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Espacios y direcciones de la migración

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La migración se produce a distintas escalas: local, regional, nacional, intercontinental. Se mueve en muchas direcciones: de país en desarrollo a país desarrollado, de pobre a rico; de oeste a este, o en sentido inverso. Involucra a muchos tipos diferentes de personas: migrantes laborales, refugiados de guerra, migrantes de grupos étnicos o religiosos, expatriados laborales, de estudios, jubilados, profesionales en voluntariados humanitarios, exilados políticos, etc.

El período de migración asociado a la industrialización mundial —desde mediados del siglo XIX a las primeras décadas del XX— que se muestra en el mapa de la Figura 1, es un buen ejemplo de una etapa de masivas migraciones internacionales, cuyos grandes flujos se movieron básicamente entre Europa y las Américas. A pesar de que ningún mapa puede ser tan detallado como para cubrir exhaustivamente un territorio y sus procesos, esta imagen pone de manifiesto que incluso cuando hay grandes movimientos intercontinentales de personas en una dirección, estos han sido precedidos o seguidos por múltiples desplazamientos de personas dentro de regiones o países específicos. Estas grandes oleadas están compuestas por muchos pequeños movimientos de circulación y ajuste del emplazamiento de las personas.

Este período de migraciones internacionales sigue teniendo un peso histórico muy importante por su carácter masivo, por su impacto en el desarrollo y en la composición social y cultural de muchas naciones, por el hecho de haber servido para mejorar las condiciones de vida a ambos lados del Atlántico y por su presencia en la memoria global: el recuerdo de sus protagonistas es muy vivo, y los hijos y nietos de estos tienen una clara conciencia de sus orígenes migratorios. Veremos más adelante que, sin embargo, las migraciones contemporáneas no se pueden cartografiar con la misma claridad, y no solo porque las cifras y las estadísticas sean difíciles de precisar.

NUEVAS FORMAS DEL TRABAJO, MOVILIDAD Y «MIGRACIÓN VIRTUAL»

Hoy existen numerosas formas nunca antes vistas de trabajo a distancia o sin una base fija. Y estas se apoyan en otras tantas innovaciones tecnológicas: desde dispositivos electrónicos hasta apps y otras formas de tecnología personalizada que permiten la comunicación con cualquier lugar. Cada día llegan al mercado nuevas formas de conseguir empleo, como las nuevas plataformas online diseñadas para que entren en contacto empresas y talento, que ayudan a los trabajadores freelance a insertarse en sus áreas de trabajo. Otro cambio contemporáneo es la proliferación de los espacios de trabajo compartido en los grandes centros urbanos, que ofrece a los freelancers apoyo, recursos y el sentido de pertenencia a una comunidad que surge al trabajar alrededor de otras personas. Estas estructuras influyen en la validación de nuevos estilos de vida como alternativas genuinas, y propagan una sensación de libertad y movilidad, reduciendo los obstáculos para trabajar y conseguir trabajo cuando se está lejos de casa. Otras tecnologías que privilegian la movilidad (TransferWise, TaskRabbit, Uber, Airbnb, Tinder...) hacen que estar en movimiento sea atractivo para un horizonte cada vez más vasto de personas.

También es posible suponer que, por el contrario, este tipo de tecnologías y cambios en la organización del trabajo harán cada vez menos necesaria la migración, en la medida en que reducen la importancia del sitio fijo para trabajar. Un programador de computación que reside en Bolivia y uno que vive en Corea del Sur podrían estar trabajando en el mismo proyecto desde sus propias casas, intercambiando información, produciendo resultados en conjunto y teniendo conversaciones a diario. Pero, al reducir la necesidad de estar atado a una locación específica para poder continuar ganándose la vida, este tipo de tecnologías facilitan la migración. En el tejido complejo y plural del presente global, estas nuevas formas de trabajo se cuentan entre otros muchos cambios sociales que están incrementando los ritmos y las formas de movilidad para mucha gente. Permiten que el trabajo emigre, pero que la gente se quede en su sitio, y esto se conoce como «migración virtual»: un proceso a través del cual, utilizando espacios virtuales transnacionales, el trabajo y grandes cantidades de códigos y de datos atraviesan las fronteras nacionales, pero los trabajadores no. Esto puede incluir, por ejemplo, empleados de centros de llamadas en la India, que programan aplicaciones de software, persiguen a deudores de tarjetas de créditos o venden píldoras de adelgazamiento por teléfono para compañías y para personas establecidas en otros países del mundo. Mientras que sus destrezas y su trabajo migran afuera, estos trabajadores siguen manteniéndose como ciudadanos indios, viviendo y trabajando en la India.[23]

