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Las fuentes de Q. Curcio

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La bibliografía antigua sobre el tema la ofrecen M. Schanz-C. Hosius 107 y S. Dosson 108 . También H. Bardon 109 ofrece una amplia bibliografía, aunque, como es natural, igualmente antigua. Una exposición del estado de la cuestión, puesto al día, con los trabajos más importantes que han aparecido sobre ello hasta 1970, puede verse en J. Seibert 110 .

Durante la misma campaña de Alejandro se llevaron a cabo dos tipos de relatos de la expedición: una especie de «Diario de campaña» (las denominadas Efemérides) , bajo la supervisión de Eumenes de Cardia y Diódoto de Eritras, y una historia de la campaña redactada por Calístenes, que narraba las peripecias de la misma hasta la batalla de Gaugamelas por lo menos (1 de octubre del 331) —Calístenes muere en el 327—.

Después de la muerte de Alejandro muchos contemporáneos suyos (unos que habían sido testigos presenciales de los acontecimientos y otros que, sin serlo, podían tener información de primera mano a través de protagonistas de la expedición) redactaron las vicisitudes de la campaña: Nearco, Onesícrito, Aristobulo, Ptolomeo, Clitarco, etc. Todos estos relatos, junto con un grupo de narraciones que se compusieron en los dos siglos siguientes, se perdieron, a excepción de unos pocos fragmentos recogidos y publicados por F. Jacoby 111 .

De entre todas las obras que la Antigüedad dedicó a Alejandro y a su campaña las únicas que han llegado hasta nosotros en su mayor parte o en su totalidad son las de cuatro historiadores y un biógrafo que escribieron varios siglos después de la muerte del Macedonio: Pompeyo Trogo / Justino, Diodoro Sículo, Q. Curcio, Arriano y Plutarco. Todos ellos parece ser que tomaron su información de fuentes muy variadas.

Por lo que respecta a Q. Curcio, es difícil establecer sus fuentes. Tal vez (como hace Arriano) hablara nuestro autor de las mismas al comienzo de su obra, pero, dado que faltan los dos primeros libros, nada sabemos al respecto. De hecho, en el cuerpo de su obra Curcio cita dos veces —y ambas en el lib. IX— a unos autores en concreto: Ptolomeo, Clitarco y Timágenes 112 . Ahora bien, aunque no cite los nombres de más autores, en diversos pasajes de su obra hace referencia indirecta a diversas fuentes; así en IV 15, 30; V 1, 35; VII 8, 10; 8, 11; IX 1, 34, etc.; y la comparación de Curcio con otros autores nos lleva a diversas fuentes que pueden establecerse de la siguiente manera: la comparación de Curcio con Diodoro nos lleva al autor que debió de ser la fuente principal de nuestro personaje y del que el mismo Diodoro hizo también un uso principalísimo 113 ; esto es, Clitarco. La comparación con Arriano nos conduce a Aristobulo, Ptolomeo y, a través de ellos, a Calístenes; la comparación con Justino nos conduce a P. Trogo y Timágenes; la comparación con Estrabón y Plutarco nos lleva de nuevo a Aristobulo y, finalmente, la comparación con Estrabón y Plinio el Viejo nos hace llegar a Onesícrito.

Pasemos revista, aunque sea sumariamente, a estas posibles fuentes, directas e indirectas.

