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INTRODUCCIÓN Datación del autor y de la obra

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La datación de la Historia de Alejandro Magno y de su autor 1 es una de esas cuestiones —una más entre tantas— que la Antigüedad clásica ha dejado sumidas en la más completa oscuridad para que los filólogos agucen el ingenio tratando de buscarles una solución 2 . En el caso presente los antiguos guardan el más profundo silencio, hasta el punto de que no hay ni la más ligera alusión, directa o indirecta, ni al autor, ni a su patria, ni a su obra en toda la Antigüedad: una espesa nube de misterio rodea a Quinto Curcio y a su Historia de Alejandro Magno.

Por lo que se refiere a la fecha en que fue escrita la obra, sólo hay un dato, sacado de la propia obra de Curcio (X 9, 1-6), que parece aludir a una determinada época 3 . Pero este dato, ofrecido por el propio autor, en vez de arrojar una luz definitiva sobre el misterio, lo que ha hecho ha sido (como suele suceder en casos parecidos) desatar la imaginación de los investigadores, con lo que se ha llegado a un número de interpretaciones bien diversas, encontrándonos lejos de saber a ciencia cierta en qué época fue efectivamente escrita la obra.

Veamos el texto en cuestión: después de contar Curcio las primeras discordias surgidas a la hora de nombrar un sucesor a Alejandro, y ante el panorama ensombrecido que se vislumbra (panorama que hace presagiar la inminencia de las guerras civiles), dice el autor: «Pero ya los hados acercaban al pueblo macedonio la guerra civil, pues eran muchos los que solicitaban el poder real, que es indivisible. Así pues, se comenzó por un violento choque de fuerzas; después se dispersaron y, al encontrarse el cuerpo del Estado abrumado con más cabezas que las que podía soportar 4 , los restantes miembros comenzaron a flaquear y el imperio, que pudo mantenerse en pie bajo el mando de uno solo, se vino abajo al ser varios los que intentaban sostenerlo. Por eso, con todo derecho y con todo merecimiento el pueblo romano reconoce que debe la salvación a su príncipe, quien, como un nuevo astro, iluminó la noche que parecía que iba a ser la última. Fue, ¡por Hércules!, la aparición de este astro y no la del sol la que devolvió la luz al mundo sumido en las tinieblas, cuando, privados de su cabeza, los miembros, en discordia, se echaron a temblar. ¡Cuántas teas apagó él entonces! ¡Cuántas espadas envainó! ¡Qué tormenta tan grande disipó, trayendo una súbita calma! Así pues, el imperio no sólo reverdece sino que incluso está floreciente. Si los dioses no se oponen, el reino actual lo proseguirá la descendencia de esta misma casa si no para siempre, al menos durante mucho tiempo».

Del texto parece que pueden desprenderse las siguientes deducciones: 1.a , la obra está compuesta bajo el reinado de un emperador; 2.a , éste llegó al trono en un momento crítico para Roma; 3.a , el príncipe en cuestión trajo la luz a las tinieblas, apagó las teas incendiarias, envainó las espadas, evitando (la comparación con lo que ocurrió al Imperio de Alejandro no deja lugar a dudas) la guerra civil; 4.a , Roma está floreciente y no tiene por qué temer el futuro pues el emperador aludido tiene una descendencia «de la misma casa», que garantiza la continuidad si no para siempre, sí al menos por mucho tiempo.

El pasaje, a pesar de todas sus precisiones retóricas (y tal vez debido a ellas precisamente) es de una ambigüedad exasperante y puede ser aplicado a numerosos emperadores. En efecto, emperadores que hayan llegado al trono en las condiciones que se especifican en el pasaje citado son muchos y así la lista de los mismos va desde Augusto hasta Teodosio, pasando por Calígula, Claudio, Nerón, Galba, Vespasiano, Nerva, Adriano, Septimio y Alejandro Severo, Gordiano III y Constantino. En estas condiciones no es extraño que hasta se haya llegado a pensar que la obra ha podido ser escrita por un falsario de época medieval 5 .

Ahora bien, el amplio lapso de tiempo que supone la lista de tales emperadores puede acortarse y precisarse teniendo en cuenta los términos ante quem non y post quem non entre los que debe encuadrarse la obra.

