Читать книгу La noche del océano y otros cuentos - Robert H. Barlow - Страница 8
ОглавлениеLa taberna inhóspita
Quorlan sonrió enigmáticamente a su criado cuando llamaron a la puerta. En su orondo rostro se dibujó una sonrisa mecánica y falsa mientras se frotaba las rollizas manos.
—¡Venga, estúpido! —exclamó, enfadado por la mirada temerosa del mudo.
El criado Varrak asintió y se esfumó entre las sombras para obedecer. Quorlan miró con interés hacia la penumbra para ver quién llegaba a tan tardía hora, pues la taberna ya causaba bastante aprensión a la luz del día.
Una alta figura ataviada con una túnica larga y húmeda por la niebla vespertina entró a grandes zancadas murmurando improperios. Echó rápidos vistazos a su alrededor y vio al panzudo posadero junto al fuego. Con brusquedad exigió alojamiento para la noche. Quorlan, haciendo lo que casi podría considerarse como una reverencia asustada, corrió escaleras arriba y abrió de par en par una enorme puerta con adornos tallados a la izquierda del pasillito. El extraño barbudo, que se había quitado el sombrero y no era mal parecido a su extraño modo, lo siguió.
—Servirá —dijo imperiosamente, y añadió— Lárgate.
—Pero, señor, ¿el precio? —inquirió Quorlan, cuyas tres papadas sobresalieron cuando retrocedió para inspeccionar a su huésped.
—¡He dicho que te marches! —volvió a ordenar el barbudo, que a continuación lanzó una bota hacia la puerta. Tanto el maestro como el criado, que lo seguía de cerca, bajaron las escaleras apresuradamente.
Abajo, cerrando la puerta con cuidado para no hacer ruido, Quorlan señaló el sótano con la cabeza, y el criado Varrak lo acompañó hasta allí de inmediato. Tras sacarse una pluma del cinturón, Quorlan lo introdujo en un frasco de extraña forma que había sobre la mesa, y escribió a toda prisa:
—¿Viste su oro?—. Varrak asintió—. Cruza el pasadizo y observa. Avísame cuando se haya dormido. No debe escaparse como hizo el último —garabateó.
Varrak desapareció tras un barril y se arrastró por una abertura baja que estaba oculta a la vista. Con sigilo recorrió el estrecho pasadizo entre las gruesas paredes de la taberna, y se elevó mediante una serie de varillas hasta la segunda planta, jadeando y mirando maliciosamente la oscuridad. Las arañas retrocedieron en su red para dejarlo pasar, pues reconocían a alguien de su propia naturaleza. Cuando llegó al extremo, se detuvo y quitó rápidamente la tapa corredera de una mirilla a la que pegó el ojo.
En la cama había una silueta borrosa, y con una sonrisa Varrak pasó la mano por una larga y fina daga como acariciándola. Entonces se giró e inició su descenso sin hacer ruido, bajándose con su poderosas y crueles manos. Pero no pudo terminar, pues otra mano, la del forastero, se posó en la suya y, con una fuerza queda, lo alzó con fuerza.
En los ojos del deforme y demacrado Varrak había terror, y abrió la boca en una mueca espantosa, con la intención de gritar, pero solo pudo mirar boquiabierto ridículamente y no emitió ningún sonido. Entonces, unas manos implacables lo doblaron hacia atrás, aprisionándolo mientras extraían su propia daga de su funda y se lo hendían en el cuerpo. El retorcido cerebro del mudo detuvo su agitación de horror, y se deslizó al suelo, espatarrándose grotescamente con una mirada peculiar. El tabernero se levantó, lo medio empujó con el pie y cruzó el panel corredero, que cerró tras él, pues su dañina tarea ya estaba completada.
Pues no se había sorprendido en absoluto, como quienes lo habían precedido, y lo había planificado antes de su llegada.
Explorando el camino detenidamente en busca de obstáculos, se dirigió con cuidado al sótano. Al mirar por la abertura vio la silueta protuberante del propietario, que estaba borracho en una silla. Con un humor sarcástico, el barbudo quitó la tapa de un barril de vino y, agarrando su cuerpo, lo precipitó en él de cabeza. Un pataleo espasmódico fue todo lo que señaló su muerte. Después, el barbudo volcó la vela y esperó hasta que la llamita hubiera crecido hasta cruzar la estancia y consumir la madera. Entonces, se marchó de aquel horrible lugar en pos de la despejada y húmeda noche.