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El problema perdura

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Observa con atención la profundidad de la inseguridad humana desde que los seres humanos creyeron en la mentira de Satanás en Génesis 3 y comprobarás que esa mentira ha echado raíces profundas. Tiramos de terapias y fórmulas de autoayuda para tratar de superar ese sentimiento de incapacidad. El difunto psiquiatra Wilhelm Reich, después de ejercer la psicoterapia durante décadas, concluyó: “¿Cuál es la dinámica de la miseria humana en este planeta? Todo proviene de que el hombre intenta ser lo que no es” (The Mass Psychology of Fascism, p. 234, publicado en español como Psicología de masas del fascismo).

¡Brillante explicación secular de cómo se manifiesta el pecado! Sin embargo, Reich no explica por qué intentamos aparentar más de lo que somos, porque eso es algo que solo Dios nuestro Creador puede revelar. La Biblia explica que somos rebeldes que, en el fondo de nuestro corazón, sabemos que no somos Dios pero desearíamos serlo. Así que ocultamos nuestra incapacidad tratando de parecer más de lo que realmente somos. El profeta Ezequiel lo expresa muy bien: “¡No eres un dios, aunque te creas que lo eres! ¡Eres un simple mortal!” (Ezequiel 28:2).

La historia de la humanidad y nuestra cultura actual están llenas de ejemplos que confirman el punto de vista de Ezequiel. Consideremos el bestseller de Yuval Noah Harari Sapiens, donde Harari dice que, debido a la ingeniería genética, los humanos están a punto de superar la selección natural y convertirse en dioses. Aunque, irónicamente, también señala que todavía parecemos infelices y en muchos sentidos inseguros de lo que queremos: “¿Hay algo más peligroso que unos dioses insatisfechos e irresponsables [nosotros] que no saben lo que quieren?” (p. 456).

Como cristianos, sabemos que no somos Dios. Sin embargo, fácilmente caemos en la trampa de sentirnos avergonzados por tener que depender de Dios. No queremos que nadie vea nuestra debilidad o las limitaciones de nuestra humanidad, así que intentamos no parecer tontos o decir algo que pueda ser interpretado como antiintelectual o fuera de lugar en nuestra cultura. Nos importa más lo que pensarán las personas que lo que piensa Dios. ¿No es esa la razón por la que muchas veces no compartimos nuestra fe? ¿Porque tememos que quizá la gente se dará cuenta de nuestras limitaciones o quedaremos como unos tontos?

Necesitamos aceptar las limitaciones de nuestra humanidad. Y podemos hacerlo mirando el nacimiento de Jesús.

Sal

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