Читать книгу Bell: La vida es puro cuento - P. S. Brandon - Страница 7
Оглавление¿Cómo empezar? Esa fue la pregunta que me hice todo ese cuatrimestre. ¿De dónde diablos voy a sacar una gran historia? ¿Cómo empezar a escribir una si todo ya está escrito? ¡Todo lo que pasa en mi ciudad no es importante ni interesante! Y mi vida no es tan relevante.
Siempre le respondía a mi maestro cuando me pedía avances del escrito del proyecto final: un libro. Yo entré a la carrera de Ciencias de la Comunicación porque quería ser escritor, porque soy un chico que cree que todo es una buena historia, pero no, la vida no es así. Incluso mi propia historia de vida, no creo que sea muy interesante.
Mi profesor me pidió que inventara un personaje, para poder entregarle algo al terminar el día y le escribí una autobiografía de mi personaje:
Mi nombre es Ferdinand Martínez Bell, pero todos me dicen Bell o “Rojo”, puesto que acostumbro a vestir ropa roja.
Nací en la ciudad de Santander, España, la ciudad de mi padre, donde su familia tiene un negocio de comercio de pesca de mariscos y es reconocido por la venta de sardinas y camarones.
Mi madre es de ascendencia inglesa, un ancestro de ella fue un miembro de la corte real: fue Conde de no sé qué.
Cuando yo era niño, mi familia dejó España y nos mudamos a Guadalajara, en México, donde mi madre tenía familia.
Rehicimos nuestra vida en Guadalajara. Mis padres compraron una casa gigante con seis recámaras para solamente mi padre, mi madre, mi hermana y mis dos perros.
Mi familia siempre me inculcó el gusto por la lectura, ya que desde pequeño me leían los cuentos de Andersen y los hermanos Grimm – la versión para niños, desde luego– y yo siempre me imaginaba mi vida como una de esas historias.
A los diez años, le pedí a mi padre que me ayudara a hacer un pequeño cuarto de lectura, y acondicionamos un pequeño estudio, similar a una biblioteca, donde pudiera llevar acabo mis tareas, poder ensayar mis obras, leer, ver televisión: ser yo mismo. Conforme crecí, también esa sala se volvió el lugar donde descubrí la pornografía y buscaba experiencias sexuales después de leer al Marqués de Sade. Incluso pasaba más tiempo ahí que en mi propia habitación.
En el ambiente en el que me desarrollé, descubrí que también tenía la habilidad para escribir libretos y cuentos.
Mi meta era escribir varios libros de historias fantásticas, eróticas y unas cuantas historias terroríficas (porque no todo en la vida es sexo).
Con esa información, el profesor me pidió que trabajara más, que usara los detalles para poder crear una gran historia. Teniendo la información de que me gustaba el erotismo, me retó a escribir cuentos eróticos.
Estos cuentos que vas a leer los escribí como un trabajo para la universidad. A mi profesor de redacción, Sergio Luis Patiño, le gustaron mucho, espero que a ti como lector también te gusten pues, al igual que los otros cuentos, tienen como función entretener a la gente. Estaré acompañándote en la lectura con estas notas y dedicatorias. Espero que no te moleste. También he puesto unos microcuentos que complementan la historia.
Asimismo, conforme avances en la lectura de esta recopilación, al igual que mi profesor, te darás cuenta de que está escondida una gran historia.
Esta primera historia es sobre mi mejor amigo de la universidad, un chico blanco como la nieve y buenmozo, incluso más que yo: Dylan; pero a mí me gusta decirle Snow. Él suele decirme Rojo en ocasiones, ya que siempre uso una prenda de ropa color rojo.
Es un chico que es abiertamente homosexual. La mejor persona con la que he convivido. Al estar con él, me siento obligado a verme bien. Aún recuerdo cuando me dijo: “Es mejor verse bien que hacer el bien”, ya que él es el chico con más estilo del mundo.
Cuando íbamos en el primer año de la universidad, empezamos a trabajar en un periódico para ganar experiencia y, durante esos meses, le ocurrió una situación muy peculiar. Snow era muy reservado, mientras que yo solía ser muy abierto con él. Poco habla de sus cosas íntimas, pero, cuando me contó esta situación, me dio justo la inspiración que necesitaba para comenzar a escribir estas historias.
A mi buen amigo: A veces, la persona perfecta no es la indicada.