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EL ASCENSO DEL CORAL BLANDO Ascenso
ОглавлениеEn una bahía situada al norte de Sídney, Australia, a poca distancia de las escaleras por las que descendimos en el capítulo 1, hay una llanura submarina arenosa. La bahía se ha formado allí donde desemboca en el Pacífico un río que serpentea entre bosques de eucaliptos tierra adentro.
La llanura submarina experimenta una fuerte corriente de marea. El agua penetra con fuerza río arriba desde el océano cuando la marea sube, y retorna al mar cuando esta baja. Ese flujo de agua atrae a una abundante variedad de animales, pero también supone que el área solo puede ser visitada por buceadores durante un par de horas al día, cuando el flujo de agua se detiene al cambiar la marea. En cada pausa hay aproximadamente una hora de reposo. Hacemos inmersión en el máximo de la pleamar, hasta que el agua empieza a correr.
El cambio de la marea se produce en un instante: un tirón y nos estamos moviendo. Pronto ya no es posible nadar a contracorriente. Si permanecemos demasiado tiempo, podemos ser arrastrados de inmediato hacia el mar.
Unas cuantas áreas de la llanura tienen campos de coral púrpura y blanco. Este coral es blando y plumoso, no es recortado y mineralizado como los corales tropicales «duros». Los corales constituyen árboles que tienen forma de coliflor, aunque la comparación con la coliflor no les hace justicia en absoluto. Vistos desde la distancia parecen aglomeraciones de nubes blancas y púrpura; de cerca se pueden ver delicadas venas y filamentos, con cauríes y cangrejos que viven entre las ramas.
Si nos acercamos impulsados por una ligera corriente, quizá arrastrados por el final de la marea entrante, es como avanzar en un planeador silencioso hacia las nubes, y descubrir que estas crecen desde el suelo sobre robustos tallos pálidos. Estos árboles de coral no son organismos únicos, sino colonias de muchos animales pequeños, pólipos coralinos. Desde el capítulo 2 sabemos que existe un frenesí sin fin de actividad microscópica en su interior. Pero los corales parecen estar inmóviles mientras que animales más activos se arrastran entre sus ramas.
Hace unos pocos años, un buceador e investigador local, Tom Davis, que había buceado muchísimas veces en la bahía con la calma de la marea alta, se preguntó: ¿Qué hacen los corales blandos cuando nadie los está observando? Durante la mayor parte de cualquier día el flujo de marea es demasiado fuerte para que un buceador esté allá abajo con ellos, pero Tom podía instalar cámaras que, a intervalos de tiempo, tomaran fotografías de lo que ocurre cuando el agua es rápida y no hay humanos que puedan verlos.
Buceando con su esposa, Nicola, instaló cámaras en varios lugares donde se encuentra el coral. Cuando recuperaron las cámaras y observaron los resultados, vieron que, al adquirir las aguas velocidad con cada cambio de marea, los corales blandos se levantaban lentamente, hinchando su cuerpo, hasta alcanzar un tamaño tres veces superior al que tenían en las aguas en reposo. Es probable que se extendieran para captar el alimento adicional arrastrado por el flujo mareal. Los corales redujeron su tamaño cuando las aguas pasaron a moverse más lentamente, y se abatieron durante la hora aproximada en que los humanos podrían volver.