Es importante reconocer que no toda la migración es de naturaleza internacional. De hecho, la mayoría de las migraciones ocurren como movimientos entre regiones dentro de cada país. Este fenómeno, llamado migración interna, es mucho más difícil de medir que la migración internacional. Pocos países contabilizan el número de migrantes internos, aunque estos tienen un impacto significativo en diferentes niveles, y las razones que les llevan a moverse son muy diversas, como es el caso de los migrantes internacionales. Por ejemplo, solo en China hay casi 200 millones de migrantes internos, un número que llegará a los 300 millones en 2027; es una cifra muy alta en comparación con los más de 230 millones migrantes internacionales en el mundo. Aunque los movimientos de migración interna son más difíciles de rastrear, es fundamental tenerlos en cuenta, dado que los movimientos domésticos con frecuencia precipitan las trayectorias de las migraciones internacionales. Una proporción importante de las personas que se mueven de las áreas rurales a las urbanas acaban saliendo del país. De hecho, las remesas domésticas internas pueden tener gran importancia económica: sirven con frecuencia para equilibrar las brechas entre el ingreso urbano y rural, ayudando a reducir las disparidades de riqueza regional y la pobreza en las áreas rurales.

Todos estos tipos de movimiento están, por supuesto, afectados por las contracciones y expansiones de la economía, que ponen en marcha combinaciones o sucesiones de migración interna, externa y de retorno, de emigrantes o sus hijos, y de nuevos migrantes en sentido contrario a los de oleadas anteriores. Por ejemplo, entre el año 2000 y el 2007, la migración doméstica en España casi se duplicó, desde algo más de 300.000 personas a cerca de 600.000[24]. Muestra de esto es que cerca del 30 % de la población del País Vasco ha nacido fuera de la región[25]. Si bien históricamente la migración interna ha sido fundamental para la demografía de varias regiones españolas, durante el siglo XX la mayoría de esta inmigración provino de otras partes de España. En años recientes esto se ha revertido, y grandes contingentes de esta población han regresado a sus lugares de nacimiento. Pero así como en la década de los 70 y 80 los migrantes al País Vasco procedían de Extremadura, hoy la mayoría de la inmigración a esta región viene del exterior, principalmente de América Latina, región que recibió miles de emigrados vascos durante más de trescientos años, y hasta bien entrado el siglo XX.

Este movimiento de migración interna se ha convertido en una forma efectiva de aliviar el desempleo en ciertas áreas y llenar vacíos en el mercado laboral en otras. Adicionalmente, los migrantes internos —particularmente, los migrantes laborales— suelen enviar remesas considerables a casa.

Otro importante grupo que debe ser tenido en cuenta aquí es el denominado PDI, o Personas Desplazadas Internamente. Estos son refugiados domésticos que han sido desarraigados por conflictos armados, o por factores ambientales como sequías, terremotos y tsunamis, y forzados a moverse a otro lugar dentro de su propio país. Debido a las guerras y a los desastres naturales, el número de PDI está aumentando, y muchas organizaciones humanitarias se están movilizando para asistirlos cuando surgen las crisis. Un ejemplo crítico de esto son los desplazados internos en Colombia, país en el cual más de cien años de conflicto armado interno, incluyendo varias guerras civiles desde el siglo XIX y el posterior enfrentamiento en el siglo XX entre el Estado y grupos irregulares diversos —guerrilleros, narcotraficantes, «autodefensas» paramilitares, bandas criminales— y la lucha entre estos últimos, han convertido el desplazamiento forzoso de grandes contingentes de población rural en una tendencia migratoria estable[26].