TÉRMINO «ANTE QUEM NON ». — Dado que el pasaje habla de un princeps , no ha podido ser escrito con anterioridad a Augusto (27 a. C.-14 d. C.); pero, ¿no podría acercarse algo más este término al post quem non? Ya S. Dosson 6 hacía uso de un argumento que se remonta a Justo Lipsio y que, después, ha sido invocado por investigadores modernos 7 : en VII 1, 19 sigs. Curcio pone en boca de Amintas, acusado de complicidad con Filotas, un discurso que es un eco fiel del pronunciado por el caballero romano M. Terencio, amigo de Sejano, acusado de tal amistad tras la caída en desgracia del valido de Tiberio, discurso que podemos leer en Tácito, Ann. VI 8 y en Dión Casio, LVIII 19, 3-4. Dando por hecho los defensores de esta teoría que el discurso de Amintas estaría inspirado en el de M. Terencio y puesto que éste fue pronunciado en el año 32 d. C., aquí tendríamos un término ante quem non de la composición de la obra de Curcio.

TÉRMINO «POST QUEM NON ». — A la hora de tratar de descubrir argumentos de evidencia interna en la propia obra de Curcio para fijar este término, varias han sido las circunstancias que se han puesto de relieve:

a) Las alusiones del autor a la prosperidad del imperio de los partos en IV 12, 11; V 7, 9; 8, 1; VI 2, 12. Ahora bien, el imperio parto, gobernado por la dinastía de los Arsácidas, fue destruido en 226-227 por Ardashir, fundador de la monarquía persa Sasánida; luego éste sería un término post quem non para fijar la composición de la obra de Curcio y así ha venido tomándose desde que J. Mützel lo puso de relieve en la edición de nuestro autor 8 , interpretación no aceptada, por ejemplo, por R. Pichon 9 , aunque ha sido J. Rufus Fears quien, en fecha reciente 10 , ha tratado con más empeño de invalidar la fuerza del argumento de Mützel. Según Fears, las referencias de Curcio al imperio parto no pueden constituir el término post quem non de la composición de la obra porque los autores de los siglos III y IV utilizan los términos Parthi y Persae como intercambiables: Festo, Amiano Marcelino y los Panegiristas latinos usan estos términos como sinónimos y puede ser que Curcio los empleara así también o que los empleara la fuente manejada por este autor.

b) La alusión a la prosperidad de Tiro en IV 4, 21: «Así pues, tras sufrir muchas vicisitudes y renacida después de su destrucción, ahora, por fin, en medio de una dilatada paz que revivifica todas las cosas, Tiro descansa bajo la tutela bienhechora de Roma». Dado que una de las veces en que Tiro sufrió un saqueo y destrucción prácticamente totales fue en el año 193 d. C., llevados a cabo por Pescennio Níger, se ha pensado que en esta fecha tendríamos un seguro término post quem non para la datación de la obra. Pero, puesto que en el texto se habla de una «dilatada paz» que ha hecho resurgir la ciudad bajo la tutela bienhechora de Roma, apoyándose en este pasaje Niebuhr 11 había colocado a Curcio en el reinado de Septimio Severo (a. 193-211), quien concedió a Tiro los derechos de colonia, aunque McQueen 12 ha rechazado la posibilidad apuntada por Niebuhr ya que Tiro, como colonia, no podría ser descrita como «sub tutela Romanae mansuetudinis».

Ahora bien, la expresión «longa pax» es una simple alusión retórica: Tácito la emplea 13 en Agrícola XI 4; Historias I 67, 2; 88, 2; II 17, 1; IV 22, 1; V 16, 3; Anales XIII 35, 1; Juvenal, VI 292 y hasta el mismo Plinio el Viejo, muerto el año 79 d. C., que compuso su obra en gran parte en los turbulentos años 68-79, puede hablar, en N.H. , XXVII 1 (3) de la «immensa Romanae pacis maiestas».

Por todo ello, cada vez va imponiéndose con más fuerza la idea de que la referencia en Curcio a la prosperidad de Tiro no es más que un topos retórico, aplicado a la situación de la ciudad y con validez desde que, en el año 63 a. C., fue anexionada a Roma por Pompeyo.

c) Las posibles conexiones entre Curcio y Silio Itálico. Sabemos que Silio Itálico, el poeta neoclásico, murió en el año 101 d. C. Apoyándose en este dato, y creyendo encontrar conexiones entre este poeta y nuestro historiador (y, por supuesto, partiendo de la base de que en tales conexiones el imitado es Curcio y el imitador Silio), ha habido investigadores que han pretendido ver en la fecha de la muerte del autor de Punica un claro término post quem non para datar la Historia de Alejandro Magno.

