Читать книгу La noche del océano y otros cuentos - Robert H. Barlow - Страница 7
ОглавлениеLa batalla que acabó con el siglo
(Mensaje hallado en una máquina del tiempo) Con H. P. Lovecraft
En la víspera del año 2001, una enorme multitud de espectadores interesados se hallaba presente entre las románticas ruinas del Garaje de Cohen, en lo que antes era Nueva York, para presenciar un encuentro pugilístico entre dos campeones renombrados del firmamento de las historias extrañas: Bob Bíceps, el Terror de las Llanuras, y Bernie K.O., el Lobo Salvaje de West Shokan. El Lobo acababa de terminar su curso de entrenamiento físico por correspondencia, vendido por el señor Arthur Leeds. Antes del combate, el venerado lama tibetano Bill Lum Li auguró el resultado evocando al dios serpiente primigenio de Valusia y halló señales inconfundibles de victoria en ambas partes. Wladislaw Brenryk vendía profiteroles descuidadamente, mientras que los participantes recibían cuidados de los cirujanos oficiales: los doctores D. H. Killer y M. Gin Brewery.
El gong se tocó a las 39 h, tras lo cual el aire se tiñó de rojo por la sangre derramada en el combate, que el poderoso matarife de Texas arrojaba profusamente. Muy pronto hubo los primeros daños: dientes aflojados en ambos contendientes. Uno, que saltó de la boca del Lobo tras un golpe fortuito de Bíceps, describió una parábola hacia Yucatán; los señores A. Hijacked Barrell y G. A. Scotland lo recuperaron en una apresurada expedición. Este incidente fue utilizado por el eminente sociólogo y antiguo poeta Frank Chimesleep Short, Junior, como base para una balada de propaganda proletaria con tres versos intencionadamente imperfectos. Mientras tanto, un potentado de un reino vecino, el Efejota de Akkamin —que también se conocía a sí mismo como crítico aficionado—, expresó su frenético disgusto ante la técnica de los combatientes, al mismo tiempo que vendía fotografías de los luchadores —con él mismo en primer plano— a cinco centavos cada una.
En el segundo asalto, la potente derecha del borrachín de Shokan atravesó las costillas del tejano y se enredó en vísceras varias, lo que permitió que Bíceps encajase varios golpes significativos en la barbilla desprotegida de su oponente. A Bob le molestó enormemente la afeminada aprensión mostrada por varios espectadores a medida que músculos, glándulas, casquería y trocitos de carne salpicaban más allá del ring. Durante este asalto, la eminente anatomista M. Blunderage, que ocupaba portadas de revistas, retrató a los combatientes como un par de nudistas animados tras un fino velo de humo de tabaco convenientemente situado, mientras que el difunto C. Half-Cent proporcionó un boceto de tres chinos ataviados con sombreros de seda y botas de agua, pues tal era su original concepto de la contienda. Entre los bosquejos hechos por aficionados se encontraba uno del señor Goofy Hooey, que luego se hizo famoso en la exposición cubista anual como —Abstracción de un pudin erradicado—.
Durante el tercer asalto, el combate se volvió hostil de verdad: el monstruo de Shokan desprendió total o parcialmente varias orejas y otros accesorios del luchador fronterizo. Algo irritado, Bíceps contraatacó con varios golpes excepcionalmente virulentos, con los que arrancó muchos fragmentos de su agresor, quien siguió luchando con sus miembros restantes. En este punto, el público dio muestras de gran excitación nerviosa; los casos de pisoteos y derramamiento de sangre fueron frecuentes. Los más entusiastas quedaron bajo la custodia de Harry Brobst, del Hospital de Enfermedades Mentales Butler.