CALÍSTENES 114 . — Sobrino de Aristóteles, había nacido en Olinto. De entre sus obras anteriores a la expedición la más importante parece haber sido una Historia de Grecia en 10 libros. Vivió entre el 370 y el 327. Al parecer, la finalidad de la historia de la campaña de Alejandro era enaltecer la figura del Macedonio de manera que sirviera para el consumo del público griego, tratando de ligar sentimentalmente a este pueblo a la campaña. Su obra tendría un carácter oficial y el rey aparecería como jefe del helenismo y debelador de los bárbaros. Es más, puede ser que incluso la obra de Calístenes no fuera más que la plasmación de los propios deseos del rey. Como panegirista oficial del mismo, se convirtió en el precedente de todas las Historias de Alejandro encaminadas a ensalzar sin cortapisas la figura del héroe, tendencia que tendrá su máxima expresión en la denominada Novela de Alejandro y que, siendo obra de un inculto autor del s. III d. C., fue atribuida al sobrino de Aristóteles en algunos manuscritos, siendo conocida como la obra del «Pseudocalístenes» 115 . El Alejandro de Calístenes sería el general en jefe de la Liga de Corinto, el vengador de Grecia y el hijo de los dioses, aunque precisamente la oposición de Calístenes a aceptar la proskýnesis en honor de Alejandro le costará la vida en el a. 327 116 . Como hace notar P. Pédech 117 , Calístenes incluso habría creado en torno a la figura de Alejandro una atmósfera homérica y mitológica (Calístenes precisamente había contribuido a la edición de Homero denominada de «la cajita», que Alejandro llevaba consigo a todas partes): el héroe era el descendiente de Aquiles y en su expedición camina tras las huellas de héroes mitológicos como Perseo y Hércules. Por su parte Cicerón 118 comenta que la Historia de Calístenes está escrita en tono declamatorio (rhetorico paene more) , muy en consonancia con el espíritu de la obra y las intenciones del historiador.

ARISTOBULO 119 . — Tomó parte en la campaña pero no parece que tuviera mando militar. Por las misiones que (según distintos historiadores de la misma) se le encomendaron (entre otras, la restauración del mausoleo de Ciro 120 ) y por las informaciones que Arriano ofrece del interés mostrado por Alejandro por diversas construcciones ( informaciones que indudablemente Arriano toma de su fuente, Aristobulo) se desprende que éste debía de ser un técnico, ingeniero o arquitecto. Arriano 121 lo tomó por una de sus fuentes principales (junto con Ptolomeo) por considerarlo un testigo veraz de los hechos narrados.

P. Pédech 122 , al intentar trazar los rasgos del retrato de Alejandro que cada uno de los cuatro historiadores por él estudiados nos dejó, sacándolos de los fragmentos que de cada uno de ellos nos han llegado, reconoce que es difícil descubrir el retrato de Alejandro por los fragmentos de Aristobulo, que sólo ofrecen rasgos dispersos: espíritu caballeresco con las mujeres, gusto por la compañía de los amigos, sensible, generoso, emprendedor infatigable, pero más cercano al hombre de bien que al genio o al héroe. A pesar de su actitud decididamente laudatoria del rey, Aristobulo parece que no se dejó llevar por la retórica ni la exageración: el hombre de ciencia y de sentido práctico se reflejaría en su propia obra (por ejemplo, es el primer autor citado por Plutarco 123 del grupo de nueve historiadores que sostenían abiertamente que el episodio de Talestris, reina de las Amazonas, era pura invención 124 ; es más reticente que Onesícrito a la hora de contar las maravillas de la India; no mencionaba el «komos» o procesión báquica de Carmania; etc.).

Una cuestión interesante relacionada con Aristobulo, y que ha venido preocupando a los investigadores, es la de si este autor escribió antes o después de Clitarco (y antes o después de Ptolomeo). La cuestión afecta más a la biografía de Clitarco que a la de Aristobulo. La obra de este último se estima que no fue escrita antes del 295 y la interpretación más corriente es la de que Clitarco, por su parte, escribió la suya a finales del s. IV ; pero Tarn 125 y, especialmente, L. Pearson 126 han defendido una anterioridad cronológica de Aristobulo sobre Clitarco; concretamente, Pearson defiende el orden cronológico Aristobulo-Ptolomeo-Clitarco, siendo sus razones convincentes, por ejemplo, para S. Payrau 127 : según Pearson, Clitarco escribiría después del 283, es decir, después de la muerte de Ptolomeo, aunque la opinión de que Clitarco escribiera después del 280, como apunta Tarn, le parece a C. Bradford Welles 128 «ingenua».

