Читать книгу El misterio del amor matrimonial - Ricardo E. Facci - Страница 10
ОглавлениеEl amor no busca su propio interés, sino sobre todo, el bien del otro. Está claro que el que se enamora genera un sentimiento de “necesidad” en cuanto espera que el otro lo haga feliz. La madurez de la relación va a lograr que el enamoramiento, etapa naturalmente egocéntrica, sea suplantado por el amor: “tengo necesidad de hacerte feliz”. El amor se lo cultiva de muchas maneras, por ejemplo, comprendiendo, perdonando, sabiendo ponerse en lugar del otro, admirando los dones del cónyuge, tolerando sus defectos, sobre todo, deseando permanentemente hacer feliz a la persona amada, hasta tal punto, que su felicidad genera la propia felicidad. “Viéndote feliz, soy feliz”.
Si alguien quiere destruir el matrimonio no tiene más que comenzar a exigir y exigir y exigir… Especialmente, si día a día critica de modo permanente al otro en todo lo que hace, dice y piensa. Si a cada rato le recuerda sus fallas, sus limitaciones, sus debilidades y, además, lo trata con asperezas de carácter, va a hacer que el otro busque otros ámbitos, en los que se sienta tranquilo, aliviado, sin tener que soportar comentarios y críticas negativas.
Hacer feliz, comienza por la aceptación de cómo es el otro, especialmente, la aceptación de aquello que está marcado por la propia personalidad, sin eximir de la aceptación de aquello que la persona puede cambiar. El amor y el afecto todo lo pueden. Ama, y verás qué grandes resultados se obtienen.
“¿Me amas porque me necesitas o me necesitas porque me amas? ¿Te amo porque te necesito o te necesito porque te amo?” ¡Qué pregunta! Muy movilizadora y clarificadora de intenciones.
Si amas porque algo necesitas, cuando se termine la necesidad, ¿qué pasaría? En cambio, necesitar al otro porque es objeto del amor, ¡qué diferente! Cuando se ama de verdad se va poniendo parte del propio ser en el otro, es uno mismo, por eso ya no puede vivir sin el ‘yo’ proyectado en el ‘tú’.
El amor se hace grande, sólido y auténtico, con verdadera proyección y esperanza de futuro, si la “necesidad” de vivir y compartir la vida con la persona, que se dice que se ama, brota, surge del mismo amor; cuando todo lo que se hace es para que el otro sea feliz, entonces para los esposos amar y vivir se transforma en una misma cosa. Cada minuto de la vida está en función de hacer feliz al otro.
Una vida no es plena y hermosa porque dure muchos años, sino por la intensidad como se vive en el amor y se haya trabajado por hacer feliz a los demás. La felicidad no transita desde los demás hacia uno, sino de uno hacia los demás. En cuántas oportunidades se reclama que se me haga feliz, olvidando que es uno quien debe hacer feliz al otro. Siempre digo en nuestras comunidades de consagrados, que la cocina tiene el privilegio de ser un lugar en el que se puede pensar en los demás, complacerles, hacerles experimentar que se los ama. Alguien me decía refiriéndose a una de las consagradas, “siempre piensa en los demás”, ¡qué bueno escuchar eso! Tuve la gracia de experimentar en mi familia, que mamá y papá, de modos diferentes, buscaron agradar y hacer feliz a sus hijos. Esa vivencia de la infancia me ha conducido a experimentar un impulso interior de querer y buscar ayudar a que los demás sean felices.
El que busca a través del amor la felicidad del otro, no puede dejar de amar. Es un hábito que actúa por sí mismo, no tiene que pensarlo ni proponérselo.
Donde hay amor hay felicidad, donde hay felicidad es porque hay amor. El amor genera una fragancia que todo lo envuelve, penetra y trasciende en el tiempo, dejando una marca que nada podrá borrar.
Este espíritu debe hacer palpitar todas las realidades que se viven en el matrimonio. Mencionemos el diálogo, como ejemplo de esto que acabamos de afirmar: Si sólo se buscan los propios intereses, sin capacidad de concentrarse en las necesidades y sentimientos del otro, éste, será conducido irremediablemente al fracaso.
El amor humaniza. Hace a la persona más persona, porque la hace más humana. El egocentrismo animaliza, el amor humaniza. Las grandes personas no son, necesariamente, las que están en los monumentos o con sus nombres escritos en bronce, –lo que muchas veces responde a ideologías que hoy ensalzan y mañana destruyen–: Un gran hombre y una gran mujer, se miden por su capacidad de amar, de buscar que los demás sean felices.
Te necesito porque te amo, pero jamás te amo porque te necesito. Lo primero es un amor profundo, que brota desde la misma entraña del corazón; lo segundo, es el amor caricatura, barniz, que se coloca mientras exista la conveniencia y después… si te he visto no me acuerdo. Alguien de más de cuarenta años de casado decía “ya podemos divorciarnos, total ¿para qué?” Jamás se jubila en la vida matrimonial la alegría, el entusiasmo, el amor apasionado por hacerle feliz al otro. Mientras dure el peregrinar terreno, el corazón late al ritmo de la vida que no pierde la capacidad de buscar ser feliz. La mayor sabiduría del ser humano es la de convertir la vida en amor y el amor en felicidad donada a quien se ama.
“¿Me amas porque me necesitas o me necesitas porque me amas? ¿Te amo porque te necesito o te necesito porque te amo?” Hay mucho por escarbar, escarben… Hay mucho por decir, díganlo…
Permítanme finalizar con una frase que parece descolgada, pero que tiene mucho que ver: Dios es amor y nos creó para que seamos felices.
Para dialogar en pareja
1.- ¿Qué encontré en ti, que hizo que te amara y te eligiera como esposo, esposa?
2.- ¿Te amo porque te necesito o te necesito porque te amo? ¿Me amas porque me necesitas o me necesitas porque me amas?
3.- ¿Por qué me amas? ¿Por qué te amo?
4.- ¿Qué siento al compartir contigo este tema?
5.- En general, quienes dicen que aman, ¿buscan la felicidad del amado o su propia felicidad?
Para orar juntos
Señor Jesús,
que nos amaste sin interés alguno,
buscando que llegue la salvación y la felicidad eterna
a cada uno de nosotros,
te pedimos que sepamos amar del mismo modo,
sin condición alguna,
sino dándonos enteramente
a quien amamos de verdad.
Es nuestro deseo trabajar constantemente por el bien del amado,
nos pusiste juntos para construir la felicidad
en los años que recorramos juntos,
proyectada hacia la eternidad,
ayúdanos para que se haga realidad.
Amén.