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El amor día a día

“El amor disculpa todo, todo lo cree,

todo lo espera y todo lo soporta.”

(1Corintios 13,7)

El amor es en todo ámbito, una exigencia del minuto de cada día, para todos, pero muy especialmente, para la vida matrimonial. Cada pareja matrimonial debe vivirlo día a día, en la vertiginosa lucha del minuto que se esfuma, sin que se note, como agua entre los dedos de la mano de la existencia. Un minuto vivido en el amor quedará guardado en el tesoro de la intimidad matrimonial, en cambio, cada instante sin amor, es un trozo de vida que quedó sin construir y, lo que es peor, el riesgo que cuando no se construye en ese momento, se pueden destruir otros construidos con mucho esmero.

El desafío es centrarse en la vida presente, poniendo al servicio del amor todas las energías, pensamientos, sensaciones y gozos. La sabiduría enseña a amar hoy. El pasado ya pasó, hubo buena cosecha o fue necesario un perdón. Pero, ya pasó. El futuro aún no llegó, ni se sabe si habrá mañana. Tal vez mañana sea tarde, “en vida hermano, en vida”. “En vida” es en este instante, el aquí y ahora es lo único que tenemos de modo cierto.

Lo interesante es haber logrado el hábito del amor en cada minuto. De ese modo, no se lo debe programar, pensar con intención actual, sino surge naturalmente, haciendo que uno se pueda mover como “pez en el agua”. Es una muy buena protección para no cometer errores, así como para vivir en plena libertad, sin sobresaltos en el amor, y sin caer en ansiedades y estrés, al querer presionar sobre lo que no se sabe o sobre imposibles, a los que el amor los tiene bien detectados.

Los esposos que aman, saben, acompañados de una suficiente madurez mental y psíquica, que para el amor no existen la suerte ni la desgracia, como elementos influyentes en la vida del amor matrimonial. Tampoco existe alguien tan malo que no pueda ser bueno, ni tan bueno que no pueda actuar mal. Todo es perfectible, pero los esposos que aman, no lo hacen condicionados ni por las cosas y circunstancias, ni por los éxitos y fracasos, reconocen que nada es perfecto sino imperfecto; saben disfrutar lo cotidiano, aunque surjan situaciones lejanas a la perfección.

El que ama minuto a minuto sabe respetar, también, las apreciaciones subjetivas de la otra persona, dado que todo lo que se vive y siente penetra en uno, generando sentimientos según la forma de ser personal. Hay situaciones que ni siquiera permiten buscar una única verdad, por ejemplo, una persona a alguien puede resultarle antipática, mientras que al otro le puede parecer simpática.

Hay esposos que sueñan la oportunidad ideal que nunca llegará, por lo tanto, sin darse cuenta dejan pasar ocasiones buenas y estupendas que no aprovechan y así transcurren sus vidas detenidas en un futuro incierto, quemando el cada día, mejor dicho, este día.

El día de hoy, se puede experimentar el gozo por amar y por sentirse amado, disfrutar la persona amada que genera una íntima, profunda e indescriptible vivencia de ser alguien que ocupa el primer plano, el centro del pensamiento y del corazón del otro.

Cuando el amor prima cada día, se vive, habita en el interior de la persona amada con gran seguridad, sin temor a ser uno tal cual es, sin miedo a la crítica, a ser vigilado o reprendido. Cada uno puede mostrarse tal como es, con las propias limitaciones, porque quien ama de verdad, incondicionalmente, no tiene otro deseo que cuidar a su amado, buscando el bienestar y la felicidad de ambos. Uno se da cuenta rápido cuando alguien ama o es amado de verdad, porque además de procurar y desear el bien del otro (el amor de benevolencia, como le llamaba Santo Tomás de Aquino), ese amor alimenta el optimismo, la ilusión, la alegría y las ganas de vivir. Todos conocemos personas que llegan a ser ancianos con un gran amor, enamorados, llenos de vida e ilusión.

Cuando los esposos se cuidan, protegen y contemplan con amor, sin pedir nada a cambio, no se debe dudar un instante: se quieren verdaderamente. El gozo de amar, si además es correspondido, contribuye sobre manera a que suba la estima por los cielos, generando salud y madurez psicoafectiva.

Por esto, cuando hay una crisis matrimonial o cuando “nuestro hijo no tuvo suerte”, no hay que creer en los “milagros humanos”; en los peores momentos, en situaciones críticas, siempre se puede cambiar para mejor, con la condición, que se sepa que la única alternativa es el amor, día a día. Este es el único modo de evitar una posible catástrofe.

La búsqueda de salir de sí, sin quedarse de brazos cruzados, para que aparezcan soluciones a los diferentes conflictos, con una esperanza dinámica, es decir, haciendo lo que se puede, ayudará. Es que en definitiva, el único milagro posible, lo genera el amor. Algunos dicen, “tengamos fe” o “confiemos en Dios”, esto es bueno, pero con una fe activa, sin esperar la suerte o el maná que caiga del cielo. “A Dios rogando y con el mazo dando”, dice el dicho popular, y no hay otro mazo con que responder que no sea con el amor, haciendo que muchos conflictos automáticamente desaparecerán.

La propia suerte uno se la debe fabricar, así se derrotan las adversidades, los pensamientos derrotistas que pronostican lo peor. El encuentro con el amor ayudará a visualizar la mejor solución posible, la mejor alternativa que se tienen al alcance, buscándola con todas las fuerzas y ejecutando el darse todo, tras el empeño de lograr superar los conflictos.

Ponerse al día, renovarse constantemente. Nunca estaremos capacitados para conseguir la perfección en algo, pero la excelencia está a nuestro alcance.

Hacer todo lo que está en nuestras posibilidades, capacidades y medios: en eso consiste la excelencia. Recordar que siempre es posible sacar fuerzas de la flaqueza, gozo del dolor, compañía de la soledad y esperanza de la desesperanza. Las posibilidades de recuperación son casi infinitas, si a la fuerza de voluntad le sumamos la fuerza del amor.

Amarse día a día, es la señal de un matrimonio maduro, de quienes quieren lo mejor para el compañero de toda la vida. La gracia de Dios acompaña, sepamos aprovecharla, el premio es el Amor, con mayúscula, que no termina jamás.

Para dialogar en pareja.

1.- ¿Experimentamos, en nuestro matrimonio, que el amor está en cada momento de nuestras vidas?

2.- ¿En qué debemos madurar aún, para que nuestro matrimonio logre equilibrio afectivo?

3.- Nuestros hijos, ¿sienten que nuestro amor está constantemente manifestándose entre nosotros?

4.- ¿Cómo definimos, a la luz de esta reflexión, un matrimonio que busca manifestar el amor día a día?

5.- ¿Cómo recomponer el amor después de algunos días en los que no se experimentó el amor entre ambos?

6.- ¿Qué consejo le darían a un matrimonio que está en crisis, siendo el único camino para restablecer la buena relación, el amor día a día?

Para orar juntos.

Señor Jesús,

Tú que eres el amor eterno,

el de este instante y el de siempre,

ayúdanos a vivir el amor de cada momento,

para que un día desemboquemos en el eterno,

el amor que no tiene fin.

En nuestro matrimonio nos amamos profundamente,

ayúdanos a que podamos manifestarlo en cada situación de vida,

entre nosotros, hacia nuestros hijos,

y a todos aquellos que crucemos en el camino de la vida.

Amén.

El misterio del amor matrimonial

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