ONESÍCRITO 129 . — Discípulo de la escuela de Diógenes el Cínico 130 , era timonel de la escuadra de Alejandro. La obra que escribió sobre el Macedonio debía de titularse Cómo fue educado Alejandro y, según Diógenes Laercio 131 , en cierto modo debía de ser semejante a la compuesta por Jenofonte sobre la educación de Ciro, la Ciropedia. (Precisamente Diógenes Laercio, en el lugar citado, hace una comparación entre la personalidad de ambos escritores, poniendo de relieve los puntos en contacto entre uno y otro).

En la obra de Onesícrito, Alejandro (y de acuerdo con las doctrinas filosóficas profesadas por su autor) se presentaba como el «filósofo en armas», a la manera cínica, con una principal misión: la de civilizar a los bárbaros. Como dice P. Pédech 132 , «no sabemos si Onesícrito ponía de relieve otros aspectos del carácter de Alejandro, pero hay que subrayar la notable unidad del retrato que ha trazado: el de un príncipe imbuido de cultura griega, ávido de saber, conquistado por la filosofía. En él se podía encontrar a la vez al discípulo de Aristóteles y al soberano ilustrado que había ido a Asia acompañado de filósofos, y de sabios».

PTOLOMEO 133 . — El antiguo amigo y compañero de Alejandro (del que se hace mención repetidas veces en la misma obra de Curcio) compuso, ya en edad avanzada, y siendo rey de Egipto (fundador de la dinastía de los «Ptolomeos» que perduró hasta Cleopatra en el año 30 a. C.), una historia de la campaña de la que él fue testigo presencial y protagonista en ocasiones, y que para algunos autores 134 es la mejor de las Historias de Alejandro. Era hijo del macedonio Lago y de Arsínoe, descendiente de la familia de los Lincestes 135 . Para la redacción de su obra debió de contar con la información ofrecida por las Efemérides 136 y otros documentos oficiales, así como con sus propios recuerdos de la expedición. La obra debía de ser una auténtica historia y no unas simples memorias de un general retirado.

El Alejandro de Ptolomeo es fácilmente deducible de la lectura de la obra de Arriano en la que el Macedonio se nos presenta como el general en jefe del ejército: prevé acontecimientos, planea la campaña con sus generales, organiza las marchas, da las órdenes e impone las tácticas de combate. Lo que llama la atención al historiador son las cualidades militares del héroe, no valorando en la misma medida las cualidades políticas del mismo. Por otro lado, Ptolomeo pone de manifiesto la religiosidad de Alejandro, considerándolo como protegido de los dioses, a los que procura tener de su parte mediante frecuentes sacrificios y a los que consulta sirviéndose de los adivinos.

CLITARCO 137 . — Es la principal fuente de Diodoro Sículo, de Q. Curcio y, posiblemente, también de Trogo/Justino. De su vida prácticamente no sabemos nada. Era hijo del historiador Dinón, quien escribió una Historia de los imperios de Oriente, Persica , en 20 libros. Clitarco vivió en Alejandría y para Ptolomeo debió de componer su Historia de Alejandro. Sobre su participación en la expedición del Macedonio, aunque algunos investigadores opinan que no es cuestión que esté decidida 138 , por lo general se estima que no tomó parte en ella.

Su obra estaba escrita con viveza, colorido y amenidad (cualidades que caracterizan también la de Curcio) y, en cierto modo, se trataba de una historia novelada, en la base de lo que se ha dado en llamar la «vulgata» de la tradición historiográfica sobre Alejandro. La tradición, que quiere que escribiera su obra a finales del s. IV , se basa principalmente, para fijar la época de la vida del autor, en un texto de Plinio el Viejo 139 , que coloca a Clitarco entre Teopompo de Quíos (nacido hacia el 378) y Teofrasto (372/369-hacia 287) 140 .