Así, R. T. Bruère 14 estima que los dos pasajes de Silio citados en el título de su artículo (que se refieren, por un lado, al episodio en que Aníbal manda a su mujer y su hijo desde Hispania a Cartago para que estén más protegidos, y, por otro, a la visita que unos emisarios de Cartago hacen a Aníbal, en Trasimeno, para anunciarle que su hijo ha sido elegido en suerte para ser ofrendado en sacrificio) están inspirados en sendos pasajes de Curcio (IV 3, 20 y IV 3, 23-4), ambos referidos al asedio de Tiro.

Pero la problemática de la discutible imitación de Curcio por parte de Silio defendida por R. T. Bruère (y lo mismo habría que decir de la defendida, en los mismos términos, por K. Meyer 15 , apoyándose en que la descripción que Silio hace del desierto de Libia y del santuario de Júpiter-Amón, en III 654-65 y III 669-71, es una imitación de Curcio VII 4, 27 y IV 7, 22, respectivamente) se viene a sumar a los casos de posible imitación que, sugeridos por otros autores, relacionan a Curcio con Séneca o Lucano, por ejemplo. Cuestión en la que, aparte la dificultad de establecer objetivamente un caso de imitación, subsiste normalmente la duda (en el caso de Curcio nunca disipada) de qué autor imita a quién cuando se desconoce la época en que vivió uno de ellos o los dos; por lo que este argumento de la imitación de Curcio por parte de Silio Itálico parece que no tiene fuerza probatoria decisiva a la hora de fijar un término post quem non a la obra del primero.

Ahora bien, la mayor parte de los investigadores, dando por buena como término post quem non la fecha del año 226-227, han centrado su atención preferentemente en seis o siete emperadores que no siempre coinciden: según unos (así, haciéndose eco de otros muchos, R. D. Milns 16 ), Augusto, Claudio, Galba, Vespasiano, Nerva y Septimio Severo; según otros 17 , Augusto, Claudio, Nerón, Galba, Vespasiano, Septimio Severo y Alejandro Severo; un lapso de tiempo que iría desde el año 29 a. C. al 193 ó 222 d. C.

De entre los emperadores que quedan fuera de esos plazos y cuya candidatura ha sido defendida en alguna ocasión tenemos, por ejemplo, a Gordiano III y a Constantino con defensores de peso. El primero fue defendido por E. Gibbon 18 , para quien a ningún emperador se le puede aplicar mejor el elogio de Curcio que a Gordiano III en el momento de su advenimiento al trono en el año 238; según el gran historiador inglés del s. XVIII , los que defienden la candidatura de los primeros emperadores tienen a su favor la pureza del estilo del escritor, pero no pueden justificar el silencio de Quintiliano en su cuidada lista de historiadores romanos. (Se refiere a I.O. , X 1, 101 sigs., aunque el mismo Quintiliano hace constar que su relación no es exhaustiva y en ella, por ejemplo, no aparecen autores como Catón, Varrón, Cornelio Nepote, etc.).

En cuanto a Constantino, su candidatura ha sido defendida por R. Pichon 19 , basándose en la existencia en Curcio de cláusulas métricas que, en su opinión, no pudieron ser utilizadas por un historiador anterior al s. IV ; sin embargo, en su Histoire de la littérature latine 20 dice simplemente que, aunque se ha colocado a Curcio bajo Augusto y otros emperadores hasta Teodosio, «la hipótesis más extendida es la que lo hace vivir bajo Claudio».

De entre los emperadores que, de Augusto a los Severos, pueden recibir, como destinatarios, los elogios de Curcio, los dos que más adhesiones han concitado son, indudablemente, Claudio y Vespasiano, pero también las candidaturas de otros han sido defendidas, y con ardor, por los investigadores.

Así Augusto (a. 27 a. C.-14 d. C.) por A. N. Zumpt 21 , D. Korzeniewski 22 y W. W. Tarn 23 ; Calígula (37-41) por R. Zimmermann 24 ; Nerón (54-68) por R. Verdière 25 ; Galba (69) por R. D. Milns 26 ; Trajano (98-117) por A. Ruegg 27 ; Adriano (117-138) por A. von Domaszewski 28 ; Septimio Severo (193-211) por R. B. Steele 29 y F. Altheim 30 ; Alejandro Severo (222-235) por E. Griset 31 .

