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1 · Adela, mi heroína sin estatua

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Llegué donde la Carmen contenta de lo que había averiguado. Los perros volvieron a ladrar cuando toqué el timbre, aunque esta vez les tuve menos miedo. La verdad es que Mafalda y Frida no son tan peligrosas… Al entrar al living, miré todo con mayor atención. Detrás del sillón del fondo, apegado a la muralla, volví a fijarme en una serie de grabados de fuertes colores, que después supe eran de su primera época cuando, recién casada, partió a Estados Unidos. El cariñoso recibimiento y el ambiente cálido, permitió que no me costara nada retomar nuestra larga conversación anterior.

Le pregunté cómo se sentía. Si yo no hubiera sabido, nada me hubiera indicado que hacía ocho meses había pasado un tiempo largo en la clínica, con una compleja operación al corazón agravada con una neumonía. Simplemente no le toqué el tema. Estaba regia, llena de ánimo y con ganas de conversar.

Partí poniéndola al día de lo que había encontrado sobre sus abuelos, le mostré algunas fotos y parece que la sorprendí cuando le dije que, aparte de todas sus cualidades, Adela no solo había sido una gran activista del voto femenino, sino que también escritora.

No sabía que mi abuela hubiera escrito algo… ¡Qué interesante! ¿Y sabes sobre qué?

En 1930 escribió Tragedias de la realidad y solo para que captes su tono, te leo el epígrafe: “Mujer cuyos ojos piadosos van a posarse sobre estas páginas, acuérdate de todas las infelices de tu sexo que están próximas a rodar al precipicio. Todos somos, o manos que empujamos brutalmente al vicio, o manos egoístas que no tendemos a tiempo”. Es un libro que cuenta historias de dolores, de mujeres que sufren, historias reales que ella conoció y que —como dice— “necesitan mucha ayuda moral y material, mucha misericordia y comprensión piadosa”.

¡Qué increíble el lenguaje de esa época y la capacidad de la abuela para impulsar tantas cosas a favor de las mujeres…!

Pero hay algo más emocionante... El libro está dedicado a “mis hijos y mis nietos”, o sea, también a ti… Ella quería que la recordaran como lo estás haciendo… Escucha la dedicatoria: “Cuando mi voz enmudezca con la muerte, estas páginas que son mi canción de adentro, como música suave los envolverá en torno a recuerdos de tiempos pasados y les seguirá hablando a sus corazones vivos, ecos de mi misma sangre”. ¿No te parece precioso?

Maravilloso…, me llega a fondo, ¡no me hagas llorar, por favor! ¿Cómo logras encontrar tantas cosas?

¡Me alegra sorprenderte…! Lo último que te cuento es que, en 1934, formó el movimiento “Acción Patriótica de Mujeres de Chile” con la finalidad de organizarlas para el ejercicio de sus derechos políticos. Fue uno de sus grandes logros y en las elecciones municipales de 1935, donde por primera vez las mujeres tuvieron derecho a voto, salió elegida como regidora de Santiago. Ella era de armas tomar.


Adela, Adela, Adela

Me siento muy orgullosa de todo esto que me estás contando. La verdad es que me emociona. Me quedo con la idea que mi abuela, siendo pionera en tantas cosas, ha sido bastante opacada. Se habla mucho más de su hermano Agustín por El Mercurio y de su hermana María por haber sido miembro de la Resistencia francesa durante la II Guerra Mundial, pero nada o casi nada de Adela, mi gran heroína sin estatua…

Que te sigue inspirando y observando en tu taller…


Silvia Salas Edwards

Carmen Aldunate sin corazas

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