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Quinto Curcio y la posteridad

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El tema de Alejandro en la posteridad ha sido analizado en el volumen 1.° de esta colección por C. García Gual 190 , lo cual nos permite no detenernos a analizar la evolución sufrida por la figura del Macedonio, por un lado, y la influencia ejercida por una obra como la denominada Novela de Alejandro , por otro, pasando revista únicamente a algunas de las manifestaciones más sobresalientes de la influencia de Quinto Curcio en la posteridad.

Dejamos, pues, de lado, la versión del Pseudocalístenes hecha por Julio Valerio en el s. IV (según García Gual, llevada a cabo, lo más probablemente, entre el 310 y el 330) y el análisis de versiones romances de la obra de Valerio, como el Roman d’Alexandre de Alberic de Besanpon 191 , la del mismo título de Lambert le Tort y Alexandre de Bernay, más conocido por Alexandre de París 192 , así como la versión que del Pseudocalístenes ofreció, a mediados del s. X , el Arcipreste Leo, conocida como Liber de proeliis o Historia de prelis con toda la problemática de sus tres recensiones.

Relación directa con Curcio tiene, sin embargo, como ha puesto recientemente en evidencia D. Romano 193 , el opúsculo Epitoma rerum gestarum Alexandri Magni , de autor anónimo. Según Romano, la obrita se habría compuesto con ocasión de la campaña del emperador Juliano contra los persas en el año 363. El Epitoma nos ha llegado junto con otra obrita, titulada Liber de morte testamentoque Alexandri , que hay que colocar en la línea de Clitarco y que hay que poner en relación con el Pseudocalístenes, como lo hace continuamente, a pie de texto, su editor P. H. Thomas 194 . Ambas obritas formaban parte del denominado «códice de Metz 500», que fue destruido, junto con otros muchos, durante la segunda guerra mundial, en 1944. De aquel códice nos quedan dos ediciones, una de D. Volkmann y otra de O. Wagner, así como una copia manuscrita hecha por J. Quicherat, sobre el códice de Metz, en 1841. La edición de Volkmann (1866) no contenía el Liber de morte… que sí aparece en la de Wagner (1900). El códice de Metz (del s. X ) era el único que pudieron manejar los editores mencionados, pero a él han venido a sumarse dos códices hispanos descubiertos por Weber en 1914 y que no fueron utilizados hasta Thomas, que los empleó para su edición ya que no dependen del texto del códice de Metz y en numerosos pasajes corrigen a éste. Los códices hispanos son ambos del s. XVI , uno («E») conservado en la Biblioteca del Escorial y otro («F») en la Nacional de Madrid. L. Ruggini 195 ha insistido en que tanto el Epitoma como el Liber de morte son independientes aunque pertenecen a la misma época (finales del s. IV -comienzos del v) y, si no son del mismo autor, pertenecen al mismo ambiente cultural paganófilo y arcaizante.

Lo cierto es que, si se descarta el Epitoma , obra en la que la huella de Curcio es manifiesta, nuestro autor no parece haber ejercido influencia digna de ser notada hasta llegar a plena Edad Media en la que la misma abundancia de manuscritos llegados hasta nosotros nos hace ver que Curcio era ampliamente leído y apreciado en la época del renacimiento carolingio; esta influencia se manifiesta, por ejemplo, en ciertos historiadores, como Eginardo o Gramático Saxo, y hasta hay motivos para creer que nuestro autor era comentado en las escuelas 196 . Pero va a ser a partir del s. XII cuando la obra de Curcio va a ejercer una influencia verdaderamente importante sobre las letras en Occidente, convirtiéndose en la principal fuente de poemas épicos en distintas lenguas. En esta línea habría que mencionar el Alexander de Rudolf von Ems o von Montfort, poema que debió de quedar inacabado a la muerte del poeta en 1250 y, muy especialmente, la Alexandreis de Gautier de Chatillon con las distintas derivaciones que de este importante poema en hexámetros latinos se dieron en lenguas modernas 197 .

