Читать книгу Sal - Rebecca Manley Pippert - Страница 18
Tal como somos
ОглавлениеSi Jesús aceptó su dependencia de Dios sin que eso le avergonzara, entonces nosotros también debemos aceptar nuestra dependencia. Quizá pensamos que ya lo hacemos, pero, ¿lo hacemos realmente?
Yo diría que, en toda la creación de Dios, solo a los seres humanos nos cuesta aceptar nuestra verdadera forma. Y cuanto más éxito tenemos en la vida, ¡más difícil nos resulta!
Reflexiona: ¿has pensado alguna vez que los perros no se enojan por no ser gatos? Las ardillas no sienten envidia porque no son vacas. La luna no está resentida por no ser el sol. Lo cierto es que, en toda la creación de Dios, los seres humanos somos los únicos que estamos molestos por cómo somos. ¿Por qué? ¡Porque nuestra naturaleza dependiente siempre nos recuerda que no somos Dios! Queremos acercarnos a cada situación, incluyendo la proclamación del evangelio, como seres omniscientes y todopoderosos que disponen del control en todo momento. Secretamente, estamos frustrados —o por lo menos avergonzados— porque nuestra incapacidad significa que siempre tenemos que depender de Dios.
Sin embargo, Jesús muestra de forma preciosa de dónde proviene nuestra alegría: de darnos cuenta de que somos incapaces y que eso no nos debería molestar, ¡y que Dios es completamente capaz! La maravillosa noticia es que nuestra debilidad e incapacidad no son un obstáculo para que Dios obre a través de nosotros. Jesús dijo: “Dichosos los pobres en espíritu” (Mateo 5:3). En otras palabras, felices los que ven que no son capaces. ¿Por qué? ¡Porque solo cuando vemos que no somos capaces, estamos dispuestos a volvernos a Aquel que sí lo es!
Así que aprender a celebrar nuestra pequeñez es solo la primera parte. También debemos aprender de dónde viene el verdadero poder. Dios no nos ayudará cuando intentemos vivir la vida cristiana con nuestras propias fuerzas. Solo si admitimos nuestra naturaleza dependiente, veremos nuestra necesidad de depender del poder de Dios. Y en cuanto aceptamos nuestra necesidad, ¡Dios se pone a trabajar! Puede que no sepamos cómo alcanzar a una persona con el evangelio, ¡pero Dios sí! Es posible que se nos acabe el amor hacia alguien no creyente, ¡pero a Dios no!
El autor John Arnold lo expresó de esta manera en su libro Seeking Peace:
“ Nuestra debilidad e incapacidad no son un obstáculo para que Dios obre a través de nosotros”.
“Cuanta más confianza tengamos en nuestras propias fuerzas y habilidades, menos confiaremos en Cristo. Nuestra debilidad humana no es un obstáculo para Dios. De hecho, mientras no la usemos como excusa para pecar, es bueno ser débil. Pero aceptar nuestra debilidad es más que reconocer nuestras limitaciones. Es experimentar un poder mucho más grande que el nuestro y rendirnos a él. Como dijo [el teólogo alemán del siglo XX] Eberhard Arnold: ‘Esta es la raíz de la gracia: el desmantelamiento de nuestro poder [...] En mi opinión, esta es la idea más importante para entender el reino de Dios’” (citado en Marva J. Dawn, Powers, Weakness, and the Tabernacling of God, p. 62).
Apúntate esta gran verdad: a Dios le agrada usarnos tal y como somos, con las preguntas que no podemos responder, con nuestros miedos y fracasos pasados.
Debemos seguir recordando lo que el Señor dijo a Pablo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Tendemos a olvidar (o tal vez elegimos no recordar) que Dios siempre ha usado a los débiles para cumplir sus propósitos. Pensamos que Dios no puede usarnos porque no somos lo suficientemente inteligentes, lo suficientemente buenos o lo suficientemente seguros, y no conocemos suficientes versículos bíblicos. O pensamos que nos utilizará solo cuando seamos todas esas cosas. Pero Dios siempre ha elegido usar a los débiles.
Abraham adoraba a la luna, que no era precisamente la mejor característica para convertirse en el padre de Israel. David era un pastorcillo tan infravalorado que a su padre ni siquiera se le ocurrió presentárselo al profeta Samuel; sin embargo, se convirtió en el mayor rey que ha tenido Israel. La mujer samaritana de Juan 4 tenía un pasado y un presente turbios, pero se convirtió en la primera cristiana y, casi inmediatamente, en la primera evangelista de su comunidad.
GLORIA EN LA DEBILIDAD
Jesús no nos descalifica por nuestros fracasos confesados o promesas rotas. Quiere usarnos ahora, donde estamos, tal como somos. ¿Por qué podemos salir al mundo en debilidad, pero confiando en la fuerza de Dios? Porque Jesús, el Señor de señores y el Rey de reyes, vino a nuestro planeta en debilidad. ¡El Señor del universo, con toda su inmensidad, se convirtió en la forma de vida más pequeña! No solo se hizo hombre, o bebé o feto. ¡El Señor del universo, el Rey de gloria, se convirtió en un embrión!
Como dijo el pastor y autor neoyorquino Tim Keller en un precioso sermón, Jesús estuvo dispuesto a descender tan bajo para levantarnos: levantarnos de la ciénaga de nuestro pecado y llevarnos a una gloriosa relación con Dios. Jesús nos ofrece su fuerza, su poder y su sabiduría porque, aunque vino en debilidad, ahora reina en el cielo.
Y quiere usarnos para ser sus testigos.