Читать книгу Sal - Rebecca Manley Pippert - Страница 16
03 Gloria en la debilidad
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He aquí la mayor sorpresa de toda la historia: desde la entrada del pecado en este mundo, la humanidad ha tenido un impulso febril de convertirse en Dios... ¡mientras que Dios, desde el principio de los tiempos, había decidido hacerse humano!
Movido por su amor inmensurable, el Dios trino eligió unirse a su creación con la más estrecha de todas las uniones: ¡convirtiéndose en lo que ya había creado! Imagínatelo: el Infinito se hizo finito; el Eterno entró en el tiempo; el Invisible se hizo visible; y el Creador se convirtió en un ser creado.
Hemos visto que hemos sido creados para ser criaturas, no el Creador. Hemos visto que el Padre envió al Hijo, no como un Rey triunfante con todas sus mejores galas, sino como un bebé al que acostaron en un pesebre. Todo esto apunta a la importancia de aceptar nuestra “pequeñez” como seres humanos. Sin embargo, también hemos visto que hay otro aspecto de nuestra humanidad del que Pablo escribió a los corintios: el poder y la gloria de Dios se revelan a través de nuestra debilidad humana, ¡por lo que podemos celebrar nuestra pequeñez!
Pero desde la caída, esa visión de nosotros mismos no es algo natural. Entonces, ¿quién puede enseñarnos a aceptar sin ningún tipo de vergüenza los límites de nuestra humanidad y a celebrar que el poder y la gloria de Dios se manifiestan a través de nuestra debilidad? Sorprendentemente, ¡la respuesta es Jesús! Pero, ¿cómo puede el Hijo de Dios entender lo que significa ser humano? Puede, porque Jesús vino a nosotros como un ser completamente divino
y completamente humano, aunque sin pecado. Ciertamente, la naturaleza de Jesús es un misterio que nuestras mentes humanas no pueden captar del todo. Sin embargo, vale la pena profundizar en él, porque una vez que comprendamos que la gloria de Dios obra a través de nuestra debilidad, marcará una gran diferencia en cuanto a nuestros temores ante la evangelización, especialmente nuestro temor a ser incapaces.