Читать книгу Sal - Rebecca Manley Pippert - Страница 19
Hazte a un lado, Becky
ОглавлениеDios se ha glorificado en mi debilidad. Mi fe ha crecido a lo largo de los años mientras aprendía a confesar a Dios mi debilidad y mi total dependencia de él. Una y otra vez he visto que Dios sabe cómo llegar a mis amigos escépticos, incluso cuando yo no sé.
Cuando Dick y yo nos establecimos en el Reino Unido para poder servir en Europa, los tres primeros años vivimos a las afueras de Belfast, en una ciudad llamada Holywood. Después vivimos tres años en Oxford y pasamos gran parte del último año en Londres. Al final de nuestro segundo año en Holywood, pedí hora para hacerme la manicura el día antes de volar a Michigan para el verano.
De camino al salón de manicura, empecé a pensar en la chica que me había atendido durante esos dos años. Heather era una joven encantadora, pero sin interés alguno en la fe. Solo le interesaba la belleza y la moda. Había empezado a abrirse y a contarme su vida, pero cuando yo mencionaba la fe, ella siempre cambiaba de tema. Así que, mientras iba de camino, oré: “Señor, lo he intentado todo para despertar la curiosidad de Heather por el evangelio, pero no está interesada. Si hay una manera de llegar a ella, tendrás que ser tú quien lo haga, porque yo no puedo”.
En el salón había un estante con un montón de revistas apiladas una encima de la otra. Fui a coger la revista que estaba arriba, cuando de repente sentí la necesidad de tomar la del medio. ¡Era casi como si hubiera una gran flecha apuntando hacia ella! Entonces fui a la mesa de Heather para hacerme la manicura.
Cuando empezó a arreglarme una mano, con la otra me puse a pasar las páginas hasta que de repente me detuve y miré fijamente una foto. Seguí pasando páginas, pero de vez en cuando volvía atrás a mirar aquella foto. Heather finalmente preguntó: “¿Por qué demonios sigues regresando a esa página? ¿Qué hay?”.
“Es por la foto de una mujer muy guapa y elegante. Lleva un magnífico abrigo y un sombrero, pero no se le ve bien la cara”, dije. “Es tan extraño… Es como si la conociera. Pero eso es imposible”.
Entonces caí en la cuenta. Le dije a Heather: “¡Ya sé quién es! ¡Es Jenny Guinness! Esta foto fue portada de la revista Vogue hace años, cuando era una conocida modelo. Más tarde se casó con mi buen amigo Os Guinness”.
Heather dijo: “¿Conoces a una modelo que salió en la portada de la revista Vogue?”. Mientras yo asentía, se volvió hacia toda la gente que había en el salón y dijo: “¿Sabéis qué? ¡Becky conoce a una modelo que salió en la portada de la revista Vogue!”.
Y entonces empecé a contarle a Heather que, durante su carrera como modelo, Jenny empezó a sentir que su vida estaba vacía y eso la llevó a una búsqueda espiritual. Los ojos de Heather se abrieron de par en par: “Becky, ¿conoces la historia de Jenny? ¡Porque me encantaría escucharla!”.
GLORIA EN LA DEBILIDAD
En ese instante me di cuenta de lo que Dios había hecho. La moda y la belleza eran los temas de Heather. Escuchar sobre la vida de una modelo le fascinaba. Así que le conté sobre la búsqueda de sentido de Jenny, cómo eso la llevó a Cristo, y por qué el evangelio había tenido tanto sentido para ella.
Heather escuchó embelesada. Luego me preguntó si tenía algún libro sobre la fe cristiana que pudiera leer. Antes de salir para el aeropuerto a la mañana siguiente, pasé por el salón y dejé algunos libros escritos para personas que están buscando.
¿Qué nos dice esta historia? El Señor del universo, el Creador del cielo y de la tierra, anhela apasionadamente que su creación lo conozca, y eso incluye a una manicurista de 21 años cuyo principal interés es la moda. Había entrado al establecimiento donde trabajaba diciéndole al Señor: “No puedo llegar a ella, así que tienes que ser tú”. Y fue como si el Señor me dijera: “Hazte a un lado, Becky, ¡que te voy a mostrar cómo lo hago!”.
C. S. Lewis, citando un poema de Francis Thompson, a veces se refería a Dios como el “Sabueso del Cielo”, por la forma en que le había perseguido. En su gracia y misericordia, Dios desea que colaboremos con él para llevar a la gente la buena noticia de Jesús. Su Espíritu puede empujarnos a elegir la revista adecuada porque sabe que esa revista será el catalizador que nos permitirá compartir el evangelio con esa persona en particular. ¡¿Hay algo más emocionante que estar en las manos del Dios vivo?!
Cuando volvimos a Belfast en otoño, me enteré de que Heather se había mudado inesperadamente a otro país. Dios sabía lo que yo no sabía: que aquella cita iba a ser la última vez que la vería. Le había pedido a Dios que me diera la oportunidad de compartir el evangelio, ¡y lo hizo! Así que confié a Heather al cuidado amoroso de Dios, pidiéndole que trajera a su vida a otro cristiano que, en la gracia y en los maravillosos tiempos de Dios, pudiera algún día llevarla a Cristo.
Esta es la verdad que debemos aprender de memoria: ¡Dios usa a los débiles para revelar su gloria! Sí, somos incapaces, ¡pero también estamos trabajando con el Dios vivo! Y eso lo cambia todo, porque es un Dios que se complace en obrar a través de los límites de nuestra humanidad. Lo que se requiere de nosotros no es que nos sintamos capaces o autosuficientes, sino más bien fe, obediencia y oración al Dios que anhela ayudarnos y que siempre lo hará cuando se lo pidamos.
Reconocer y aceptar nuestra pequeñez sin sentirnos avergonzados es la primera parte. Recordar que Dios se glorifica a través de nuestra debilidad, la siguiente. Pero para poder vivir celebrando nuestra pequeñez e incapacidad tenemos que comprender que el Espíritu Santo es quien trasciende nuestras limitaciones. Y de eso hablaremos en el último capítulo de esta sección.