Los autores antiguos nos hablan con desdén de Clitarco, representante de la corriente «popular», «heroica», de la historiografía de Alejandro, pero fue el autor más leído, de entre los historiadores del Macedonio, a finales de la República y comienzos del Imperio. Diodoro Sículo 141 lo ha seguido fielmente: Schwartz 142 opina que Diodoro tiene a Clitarco como única fuente y en las columnas 1873-4 del artículo citado ofrece una lista muy amplia de similitudes entre Diodoro y Curcio, demostrando que éste tiene a Clitarco, igual que Diodoro, como primera fuente, tesis que viene defendiéndose, por otro lado, desde C. Raun 143 .

Tarn 144 se opone a esta corriente de opinión (que es más o menos general) y piensa, por el contrario, que Diodoro utilizó no sólo a Clitarco sino otras muchas fuentes, llegando a la conclusión de que la fuente del libro XVII de Diodoro «no es Clitarco» y el libro no ofrece base para cimentar la teoría de una «vulgata clitarqueana» 145 . En esta línea estaría también C. Bradford Welles 146 , quien en págs. 8-10 presenta una lista de pasajes en que Diodoro sigue no sólo a Clitarco, sino también a otros historiadores primitivos de Alejandro (Calístenes, Aristobulo, Onesícrito, Nearco, etc.). En lo que este investigador se separa de Tarn es en la consideración de que, fuera la que fuera la fuente utilizada por Diodoro, era con toda seguridad la misma que utilizó Curcio. Tarn, para defender lo contrario, se fundaba en que el relato de Curcio es inamistoso para con Alejandro mientras que el de Diodoro es favorable, sacando la conclusión de que ambos relatos no pueden proceder de la misma fuente.

Pero he aquí que también Trogo/Justino es semejante a Diodoro y Curcio 147 . Las similitudes entre ellos llevaría a una fuente principal, la misma para los tres. En cuanto a las relaciones entre ellos mismos, Curcio no presenta problemas, pues, al ser bastante posterior (o muy posterior) a Diodoro y Trogo, pudo utilizar sus obras. El problema surge entre Trogo y Diodoro, ambos escritores del s. I a. C., de los que no sabemos con certeza quién de los dos es anterior a quién. P. A. Brunt 148 cree que probablemente Trogo escribió después de Diodoro, argumentando, en un addendum a su «Introduction», de la siguiente manera: Diodoro visitó Egipto en 60-56 a. C.; en su Historia , que llega hasta el 54, el último acontecimiento mencionado es la fundación de una colonia romana en Tauromenium (= Taormina), en el 36 a. C. La obra de Trogo, publicada antes del 2 a. C., terminaba en el 20; su abuelo o bisabuelo recibió la ciudadanía romana en los años 70, por lo que es al menos improbable que Diodoro no haya escrito antes que Trogo.

Hay en la obra de Curcio una clara veta de animadversión, por un lado, contra lo macedonio (que provoca, en contrapartida, otra de simpatía por lo griego) y, por otro, contra el propio Alejandro, postura del escritor que se ha pretendido explicar desde una clara actitud moralizadora. Descartada la posibilidad de que esta actitud de Curcio sea consecuencia de la utilización por el mismo de Calístenes, Aristobulo, Ptolomeo, etc. como fuentes (todas ellas laudatorias, especialmente del rey), nos encontramos con que la actitud antimacedonia Curcio la comparte claramente con Diodoro (y, a través de él, tal vez con Clitarco), pero no cabe decir lo mismo de la actitud contra Alejandro, que Diodoro no comparte. Tradicionalmente se ha venido admitiendo 149 que esta actitud aparece en Trogo (= Justino) y que tal vez haya que hacerla derivar de Timágenes 150 . En esta línea, Curcio la habría tomado de Trogo; pero J. Thérasse 151 ha defendido con convicción la tesis de que Justino, en contra de lo que se suele decir, no presenta una preocupación especial por moralizar, y que «este autor y, por consiguiente, lo mismo, sin duda, Pompeyo Trogo, no han podido ejercer influencia sensible ni sobre el moralismo de Quinto Curcio ni, especialmente, sobre su hostilidad cada vez mayor contra el héroe macedonio, ni sobre la importancia cada vez más patente del papel desempeñado por la Fortuna a lo largo de las páginas de su Historia » 152 .

