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CAPÍTULO TERCERO

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LA BOLA DE CERA

Todo aquel día anduvo el Doncel del Mar con Gandalín, su escudero, por una floresta, en la cual, siendo ya tarde, vió venir una doncella en un palafrén, que traía una lanza, y otra doncella la acompañaba. Viniéronse ambas contra él; e como llegaron, la doncella de la lanza le dijo:

—Señor, tomad esta lanza, e dígovos que ante de tercero día faréis con ella tales golpes, porque libraréis la casa donde primero salistes.

Él fué maravillado de lo que decía, e dijo:

—Doncella, la casa ¿cómo puede morir ni vivir?

—Así será como yo lo digo —dijo ella—, e la lanza os dó por algunas mercedes que de vos espero.

E dando de las espuelas al palafrén, se fué su vía.


La otra doncella quedó con él e dijo:

—Señor caballero, sabed como era Urganda la Desconocida quien la lanza os ha dado. E díjome que después que de vos se partiese, os lo hiciese saber, y que mucho vos ama.

—¡Ay, Dios! —dijo él—, cómo soy sin ventura en la no conocer, e si la dejo de buscar, es porque ninguno la hallará sin su grado.

Yendo el Doncel su camino, llegó de allí a tres días a un castillo, a sazón de que en su patio, un caballero solo, al cual le habían matado ya el caballo, era traidoramente atacado por otros dos caballeros y por más de diez peones, que lo herían por todas partes. A punto estaba de sucumbir, cuando el Doncel del Mar acometió con gran brío a los que le atacaban, y derribó y mató a los más de ellos. Visto lo cual, cobró nuevos ánimos el primer caballero y entre uno y otro dejaron limpio de traidores todo el castillo. El Doncel, que había reconocido al rey Perión de Gaula en el caballero por él socorrido, no quería quitarse el yelmo ante él, pues sólo cuando sus hazañas le hubieran ganado fama digna de la de quien le había dado la orden de caballería, quería dársele a conocer; pero tanto le rogó Perión, que acabó por descubrirse y el rey, abrazándolo, dijo:

—Amigo, gracias doy a Dios por haber hecho en vos lo que hice.

Y muy alegre, oyó de él que le ayudaría en la guerra que tenía empeñada con el rey de Irlanda.

Había ya en la Corte de Languines, con secreta alegría de Oriana, noticia de las primeras hazañas del Doncel del Mar, cuando llegaron tres naos, en que venía un mensajero del rey Lisuarte, con cient caballeros e dueñas e doncellas para llevar a Oriana. El rey Languines los acogió bien. El mensajero le dijo el mandado del Rey su señor, cómo enviaba por su hija, y demás desto, que le rogaba enviase con Oriana a Mabilia, su fija, que así como ella misma sería tratada e honrada a su voluntad. El Rey fué muy alegre dello, e ataviólas muy bien, e tovo al caballero e a las dueñas e doncellas en su corte algunos días, faciéndoles muchas fiestas y mercedes, e fizo aderezar otras naves, e bastecerlas de las cosas necesarias; e hizo aparejar caballeros e dueñas e doncellas, las que le pareció que convenían para tal viaje.

Oriana, que vió que este camino no se podía excusar, acordó de recoger sus joyas, e andándolas recogiendo, vió la cera que tomara al Doncel del Mar, y membrósele dél, e viniéronle las lágrimas a los ojos, e apretó las manos con cuita de amor que la forzaba, y quebrantó la cera e vió que dentro estaba una carta escrita en pergamino, y leyéndola, halló que decía: “Este es Amadís Sin-tiempo, fijo de rey.”

Ella, que la carta vió, estuvo pensando un poco, y entendió que el Doncel del Mar había nombre Amadís, e vió que era hijo de rey. Tal alegría nunca en corazón de persona entró como en el suyo, y llamando a la doncella de Denamarca, en quien confiaba más que en todas sus otras servidoras, le dijo:

—Amiga, yo vos quiero decir un secreto, que le no diría sino a mi corazón, e guardadle como poridad de tan alta doncella como yo soy, y del mejor caballero del mundo.

—Así lo haré —dijo ella—, y, señora, no dudéis de me decir lo que faga.

—Pues amiga —dijo Oriana—, vos os id al caballero novel que sabéis, y dígovos que le llaman el Doncel del Mar, e fallarlo heis en la guerra de Gaula; y luego que lo vierdes, dadle esta carta, e decilde que ahí fallará su nombre, aquel que le escribieron en ella cuando fué echado en la mar; e sepa que sé yo que es hijo de rey; e que pues él era tan bueno cuando no lo sabía, agora pune de ser mejor; e decilde que mi padre envió por mí e me llevan a él; que le envío yo decir que se parta de la guerra de Gaula, e se vaya luego a la Gran Bretaña, e pune de vivir con mi padre fasta que le yo mande lo que faga.

La doncella, con ese mandado que oís, fué della despedida, y entrada en el camino de Gaula.

Oriana e Mabilia con dueñas e doncellas, encomendándolas el Rey e la Reina a Dios, fueron metidas en las naos; los marineros soltaron las áncoras y tendieron sus velas, e como el tiempo era aderezado, pasaron presto en la Gran Bretaña, donde muy bien recebidas fueron.

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