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Ediciones y traducciones más importantes de Q. Curcio

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La edición «princeps» es la de Vindelino da Spira, Venecia, 1470. A la misma década pertenecen la «Romana», de 1472, y la «Mediolanensis», de 1475. Antes de acabar el s. XV aparecieron la de Zarotus, en 1481, y la de B. Merula, Venecia, 1490.

En el s. XVI tenemos la de Aldo Manucio, Venecia, 1510; la «Aldina» de Francisco Asulano, 1518, que corregía numerosos errores; la de Erasmo 211 , Estrasburgo, 1518, y la de F. Modius, Colonia, 1579 y 1591, con un gran número de correcciones debidas a Janus Meller Palmer.

En el s. XVII es importante la de J. Freinsheim, Estrasburgo, 1648 y 1670, quien, basándose en la información ofrecida por otros historiadores de Alejandro, suplió las lagunas de Curcio (entre ellas, las de los dos primeros libros) en un latín que los críticos han calificado de «fácil y puro». E. Malcovati, en su reseña de la edición de A. Giacone 212 , cita elogiosamente una curiosa edición italiana del s. XVII .

Entre las ediciones anteriores a las que podemos calificar de «modernas», debemos citar las de H. Snakenburg, Delft y Leiden, 1724; F. Schmieder, Gotinga, 1803-1804; N. E. Lemaire, París, 1822-1824 y J. Mützell, Berlín, 1841, con amplia introducción y comentario.

Las ediciones «modernas» se inician con la de C. T. Zumpt, Brunswich, 1849 y, por lo que se refiere a la reconstrucción del texto, las tres más importantes son, indudablemente, las de T. Vogel, Leipzig, 1880; E. Hedicke, Berlín, 1867 y, sobre todo, la segunda edición de Leipzig, 1908 213 con reimpresión en 1927, y la de T. Stange, Leipzig, 1908.

Otras ediciones dignas de mención son, por ejemplo, la de P. H. Damsté, Groninga, 1897; S. Dosson-R. Pichon, París, 13.a ed., 1929; E. Cocchia, Turín, 1884-1885; A. Vauchelle, París, 1898, con notas, como las dos anteriores, y la de K. Müller, Munich, 1955.

Entre las ediciones en las que el texto latino va acompañado de traducción podemos citar la de V. Crépin, París, 1932, que ha servido de base para la edición bilingüe (texto latino y traducción al italiano) de G. Baraldi 214 ; la de H. Bardon 215 ; la de J. C. Rolfe 216 ; la de K. Müller-H. Schönfeld, Munich, 1954, y la de A. Giacone 217 .

Entre las traducciones sin texto latino tenemos, la primera que se hizo a lengua moderna, la de Pier Candido Decembrio, en 1438, hecha por el humanista italiano para Felipe María Visconti, Duque de Milán 218 ; la del portugués Vasco de Lucena 219 , traducida al francés (= Les faitz d’Alexandre) , 1468. Esta traducción tuvo un gran éxito, a pesar de su carácter ampuloso, y de ella nos han llegado 29 manuscritos 220 . Su popularidad se mantuvo hasta mediados del s. XVI y entre los años 1500 y 1555 fue impresa siete veces. En el s. XVII tenemos la famosa de Vogelas al francés, París, 1652 —paráfrasis más que traducción—, en la que el traductor empleó treinta años y de la que se decía que era tan inimitable como Alejandro invencible 221 ; en el XVIII , la de Beauzée, igualmente al francés, París, 1781; en el XIX , la de P. Pratt al inglés, 1821, y la A. H. Christian al alemán, Stuttgart, 1855-1875, en tres volúmenes; y, en el XX , la de W. Felsing, Leipzig, 1929, igualmente al alemán. Etc. 222 .

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