La veta anti-Alejandro, visible claramente en Curcio, se ha querido buscar en las escuelas de retórica (Alejandro es comprensible que bien pronto se convirtiera en tema rico en situaciones diversas para las disputas y controversias de escuelas de este tipo) que continuarían la tendencia de las escuelas filosóficas peripatética y estoica de Grecia, hostiles (según se ha venido afirmando comúnmente) a Alejandro, personificación del dictador y del tirano; pero J. Rufus Fears 153 ha puesto de relieve que ninguna escuela en general y la estoica en particular ha defendido, como doctrina de escuela, una actitud en contra de Alejandro, aunque es posible encontrar autores diversos, en las distintas escuelas, que la hayan defendido. Ninguna escuela ha mantenido una actitud uniforme frente a la figura de Alejandro (recuérdese, por ejemplo, que Onesícrito, filósofo cínico, escribió una Historia de Alejandro esencialmente laudatoria, y la escuela cínica es una de las que se suele afirmar que defiende una postura anti-Alejandro). Lo que ha ocurrido con el Macedonio (y ello se hace patente cuando se examina su figura en algunos representantes del estoicismo romano) es que bien pronto se convirtió en ejemplo y prototipo al que referir y con el que enlazar acontecimientos y personajes de la propia historia de Roma (César y Pompeyo para Cicerón y Lucano; Nerón para Séneca y Tácito, por ejemplo), actuando de pararrayos de las iras de los romanos contra sus propios conciudadanos ambiciosos 154 . Pero la reacción de un Séneca, un Lucano, un Marco Aurelio (típicos representantes del estoicismo romano) ante Alejandro contrasta, por ejemplo, con la actitud de un Arriano, discípulo de Epicteto (del que publicó su Manual de moral estoica) , panegirista convencido del Macedonio. Precisamente el entusiasmo de Arriano por Alejandro causa un evidente malestar a aquellos que quieren hacer del rey el prototipo del tirano según la tradición estoica griega 155 .

En cuanto a la retórica, como hemos dicho más arriba, la figura de Alejandro (como la de Catón de Útica, por ejemplo) se convirtió bien pronto en un tópico con el que ejercitarse los jóvenes aprendices de la escuela. Séneca el Rhétor nos ha dejado dos «suasorias» sobre el Macedonio: la I 156 y la IV 157 . Los tópicos retóricos en torno a Alejandro justificarían el felix praedo de un Lucano 158 ; y el mismo excursus de Tito Livio 159 sobre el hipotético resultado de una guerra entablada entre Alejandro y el ejército romano puede ser que en su origen no fuera más que un ejercicio retórico de escuela, tal como ya había sido propuesto por W. Anderson 160 , aunque tal opinión ha sido rebatida con insistencia 161 .

OTRAS FUENTES . — Es indudable que Curcio manejó otras fuentes, aparte de las posibles citadas; él mismo menciona a Timágenes, como hemos visto, el historiador griego que pudo conocer directamente o a través de Trogo, en quien Timágenes ejerció una gran influencia al exaltar el poder de Macedonia y el de los partos (claro precedente de las Historias Filípicas de Trogo).

Nearco le debió de servir de gran ayuda en la redacción del libro VIII , ya que se ha hecho observar 162 que noticias ofrecidas por Curcio en dicho libro coinciden con las ofrecidas por Arriano en su Indica , obra compuesta con ayuda del relato de Nearco, y no hay que olvidar que sobre Alejandro sabemos que escribieron otros escritores de época helenística en algunos de los cuales puede ser que nuestro historiador buscara información.

En una palabra, y como conclusión, si es verdad que Clitarco debió de ser su fuente principal, es innegable que Curcio manejó otras muchas (como del propio texto de Curcio se desprende) y que, como dice J. Vergés 163 , «es tarea imposible averiguar qué fuentes pudo utilizar para cada pasaje de su historia. Nos basta saber que no se limitó a reproducir una obra anterior, que consultó varios autores y que escogió en cada caso la información que le pareció más verosímil».

Historia de Alejandro Magno

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