Pero son los emperadores Claudio y Vespasiano los que más adhesiones han concitado a su favor; la candidatura del primero ha tenido defensores en todas las épocas; la del segundo, aunque nunca le han faltado partidarios, es recientemente cuando parece gozar de más favor. Juntas, ambas interpretaciones vendrían a colocar la composición de la obra en los 40 años centrales de s. I d. C.

Entre los defensores de la candidatura de Claudio (41-54) podemos citar a S. Dosson 32 , P. W. Schwartz 33 , F. Wilhelm 34 L. Herrmann 35 , M. Schanz-C. Hosius 36 , H. Bardon 37 , I. Lana 38 , G. V. Sumner 39 , Cl. Wehrli 40 , J. C. Rolfe 41 , G. M. Lee 42 , G. Baraldi 43 , J. Thérasse 44 , E. Cizek 45 , J. E. Atkinson 46 , A. Giacone 47 , etc.

Se han inclinado por Vespasiano (69-79), por ejemplo, entre los modernos, J. Stroux 48 , H. J. Rose 49 , H. U. Instinsky 50 , A. D. Leeman 51 , G. S. Scheda 52 , H. Grassl 53 , J. Costas Rodríguez 54 , A. Grilli 55 , etc.

En cuanto a los argumentos que en un caso y otro se han esgrimido, hay que hacer observar que en la mayor parte son comunes a todos ellos los hechos en los que se apoyan (como no podía ser menos, dado que todos giran en torno al ya mencionado pasaje de Curcio), siendo distintas en cada caso las interpretaciones de los mismos.

1. INTERPRETACIÓN DE LA NOCHE . — Si el argumento tiene algún valor para cualquiera de las dos interpretaciones tiene que ser sobre la base de tomar la noche en sentido material y físico, ya que si se toma la noche en sentido metafórico el pasaje de Curcio sirve para cualquiera de los emperadores citados al principio de esta «Introducción». Los defensores de la candidatura de Claudio piensan que Curcio se refiere a la noche del 24 al 25 de enero del año 41, que siguió al asesinato de Calígula: el senado se había apoderado del Foro y del Capitolio para, según Suetonio 56 , «restablecer la antigua libertad», esto es, la República, que, para Curcio, es sinónimo de anarquía y lucha civil ya que —como dice en el pasaje en cuestión— «el poder real… es indivisible». Es en la mañana del día 25 cuando el senado se decide a aproximarse a Claudio, que ha pasado la noche en el campamento de los pretorianos, por lo que, dice Herrmann 57 , «il est rigoureusement exact de dire que l’astre salutaire du nouvel empereur s’est levé dans la nuit qui fut presque la dernière de l’Empire».

Por su parte los defensores de la candidatura de Vespasiano piensan o bien en la noche de la batalla de Cremona en la que el ejército de Vitelio fue derrotado por el ejército de Vespasiano y la ciudad fue destruida o, mejor, en la noche que siguió al incendio del Capitolio por los vitelianos (octubre del 69), incendio calificado por Tácito 58 como «el acontecimiento más luctuoso y más execrable padecido por el pueblo romano desde la fundación de Roma». Estos investigadores aluden también —tomándolas igualmente en sentido material— a las teas incendiarias del pasaje de Curcio que vendrían a sumarse al incendio del Capitolio en la noche fatídica (aunque Vespasiano llegó demasiado tarde a Roma como para apagar el incendio).

2. ALUSIÓN A LAS GUERRAS CIVILES . — Los que ven en el texto de Curcio una alusión a Vespasiano insisten en que este emperador llegó al trono después de una serie de contiendas civiles que jalonaron la marcha del año 69, pero —contestan los defensores de Claudio— el texto de Curcio lo que dice es que el advenimiento del nuevo emperador e v i t ó unos males que muy bien pueden interpretarse como una guerra civil.

