Читать книгу La noche del océano y otros cuentos - Robert H. Barlow - Страница 5
ОглавлениеLa muerte del monstruo
Con H. P. Lovecraft
Grande era el clamor en Laen, pues se había divisado humo en las Colinas del Dragón. Eso debía de significar que el monstruo se movía; el monstruo que escupía lava y hacía temblar la tierra mientas se retorcía en sus profundidades. Y, cuando los hombres de Laen hablaron, juraron matar al monstruo para impedir que su ardiente aliento abrasara su ciudad plagada de minaretes y derrumbase sus cúpulas de alabastro.
Así fue como, a la luz de las antorchas, se reunieron cien de los hombrecillos, preparados para combatir al maligno en su fortaleza escondida. Al caer la noche, empezaron a marchar en columnas desiguales hacia las laderas bajo los fulgentes rayos lunares. Ante ellos brillaba una nube ardiente con claridad entre el crepúsculo morado; una guía hacia su objetivo.
En aras de la verdad debe constar que su moral había decaído enormemente mucho antes de que hubieran avistado al enemigo y, a medida que la luna se fue atenuando y la llegada del alba se anunciaba con llamativas nubes, desearon más que nunca estar en casa, hubiera o no dragón. Sin embargo, cuando el sol surgió se animaron ligeramente y, cambiando de posición sus lanzas, caminaron con dificultad, pero resueltos, la distancia restante.
Nubes de humo acre colgaban como cortinas del mundo, oscureciendo el nuevo sol y alimentadas constantemente por hoscos resoplidos del hocico del monstruo. Pequeñas lenguas de airadas llamas hacían que los habitantes de Laen se desplazasen rápido entre las abrasadoras piedras.
—Pero ¿dónde está el dragón? —susurró uno, con temor y esperando que no aceptase la pregunta como una invitación. En vano buscaron: no había nada lo suficientemente sólido como para matarlo.
Así pues, cargándose las armas al hombro, volvieron a casa cansados y erigieron una tablilla de piedra a tal efecto:
Al ser molestados por un fiero monstruo, los valientes ciudadanos de Laen fueron en su búsqueda y lo mataron en su terrible guarida, salvando así la tierra de un destino espantoso.
Costaba leer estas palabras cuando desenterramos la piedra de entre las profundas y antiguas capas de lava incrustada.