CEREBROS EN FUGA DE IDA Y VUELTA

Después del conflicto y la guerra civil en Afganistán en los años 70 y 80, la sociedad afgana vivió una severa fuga de cerebros al emigrar muchos ingenieros, tecnólogos, médicos y otros profesionales y académicos a países vecinos y a otros lugares del mundo. Una vez derrocado el régimen talibán en 2001, el país se vio en imperiosa necesidad de encontrar profesionales de la industria y gente con formación técnica que pudieran ayudar tanto a reconstruir el país como a dirigirlo. Durante un cierto período de tiempo miles de migrantes afganos empezaron a volver del exterior para trabajar en posiciones claves dentro de programas de desarrollo en los ministerios, instituciones gubernamentales y en el sector privado. Tenían la esperanza de poder participar en la reconstrucción económica y social en un tiempo en que parecía que había un lugar para ellos en el futuro de su país. Sin embargo, en los últimos años ha habido un cambio en la dirección opuesta. La violencia continuada y la falta de oportunidades económicas (así como la pérdida de cientos de miles de puestos de trabajo) ligados a la presencia militar de la OTAN y Estados Unidos, han hecho que muchos afganos teman que el país no logrará sostenerse en el futuro próximo. Como resultado de esto, las cifras de personas que están huyendo del país ahora son las mayores desde la invasión dirigida por Estados Unidos en el 2001[27]. Una cuarta parte del más de un millón de refugiados y migrantes que llegaron en Europa en 2015 fueron afganos, el segundo grupo en número después de los sirios que escapaban de la guerra civil, y la estimación de la población de refugiados afganos en el mundo a comienzos de 2016 era de 2,7 millones[28]. El éxodo continuó incluso después de que la Unión Europea votara clasificar a los afganos como migrantes económicos, lo cual redujo significativamente sus oportunidades de obtener asilo. En 2015 se puso en marcha una campaña gubernamental, liderada por el Ministerio de Refugiados y Repatriaciones y por un movimiento de la sociedad civil llamado Afganistán te necesita, dirigida a convencer a los afganos de no abandonar el país, con una fuerte presencia en los medios y las redes sociales. El expresidente Hamid Karzai apareció en la televisión animando a la juventud a quedarse y ayudar reconstruir el país[29]. Aún está por verse si este llamamiento tendrá efectos positivos.

También a comienzos de la primera década de este siglo, y mientras los migrantes afganos consideraban volver para poder desempeñar un papel en el futuro de su país, los que habían abandonado la vecina India hacían lo mismo. Varias décadas antes, una generación entera de indios había considerado Occidente como la tierra de las oportunidades, y ello llevó a que abandonasen sus hogares y, con el tiempo, pasar de ser migrantes económicos pobres a personas con negocios exitosos y profesionales en el exterior. Decenas de miles de migrantes que inicialmente habían llegado a Estados Unidos para obtener una educación universitaria en ingeniería y otras carreras tecnológicas, aceptaron trabajos en Silicon Valley en vez de volver a casa, donde las oportunidades profesionales eran menores. Pero, una vez que estalló la burbuja de las llamadas «empresas punto com», muchos expertos en tecnologías se vieron obligados a volver a la India debido al hundimiento del mercado y la pérdida de trabajo en Estados Unidos. A su vez, el crecimiento de la economía y las oportunidades de empleo en India atrajeron a muchos emprendedores, y los convencieron para realizar inversiones en su país natal. La discriminación en Estados Unidos en contra de la gente de piel oscura después del 11 de septiembre de 2001 también contribuyó a que muchos decidieran irse. En la actualidad, una floreciente economía que augura la posibilidad de un estilo de vida acomodado, atrae a su país de origen a un creciente número de indios que viven en Estados Unidos, Gran Bretaña y otros lugares. Vuelven a casa para emprender planes de negocios y tomar empleos bien pagados en la industria de las tecnologías de la información. Una migración de regreso que comenzó como un goteo a fines de los años 90 ha crecido tanto que, en contraposición a «drenaje» o «fuga», se la ha llamado «ganancia de cerebros». Ciertas estimaciones muestran que en 2010 ya había más de 30.000 de estos «indios retornados no-residentes», un número que puede haber superado los 100.000 en 2016[30].

Vale la pena mencionar que la migración de «retorno» de segunda generación no es un fenómeno nuevo. El antropólogo Takeyuki Tsuda señala casos anteriores en los que las trayectorias de retorno han estado empujadas por factores como la persecución étnica y la discriminación tras de la caída de regímenes coloniales o de Estados multiétnicos. Por ejemplo, tras la Segunda Guerra Mundial, doce millones de alemanes étnicos fueron expulsados de Europa del Este, y muchos de ellos se reasentaron en Alemania Oriental y Occidental[31].