3. REFERENCIA A LA DESCENDENCIA DEL EMPERADOR . — Los defensores de Vespasiano interpretan el texto («el reino actual lo proseguirá la descendencia de esta misma casa») en el sentido de que, desde la muerte de Nerón, ocurrida en junio del 68, los emperadores que se fueron sucediendo hasta llegar a Vespasiano (Galba, Otón, Vitelio y el mismo Vespasiano) no lo hicieron amparados en una legitimidad dinástica, sino por razones de fuerza, ajenas a la normal sucesión al imperio implantada por Augusto y en vigor hasta Nerón. Ahora bien, Vespasiano tiene unos hijos que hacen presagiar una continuidad en el mando (y que efectivamente le sucedieron: Tito del 79 al 81 y Domiciano del 81 al 96) sin salir tal mando de «la misma familia»; pero L. Herrmann 59 ha hecho notar que la interpretación correcta es que la posteridad que va a suceder al emperador en cuestión es la posteridad que pertenece a la misma familia que gobernaba antes de la famosa noche, es decir, a la familia de los Julio-Claudios: en efecto, antes de tres semanas después de la noche del 24-25 de enero del 41, Mesalina, esposa de Claudio, dio a luz un hijo, Británico, que sería en quien pensaría Curcio al escribir este pasaje.

4. EL JUEGO DE PALABRAS «CĀLĪGANTI » / «CALIGULA ». — Según Curcio, el emperador en cuestión y no el sol fue quien trajo la luz al mundo sumido en las tinieblas, y en la expresión de Curcio («huius, hercule, non solis ortus lucem caliganti reddidit mundo») se ha querido ver un juego de palabras entre caliganti = ‘sumido en las tinieblas’ y Calígula , el emperador al que vino a sustituir Claudio. El primero que hizo valer tal juego de palabras fue, al parecer, F. Schulten, en su Tesis, aparecida en Bonn, en 1872, sobre Séneca 60 . La existencia de tal juego de palabras es negada por todos los defensores de la tesis vespasianista, unos (así, A. D. Leeman) apoyándose en el hecho de que Calígula era conocido en la Antigüedad por Gaius; otros (en seguimiento de J. Stroux) sobre la base de que la cantidad que presentan ambas palabras es distinta. Pero a estos últimos se debe contestar que la diferencia de cantidad no es óbice de ninguna manera para que se dé un auténtico juego de palabras; es más, lo normal es que en tales juegos se dé una similitud fonética o fonológica pero nada más: con ello basta y sobra 61 .

5. LAS CIRCUNSTANCIAS DESCRITAS POR CURCIO SE CORRESPONDEN EXACTAMENTE CON LOS RELATOS DE OTROS AUTORES AL NARRAR EL ADVENIMIENTO DE CLAUDIO . — Así, por ejemplo, con los de Suetonio 62 , Dión Casio 63 , Flavio Josefo 64 y Séneca 65 . En un argumento de este tipo se ha apoyado, por ejemplo, G. Baraldi 66 para defender la candidatura de Claudio.

6. SIMILITUD DE ALGUNAS EXPRESIONES DE CURCIO CON LAS DE OTROS ESCRITORES . — Los defensores de Claudio se han fijado en que algunas expresiones de Curcio se parecen extraordinariamente a algunas, por ejemplo, de Séneca, y, dando por hecho que —una vez más— Curcio es el imitado (cuando parecería lógico que fuera al revés, que un escritor ya famoso en vida lo fuera por un escritor que no ejerce verdadera influencia hasta bien entrada la Edad Media), estiman que el emperador aludido no puede ser Vespasiano (Séneca murió el 65) y muy bien podría ser Claudio. He aquí algunos ejemplos que suelen citarse: Séneca 67 refiere un episodio de la vida de Alejandro utilizando una expresión («omnes, inquit, iurant esse me Iouis filium, sed uulnus hoc hominem esse me clamat») muy similar a la utilizada por Curcio 68 («ceterum… dixisse fertur se quidem Iouis filium dici, sed corporis aegri uitia sentire»). En otra carta del filósofo 69 leemos una frase que es un calco de otra igual de Curcio 70 : «nihil tam certum est quam otii uitia negotio discuti » y «otii uitia negotio discuti » (aunque tal vez se trate de un proverbio). En otro pasaje 71 Séneca saluda la llegada de Claudio al trono con palabras que recuerdan mucho las de Curcio en el tantas veces citado pasaje de X 9, como se ha indicado en nota n.° 65: «Sidus hoc, quod praecipitato in profundum et demerso in tenebras orbi refulsit, semper luceat». Es verdad que para muchos autores aquí no hay más que un tema retórico banal 72 , pero son muchos también los que piensan que hay una indudable influencia de Curcio; así, L. Herrmann 73 , después de analizar ambos textos, dice: «Le fait que, pour flatter Claude, Sénèque retombe sur la même métaphore d’origine dramatique que Quinte-Curce, s’explique fort bien si Quinte-Curce s’était déjà servi de cette métaphore pour flatter Claude» (subrayado en el original).

