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Una afirmación tan contundente

Mi primer recuerdo es una imagen que podría ser un sueño: alguien me lleva en brazos, tengo dos o tres años, hay algunas ruinas prehispánicas al fondo de una pradera verde y de familiares que no distingo, alguien más carga un chivo blanco y pequeño; quienes nos llevan en brazos se acercan entre sí, yo me estiro lo más posible para tocar la cara del chivo, éste se inclina hacia atrás y berra. No recuerdo quiénes eran las personas que estaban ahí pero presiento que, entre otros, estaban mis padres, y los padres de mi madre.

De mi abuela sólo recuerdo ese sueño, en donde ella es más intuición que imagen. Existe una fotografía en la que mi abuela me baña recién nacido. Otra en la que me lleva en brazos y estamos en la antigua casa de mis padres. Y otra en blanco y negro de mi abuela joven; esa fotografía siempre la coloca mi madre en la cocina.

Escribió Amélie Nothomb: Una afirmación tan contundente —lo recuerdo todo— no tiene ninguna posibilidad de ser creída por nadie. No importa. Tratándose de un enunciado de tan difícil comprobación, no tengo ningún interés en que nadie me crea. Me cuenta mi madre que su madre era excelente repostera, que hacía buñuelos, frutas en almíbar, pasteles, gelatinas, galletas, pays, flanes, que le encantaban las frutas y que una vez, mientras limpiaba y preparaba un gran postre, se comió cien duraznos, y yo le creo.

Me permitiré imaginar: quien carga al chivo es mi madre y quien me lleva a mí es mi abuela. Así mi primer recuerdo será la imagen de madre e hija una mañana en que fueron a un paseo para que yo me enterara de que ninguna ruina es inútil si es parte de un acto de cariño.

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