Читать книгу Apóstoles de la unidad - Pedro Langa Aguilar - Страница 4
ОглавлениеNota del editor
La Editorial San Pablo siente especial satisfacción al poner en manos de los lectores una obra esencial en el rico patrimonio teológico del agustino Pedro Langa Aguilar, «uno de los más distinguidos ecumenistas de España». Profesor desde muy joven en universidades de Roma y Madrid y escritor en no menos de veinticinco revistas, cuenta en su haber con más de doscientos cincuenta artículos dedicados al tema. Su erudición y fina sensibilidad por san Agustín y los padres de la Iglesia, las otras facetas de su saber doctoral, hacen que estas páginas adquieran el valor inestimable de una obra, que, ante la pulcritud del análisis y la copiosa aportación de datos, acabará por volverse de obligada consulta para el buen uso de los saberes ecuménicos. Apóstoles de la unidad reúne por primera vez una treintena larga de insignes figuras comprometidas en el apasionante y fecundo quehacer evangélico de la reconciliación cristiana. La contextura y rigor del libro permiten ver con claridad que no solo se trata de un gran elenco de nombres altamente significativos en el ámbito eclesial sino que es, además, sugerente y fiel reflejo de vivencias íntimas, contadas a menudo por ahí sin el detalle ni la objetividad que ofrecen ahora estas páginas gracias a la profunda experiencia y al dilatado conocimiento del autor.
La Editorial San Pablo, dentro de la Colección Monumenta, publicó de Pedro Langa, ya en 2011, Voces de sabiduría patrística, obra muy bien recibida por la crítica y que sigue gozando de señalado favor entre los lectores. A ella viene a sumarse con análoga maestría en lo conciso Apóstoles de la unidad, que ve la luz en reconocido homenaje al empeño ecuménico de la Iglesia católica por el cincuentenario de la clausura del concilio Vaticano II, del recíproco levantamiento de los anatemas Roma-Constantinopla, y de la promulgación de las declaraciones Nostra aetate y Dignitatis humanae, cuya importancia en estos días de tanta persecución contra los cristianos queda más que justificada. Del protagonismo que otorguemos al diálogo y a la restauración de la unidad entre las Iglesias dependen, para el mundo en general, el disfrute de una paz duradera y bien concertada; y para los humanos todos, en definitiva, la vivencia íntima de nuestra fe.
El editor
Octubre de 2015