Pero también los defensores de la candidatura de Vespasiano tienen textos de autores que poner en relación con Curcio. H. U. Instinsky 74 viene a defender la candidatura del emperador Flavio apoyándose en la similitud de la terminología empleada por Curcio a la hora de ensalzar al princeps y de ciertas expresiones de Plinio el Viejo. Por su parte, A. Grilli 75 pone en relación, a la hora de defender la candidatura de Vespasiano, el corpus de Curcio 76 con la misma imagen empleada por Galba cuando, al adoptar a Pisón como hijo y sucesor suyo, la saca a relucir, entre otras muchas cosas, como recuerda Tácito 77 .

7. ARGUMENTO SACADO DEL VOCABULARIO . — El argumento basado en las características del vocabulario de Curcio para llegar a fechar al autor ha sido desarrollado ampliamente por J. Costas Rodríguez en su Tesis Doctoral ya citada. Del «Extracto» de la Tesis (22 páginas con «Bibliografía» selecta al final) se saca la conclusión de que uno de los logros más interesantes del trabajo en cuestión ha sido, sirviéndose de las ventajas de una computadora, haber conseguido aislar unas 340 palabras de Curcio que no aparecen en T. Livio (dato significativo si se tiene presente la extensión del vocabulario de Livio comparado con el de Curcio —ya desde S. Dosson sabemos que éste no sobrepasa las 3.850 palabras—). Pues bien, el autor ha hecho un recuento de esas palabras en nueve escritores de épocas diversas (Silio Itálico, Valerio Flaco, Estacio, Plinio el Viejo, Quintiliano, Séneca, Lucano, Cicerón y Virgilio) y ha podido comprobar que un gran porcentaje de esas palabras aparece en autores que, fechando a Curcio en época de Vespasiano, serían más o menos contemporáneos suyos: entre los poetas encontramos en Silio Itálico un 41,17 por ciento; en Valerio Flaco un 26,17 y en Estacio un 44,11. Los porcentajes aumentan bastante en los prosistas: en Quintiliano un 44,11 por ciento y en Plinio el Viejo un 57,64 78 . Ahora bien, los trabajos de esta índole son difícilmente probatorios a la hora de querer utilizarlos para datar a un escritor, máxime cuando —como es aquí el caso— los puntos cronológicos en litigio están separados por un lapso de tiempo tan exiguo como el que va del advenimiento de Claudio (año 41) al de Vespasiano (año 69). (Temor que comparte el mismo autor de la Tesis cuando dice: «reconocemos, sin embargo, el carácter discutible y relativo de los trabajos de este tipo»).