Como hace notar D. J. A. Ross 198 , la Edad Media, de la mano de G. de Chatillon, vino a reparar la negligencia de la Antigüedad que dejó pasar un tema como el de Alejandro sin plasmarlo en un magno poema épico cuando hasta los mismos historiadores del Macedonio (y, más que nadie, Curcio) presentaron la gran expedición como tema de un encumbrado canto en prosa. La Alexandreis (como dice el autor en una carta introductoria) ocupó al poeta durante cinco años (entre 1178 y 1182) y la narración sigue el curso de la vida de Alejandro desde su juventud hasta su muerte. La fuente principal es Curcio, aunque el poeta se inspira a veces en Justino, Julio Valerio, Josefo e Isidoro de Sevilla.

El éxito de la obra fue tal que una década después de su aparición fue imitada en Italia por Enrico de Settimello 199 , llegando a competir con la Eneida como texto en las escuelas. Su interés decayó con la llegada del Renacimiento, aunque fue impresa cuatro veces en el s. XVI y una en el XVII 200 . La influencia ejercida por la Alexandreis se manifiesta en las derivaciones que el poema tuvo en las literaturas nacionales: el Alexander Geesten de Jakob van Maerlant (se trata de una traslación en estrofas rítmicas de la obra de G. de Chatillon, hecha entre los años 1256 y 1260); el Alexander de Ulrich von Etzenbach (poema largo y difuso, terminado entre 1270 y 1287, que utilizó además, como fuentes, la Historia de Prelis J2 , el Iter ad Paradisum y otros); la Alexanderssaga de Brandr Jónsson (versión al islandés, en prosa); una versión al checo, en verso, probablemente en torno al año 1265; etc.

Pero, de todas las adaptaciones y versiones de la Alexandreis a las literaturas nacionales en época medieval la más importante es, sin duda, la de El libro de Alexandre llevada a cabo en España 201 . La obra se ha conservado en dos manuscritos: uno («O»), que perteneció al Duque de Osuna, se conserva en la Biblioteca Nacional de Madrid y fue editado por primera vez en 1782 por Tomás A. Sánchez. En él se lee que escribió este «dictado» Juan Lorenzo Segura de Astorga (que es considerado como autor del poema por muchos investigadores). El manuscrito fue copiado a finales del s. XIII o comienzos del XIV , presentando gran número de leonesismos. El otro manuscrito («P»), conservado en la Biblioteca Nacional de París, fue dado a conocer por Morel-Fatio en 1888 202 y es copia del siglo XV , presentando numerosos aragonesismos. Según su editor, el poema sería obra de Gonzalo de Berceo y como autor del mismo figura, al frente de la obra, el poeta riojano en la reconstrucción crítica hecha por Dana Arthur Nelson, fijándose especialmente en razones de tipo métrico 203 . Los dos códices están incompletos y, combinando el texto de ambos, se obtiene un total de 2.675 estrofas (más de 10.000 versos), lo que supone la obra más extensa de todo el «mester de clerecía». (Sobre los problemas de fecha exacta de composición, autoría, dialecto empleado, fuentes, etc., puede verse, en la bibliografía citada en n. 201, especialmente I. Michael, «Estado actual…» y Jesús Cañas M., «Prólogo» a su edición del poema).

La influencia de Curcio se deja sentir, aunque de manera mucho más débil, en el propio Renacimiento, en el que contamos, por ejemplo, con el poema, en 27 cantos en «ottava rima», el Trionfo magno de Domenico Falugio, publicado en 1521. Su fuente principal es nuestro historiador, que, según dice Ross 204 , está tratado «dentro del espíritu de la épica burlesca del Renacimiento». El apagamiento que experimenta la influencia de Curcio a partir del Renacimiento viene a coincidir con el conocimiento directo que, a partir de esta época, se tiene en Occidente de otras fuentes (griegas) sobre Alejandro y su campaña: Arriano, Diodoro, Plutarco, así como la aparición de versiones de sus obras a lenguas nacionales, siendo la primera de todas ellas la de Plutarco llevada a cabo por el aragonés Juan Fernández de Heredia, obispo de Tudernopoli, antes de 1377 205 .

Historia de Alejandro Magno

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