recibía una sacudida y un escalofrío, algo increíble e incomparable, mientras yo estaba únicamente moviéndome de arriba hacia abajo.
Hice una pausa y me fui a mi recámara. De camino, me había quitado el pantalón y me iba tocando los testículos. En la casa no había ningún sonido, así que únicamente escuchaba mis propios gemidos y mis “mmmh”, “aaah”, como los chicos de los videos y como acostumbraba hacer cuando me complacía.
Llegué a mi habitación. Mientras aún me tocaba el miembro, vi mi cuerpo reflejado en mi espejo, y nunca antes me había visto tan atractivo. Mis parejas lo decían, incluso yo sabía que lo era, pero era la primera vez que yo me lo creía. Orgulloso, me mostraba ante a mí mismo como un pavorreal. Mientras tocaba mi cuerpo, moví el espejo justo en frente de mi cama, lo recargué en una silla y en una maleta y me puse en posición para hacerlo.
Me recosté bocabajo y comencé a frotarme contra la cama. Ya había perdido la erección, así que mi verga se empezó a hinchar poco a poco. No apartaba la vista en mi espejo. Me veía y admiraba mi rostro excitado. Me giré y puse una almohada para descansar mi cabeza. La doblé hacia atrás para no dejar de ver mi reflejo y comencé a acariciar todo mi cuerpo, empezando desde mis pezones, pellizcándolos, y después por mis axilas, jalando los vellos. Después me concentré en mi verga. Recorrí mi prepucio dejando la cabeza descubierta y únicamente tironeaba, de arriba abajo. Hacía incluso aún más sonidos y movía mi cadera, también de arriba abajo, mientras descansaba en mi cama, como si estuviera cogiendo y montaran mi verga.
La luz del atardecer atraviesa la puerta de cristal que da a un pequeño balcón del cual puedo ver casi todo, donde acostumbro fumarme un cigarrillo, para poder ver el atardecer o solamente para distraerme y gozar de un buen tabaco o de mi café matutino o un té. La luz me da en la cara, y eso ha hecho que se me ocurra una idea: masturbarme en la puerta. Me levanto y camino a la puerta aún con mi miembro en la mano. Continúo mi jugueteo y otra vez. Todo mi cuerpo se sacude moviéndome de arriba hacia abajo por el movimiento del acto. A pesar de que me paro con la misma firmeza que está parada mi verga, el deseo hace que me quiera caer al suelo y seguir tironeando. Y los orgasmos y gemidos aumentan, lo que indica que estoy por venirme. Los instantes justo antes de la eyaculación son divinos. Es como una explosión, una energía que ha estado contenida mucho tiempo y de repente todo se libera.
Siento que está llegando, y me preparo para ver cómo eyacularé, justo como el tapón de una botella a punto de salir disparado. La presión sube y mi eyaculación es el alivio de esta tensión acumulada. El semen sube y explota de mi pene, y la expulsión va acompañada de los espasmos más vigorizantes y satisfactorios que pude haber experimentado. Al fin he liberado al genio de su botella.