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[11 de mayo]

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Aunque, como dije, no me he puesto a ver nada de cerca, sí he visto mucho en globo: la plaza de la Concordia con su obelisco, traído desde Egipto en 1836 por Luis Felipe y erigido en el punto donde fueron guillotinados4 los reyes y algunos miles (3.000) de sus vasallos (entre ellos, Carlota Corday); los Jardines de las Tullerías, de indescriptible grandeza; allí mismo, la plaza del Carrusel que está abarcada por el palacio del Louvre, edificio soberbio que forma como una enorme U cuyos brazos tienen tal vez ocho o diez cuadras; la estatua de la República y el gran monumento de la Bastilla. También fui al pie de la Torre Eiffel el más alto y más famoso de todos los monumentos del mundo. No la describo porque, ¿quién no ha visto alguna estampa que la represente? Es toda de hierro y sus cuatro patas, que están distantes como una cuadra una de la otra, se apoyan en fortísimas columnas de cemento. Tiene trescientos metros de altura (casi cuatro cuadras) y se sube a ella por ascensores y escaleras.

Hoy, después de almorzar, comencé mis visitas en regla, por el cementerio del Pére La Chaise. Eso no parece un cementerio sino un pueblo cuyos habitantes viven encerrados; tiene barrios, calles y plazas. Ni riesgo de recorrerlo todo,5 pero en gran parte lo hice y sobre todo llené el antojo de conocer la tumba de Abelardo y Eloísa, historia cuya antigüedad la hace creer fantástica, y había leído ya tantos años hace. Las cenizas de los dos amantes reposan en una misma sepultura y sobre el mausoleo están sus estatuas yacentes y con las manos en actitud de adoración. Ambos visten hábito religioso. Una inscripción de un lado dice que Pedro Abelardo escribió una obra que fue condenada por un concilio, que él se retractó y manifestó públicamente su ortodoxia, en memoria de lo cual hizo tallar esa piedra con tres estrellas que representan las Tres Divinas Personas. En efecto, la piedra de la izquierda del mausoleo tiene esos emblemas.

Dando vueltas sin concierto encuentra uno de pronto tumbas célebres: Molière, Thiers, etc. cansado de ver tanta piedra vieja, salgo a la calle y regreso a comer. Por la noche voy al “Folies Bergère”, el famoso teatro de revistas. Este sí no lo describiría aunque pudiera, no vaya a ser que me prohíban estas notas de viaje.

Memorias de viaje (1929)

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