El señor W. Lablache Talcum informó de todo el asunto, y cuyo texto revisó Horse Power Hateart. A lo largo del acontecimiento, el señor conde de Erlette tomó notas para un ciclo de novelas de 200 tomos al estilo de Proust, que se titularía Mañana en septiembre, y contaría con ilustraciones de la señora Blunderage. J. Caesar Warts entrevistó con frecuencia a ambos contendientes personalmente, así como a todos los espectadores más importantes; obtuvo como recuerdos —tras un encarnizado forcejeo con Efejota— un cuarto de costilla autografiado de Bíceps, en excelente estado, y tres uñas del Lobo Salvaje. Los efectos de luz los proporcionaron los Laboratorios de Pruebas Eléctricas, bajo la supervisión de H. Kanebrake. El cuarto asalto se prolongó ocho horas a petición del artista oficial, el señor H. Wanderer, que deseaba añadir ciertos matices de fantasía a su representación de la fisionomía mermada del Lobo, entre los que se contaban varios detalles supernumerarios provistos por la imaginación.
El clímax llegó en el quinto asalto, en el que la izquierda del desgarrador de Texas atravesó totalmente la cara de Bernie, el luchador, y llevó a la colchoneta a ambos boxeadores. El árbitro decretó que ese era el final; Robertieff Essovitch Karovsky, el embajador moscovita, quien, en vistas del estado ensangrentado del golpeador de Shokan, declaró que este había sido liquidado esencialmente según la ideología marxista. El Lobo Salvaje formalizó una protesta oficial, que se rechazó aduciendo que todos los puntos necesarios para la muerte técnica estaban teóricamente presentes.
Las trompas entonaron una fanfarria triunfal en honor al ganador, mientras que el perdedor técnico se entregó al cuidado del enterrador, Teaberry Quince. Durante la ceremonia, el teórico cadáver se ausentó brevemente para comer algo de mortadela, pero se proporcionó un elegante cenotafio para desviar la atención hacia los ritos. El cortejo fúnebre estaba liderado por un coche fúnebre de alegres adornos, conducido por Malik Taus, el sultán de los pavos reales, que estaba sentado en la cabina con un uniforme de West Point y turbante, y dirigió una experta trayectoria por encima de varios setos y paredes de piedra imponentes. A medio camino del cementerio, el cadáver volvió a unirse a la comitiva; se sentó al lado del sultán Malik en la cabina y se acabó su sándwich de mortadela, pues su gran barriga imposibilitó que entrase en el cenotafio que tan rápidamente se había seleccionado. El maestro Sing Lee Bawledout interpretó un canto fúnebre apropiado al flautín; La famosa y celebrada aria Nunca chafes a una mosca de los señores De Silva, Brown y Henderson, de la vieja cantata Imagínate, fue elegida para la ocasión. El único detalle omitido del funeral fue el entierro, que se interrumpió con la desconcertante noticia de que el portero oficial, el celebrado financiero y editor Ivar K. Rodent, había huido con toda la recaudación. Quien más lamentó tal omisión fue el reverendo D. Vest Wind, que se vio obligado a marcharse sin pronunciar un extenso y conmovedor sermón revisado expresamente para la celebración a partir de un anterior discurso dado en el entierro de un caballo preciado.
El relato del acontecimiento, realizado por Talcum e ilustrado por el conocido artista Klarkash-Ton —que representó enigmáticamente a los boxeadores como hongos sin huesos—, fue publicado, tras repetidos rechazos por parte del refinado editor del «Cajón Desastre de la Ciudad del Viento», como folleto por W. Peter Chef, bajo supervisión tipográfica de Vrest Orton. Este, mediante los empeños de Otis Adelbert Kline, se acabó vendiendo en la librería La Casa del Llanto, hasta que al fin se vendieron tres copias y media gracias a la atractiva descripción del catálogo provista por don Samuelus Philanthropus.
En vista de la gran acogida, el señor De Merit volvió a imprimir el texto en las policromáticas páginas de «La Coz Semanal» bajo el título “¿Ha quedado obsoleta la ciencia? O los molineros del Garaje”. No obstante, no quedan copias en circulación, puesto que las que no se llevaron bibliófilos fanáticos las confiscó la policía en relación con la demanda por difamación del Lobo Salvaje, quien tras varias apelaciones que acabaron en el Tribunal Mundial, no solo se consideró oficialmente vivo, sino también el claro ganador del combate.