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No sabía que se podía


Estaba harta de la escuela, del trabajo, de mi familia, de mis amigos y compañeros. Así que había decidido escapar yo sola de tanto desastre. Para poder relajarme, había hecho una reservación en un hotel con spa, para mí sola el fin de semana.

El viernes, después de haber ido a trabajar, pasé a Sam’s para poder comprar algo para poder comer el fin de semana. Entré al pasillo de vinos y licores y estaba viendo las botellas. Nunca había consumido vino; mis padres tampoco bebían, pero mis amigos de la universidad eran unos alcohólicos. Y me habían comentado que el vino tinto o rosado era muy bueno. Una amiga de la oficina me había recomendado una receta para hacer clericot.

Había un chico con un sombrero negro en el pasillo. Me acerqué para preguntarle sobre vinos. Me recomendó uno: Lustful Obsession.

–Es muy bueno; solo que no lo bebas sola: es muy fuerte. A veces te da impulsos que no puedes controlar por ti misma –dijo, y tomé dos botellas.

Llegué al hotel y hubo una serie de complicaciones. Me cambiaron de habitación tres veces. La primera estaba muy caliente, ya que no servía el aire acondicionado y la cama estaba dura. La segunda cama era muy blanda, ya que tenía el colchón lleno de hoyos, y al baño solo le servía el agua fría.

Había pedido un masaje relajante y ahí estaba, esperando, recién bañada, sentada en la ventana, viendo hacia la piscina un sábado en la noche, bebiendo una copa de vino.

El vino me hizo sentir mucho calor y extrañas sensaciones en mi cuerpo.

Llaman a la puerta. Es el masajista. Pensé que sería una chica o un hombre mayor, pero el masajista es un hombre que aparenta tener treinta años o poco más, es alto y de complexión fornida; su cabello está algo canoso, es mulato, tiene los ojos verdes y su piel morena se ve enrojecida por el sol, por lo que se ve muy exótico.

Me ha pedido que me saque la ropa y me quedé en bragas. Lleva una camilla y me pide que me recueste en ella, bocabajo para comenzar. Me recuesto de espaldas con mis piernas muy juntas. Me cubre con una sábana blanca de la cintura para abajo y comienza a masajear mi espalda, desde los hombros hasta mi cintura. Me pone aceites y esencias. Comienza a frotarme con sus manos. Siento el calor que me trasfiere. Cambia de posición para poder continuar con su trabajo, después empieza a quitarme las bragas. Me pide que me voltee y eso hago. Me ha llenado ahora de unas esencias en un aceite tibio, que caen escurriendo sobre mis senos y mi abdomen. Huele a lavanda, y se siente increíble. Me recorre con las manos; usa un movimiento circular comenzando lentamente y cambia con una ligera presión, y luego aumenta.

Esto genera en mí un aumento de temperatura. La fricción ocasiona la aparición de rubor en rostro, pecho, cuello y abdomen; por otra parte, la respiración se agita y los latidos del corazón se aceleran por la presión de la sangre. Es entonces cuando todo el cuerpo se estremece.

–Esa sensación indica que necesitas relajarte y, ya que has pedido un masaje relajante, te ayudaré a relajarte, además de que te ofrezco algo por las complicaciones que tuviste. Pide lo que te gustaría sentir; es parte del masaje ―dice el masajista, y empieza a deslizar sus manos hasta mi entrepierna.

Me masturba solamente con una mano, principalmente alrededor de mi clítoris, luego cambia gradualmente frotando con un movimiento hacia adelante y hacia atrás.

Tengo mis piernas separadas. Usa la mano izquierda para tocar la parte de arriba de mis genitales, entonces usa la mano derecha para tocar mi clítoris. Empiezo a dilatarme. Los músculos vaginales se abren. Al mismo tiempo, los labios menores crecen hasta sobresalir entre los mayores. Mientras la pasión de su mano aumenta, comienzo a tener la sensación que deseo.

–¿Sabes? Deberías usar la lengua y quedarte en mi entrepierna, hasta que acabe –le dije jadeante.

–Eso sería una buena opción. La lengua es el musculo más fuerte del cuerpo, pero solo nos permiten usar las manos –respondió en un tono serio; no parecía estar disfrutando el acto.

Justo cuando empecé a sentir que terminaba, el hombre se detuvo y me dijo que ya había terminado. Me levantó de la camilla, la recogió, caminó hacia la puerta y me pidió que le abriera la puerta. Cuando lo hice, se fue de la habitación.

Maldito tipo, me dejó súper caliente y no sabía cómo frenarme. No llevaba mi vibrador y estaba insatisfecha de nuestra última vez. Me sentía tan caliente y húmeda, que se veía cómo mi vagina escurría.

Abrí la otra botella de vino y le di un trago. Regreso a mi cama, ansiosa de satisfacerme y con coraje me recuesto bocabajo. Tengo mis piernas juntas y separadas alternativamente, acción que me trae una sensación que estremece mi cuerpo. Uso mi mano izquierda para tocar la parte de arriba de mis genitales entonces, puedo usar mi mano derecha para mi clítoris. Me giro envuelta en mi propia libido, sin alejar la mano de mi vagina, mientras empiezo a juguetear con mi propio fluido, dibujando con él entre mis labios.

Dejo mi vagina tranquila y jugueteo con mis pechos, tocando mis pezones y llevando mis dedos por todo mi cuerpo. Aún estoy algo aceitosa por lo que me puso, huelo a lavanda, y cuando me froto, el olor se desprende de mí y me gusta. Mis gemidos y ese olor me hacen estar muy satisfecha. Regreso a mi vagina y me meto los dejos, ya qué, y muevo mis caderas para asimilar que estoy cogiendo e imagino que mis dedos son una gran verga en mi interior.

Después de un rato, comienzo a sentir el orgasmo. Termino y aun así quiero más. No sabía que podía sentir eso.

Llaman a la puerta. Me envolví en una sábana y me fui a abrir. Es el masajista. Ya no vestía el uniforme del hotel, ni llevaba la camilla.

–Hola –dijo y sonrió–. Ya salí. Ya me permiten usar la lengua.

Me observó y yo a él.

–Lindo lunar –dijo señalando mi lunar, que tenía en el hombro izquierdo.

Vi que tenía un anillo de matrimonio.

–Yo creo que no deberías de usarla –le dije.

Intentó besarme y bajé el rostro. Besó mi nariz y mi mejilla. Cerré la puerta, y él seguía afuera tocando la puerta y susurrando, mientras yo estaba en el suelo, tocándome.

Bell: La vida es puro cuento

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