8. ARGUMENTO SACADO DE LA FINALIDAD DE LA OBRA . — Algunos de los defensores de la candidatura de Claudio piensan que la obra habría sido compuesta para poder criticar a Calígula sin correr riesgo. En el fondo, éste es el argumento esgrimido ya en 1949 por Lana 79 : es indudable que la postura de Curcio ante Alejandro es, como diremos al hablar de sus fuentes, titubeante: por un lado, se siente atraído por el personaje de un modo intenso y, en este sentido, refleja que parte de sus fuentes han sido claramente laudatorias; por otro, siguiendo una tradición romana claramente perceptible en el excursus de T. Livio IX 17, 1, se muestra hostil al conquistador. Precisamente a Calígula (predecesor de Claudio en el trono), deseoso de orientalizar el imperio, le gustaba presentarse como un nuevo Alejandro: solía exhibir por las calles de Roma un rehén parto llamado «Darío» 80 ; la muerte le sorprende cuando había resuelto emigrar a Alejandría 81 ; con frecuencia se revestía de la coraza de Alejandro que había hecho extraer de la tumba del Macedonio 82 . Al criticar Curcio la tendencia orientalizante y despótica de Alejandro, estaría criticando la misma tendencia de Calígula 83 . Esta opinión vendría a coincidir, en épocas más recientes, con la de G. V. Sumner 84 , según el cual, aun aceptando la teoría del «retrato peripatético» de Tarn (del que hablaremos a continuación), la finalidad primordial de la obra de Curcio era, como en el caso de Lana, poder atacar a Calígula impunemente, poniendo en evidencia el deterioro progresivo de Alejandro. R. D. Milns 85 reconoce que esta interpretación es superficialmente atractiva, pero hace notar que, cuando se somete a un análisis profundo, se halla expuesta a graves objeciones: a) no hay en toda la literatura de época imperial ningún otro caso en que se haya empleado un procedimiento así para atacar a un emperador reinante; b) Tácito dice 86 que el sistema normal para atacar a un emperador era aguardar a que muriera y entonces escribir contra él toda clase de dicterios, y por Suetonio 87 sabemos que con frecuencia los que querían denigrar la memoria de un emperador dejaban constancia de sus ofensas en los testamentos para ser leídas después de su propia muerte; c) la Historia de Alejandro es una obra demasiado elaborada y detallada como para servir de mensaje en clave contra el emperador. Si la obra fuera un ataque velado a Calígula, debería desprenderse mucho más fácil y claramente su carácter de invectiva. Ningún romano de la época podía ver a Calígula retratado en la figura de Alejandro al leer los diez libros de la obra de Curcio. Ni siquiera el juego de palabras caliganti / Caligula puede servir de base a esta interpretación.

Sobre esta cuestión de la finalidad perseguida por Curcio al componer su obra se han venido ofreciendo opiniones muy diversas. A la ya expuesta (que está en la base de las interpretaciones de un Lana o de un Sumner, por ejemplo) podrían añadirse: las de aquellos (así, Wilamowitz, en su Historia de la literatura griega) que piensan que Curcio pretendió escribir una obra de entretenimiento y solaz; pero hay en su obra demasiado trabajo y demasiada investigación para pensar en una simple obra de entretenimiento; o las de aquellos (así, J. Stroux 88 o W. W. Tarn 89 ) que opinan que Curcio habría pretendido exponer el «retrato peripatético» de Alejandro. En esencia dicho retrato consiste en hacer ver cómo un discípulo virtuoso y bien guiado por su maestro se convierte en tirano cruel por obra de su propia Fortuna. Se pretende que un tal retrato vendría a ser obra de los Peripatéticos, que de esta manera habrían vengado de algún modo el asesinato de Calístenes, sobrino de Aristóteles, llevado a cabo por instigación de Alejandro. Pero hay muy serias dudas de que un retrato de este tipo existiera en la Antigüedad y lo más probable es que sea obra de los investigadores modernos. El artículo de J. Rufus Fears, «The stoic view of the career and character of Alexander the Great» 90 es, creemos, definitivo al respecto: la Media y Nueva Stoa, y lo mismo la Vieja (en la medida en que podemos conjeturarlo sobre esta última), no se muestra, como Escuela, enemiga de Alejandro. Lo mismo hay que decir de otras Escuelas, como la Peripatética y la Cínica. Si hay filósofos enemigos de Alejandro, se trata de autores a título personal, pero sin involucrar a sus respectivas Escuelas. En el caso de autores latinos enemigos de la memoria del Macedonio (Cicerón, T. Livio, Séneca, Lucano, Tácito, M. Aurelio), la explicación consiste en que Alejandro se había convertido en un símbolo, en un prototipo que servía a tales autores para, refiriéndose a él, denigrar (o ensalzar) a determinadas figuras romanas: César, Pompeyo, Catón de Útica, Germánico, Nerón, etc. y, en todo caso, la postura de estos escritores es más bien la postura impuesta por las escuelas de retórica (el personaje Alejandro se convierte bien pronto en tema obligado de las disputas de las escuelas de retórica) que por las de filosofía. Con esto se puede dar contestación a los que (caso de A. Giacone 91 ) pretenden apoyarse en consideraciones de tipo filosófico para fijar la fecha de la composición de la obra de Curcio: según este autor, la obra está inmersa en el ambiente propiciado por la filosofía estoica de un Séneca; es un libro de actualidad que, al mismo tiempo que ensalza la figura del emperador reinante, pone en evidencia el castigo de la soberbia y de la ambición de un hombre que había querido ser tenido por hijo de un dios; la obra presentaría, al lado de un fin retórico, un fin práctico y moral.

Historia de Alejandro Magno

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