Existen otras trayectorias de movimiento que contradicen la visión estereotipada que reduce todo el fenómeno de la migración al movimiento desde las regiones más pobres hacia las más ricas. De hecho, también forma parte del fenómeno migratorio el desplazamiento de gente desde naciones desarrolladas a otras menos desarrolladas (algo que generalmente se llama migración de norte a sur), aunque a veces se le da un nombre diferente, como, por ejemplo, expatriación. Estas formas de movilidad están en crecimiento sostenido en la actualidad: alrededor de 55 millones de personas por todo el planeta[32]. Vivimos en una era en la cual el movimiento y la apertura se han hecho mucho más comunes: los cambios en el transporte, la tecnología, el trabajo y la cultura están normalizando pensar más allá de las fronteras y cruzarlas con frecuencia[33]. Los movimientos por razones de estudio, exploración personal, desarrollo profesional, matrimonio, jubilación o estilo de vida están cobrando una significación cada vez mayor, tanto en el ámbito individual como en el social.

Vistos en perspectiva y a lo largo de períodos históricos amplios, casi todos los movimientos de personas revelan que la migración siempre ha sido bidireccional: los movimientos en una dirección casi siempre han estado precedidos o seguidos por otros en la dirección opuesta. Por ejemplo, las personas que escapaban de la guerra en Pakistán o la India hacia Gran Bretaña no hicieron más que continuar en sentido contrario los movimientos previos de funcionarios, militares, comerciantes y administradores coloniales desde Europa hacia el subcontinente indio. Si hoy vemos ingenieros de Ghana que buscan trabajo en Noruega, solo hace falta extender la escala temporal para encontrar casos anteriores de profesionales escandinavos migrando a trabajar a África; y hoy es fácil ver a estudiantes noruegos que viajan a África occidental para tener una experiencia de gap year, el año de transición entre el fin de la educación secundaria y el comienzo de la universidad. Miles de mercaderes o soldados ingleses dejaron en su momento Gran Bretaña para irse al Sudeste asiático. ¿Por qué se sorprende el ciudadano medio europeo del movimiento inverso? El punto a tener en cuenta aquí es que la perspectiva de la gente sobre la migración suele estar limitada por una visión corta, sin profundidad histórica ni conciencia de los cambios en las relaciones económicas, sociales y políticas entre distintas regiones del globo a lo largo del tiempo. ¿Se puede afirmar acaso que la migración de colonizadores europeos a África, América, Asia u Oceanía era más aceptable que la migración en sentido contrario que experimentó Europa a partir del siglo XIX? ¿O que las migraciones de europeos empobrecidos hacia América desde finales del siglo XIX hasta la década de 1950 era más legítima que la de trabajadores y profesionales latinoamericanos hacia Europa desde 1970 hasta hoy? Sin duda, no: en ambos casos los inmigrantes traen una fuerza y capacidad de emprendimiento que dinamiza las sociedades que los reciben. Vale la pena preguntarse por qué se ha estrechado la visión de buena parte de la población en los países receptores actuales.

Una serie de cambios sociales y demográficos están contribuyendo a dar forma a los patrones de la migración contemporánea, y están siendo a su vez afectados por ella. La nueva «clase creativa», por ejemplo, está produciendo vastas transformaciones en el trabajo, el ocio, en las comunidades locales y en la vida diaria, llevando a un aumento en los movimientos internacionales de estos grupos[34]. De manera similar, el aumento de los servicios financieros y tecnológicos y las nuevas demandas de profesionales de la salud e investigadores científicos está propiciando que profesionales calificados salgan a buscar oportunidades de empleo en el exterior. Es lo que se ha dado en llamar «guerra por el talento», iniciada por los países ricos decididos a invertir en su futuro económico absorbiendo profesionales de otros países. En esta contienda las grandes empresas globales de tecnología, como Apple y Microsoft, también son actores fundamentales. Un frente en el cual se dan estas batallas es el de los estudiantes extranjeros: los costos de las matrículas universitarias para estudiantes locales e internacionales en el mismo programa de estudios suelen ser distintos, mayores para estos últimos. En países como Gran Bretaña, Canadá, Dinamarca, Turquía o Estados Unidos estas varían en función de la ciudadanía del individuo o de su lugar de residencia al ingreso. Las universidades hacen vigorosos esfuerzos para reclutar estudiantes extranjeros, y el aporte de estos también sirve para fortalecer sus comunidades académicas. Sin embargo, estos esfuerzos pueden chocar con las políticas restrictivas de los estados, cuando las autoridades de inmigración fijan límites estrictos al número de estudiantes y trabajadores que las universidades y las empresas pueden admitir o contratar.

Estas formas de la migración moderna —gente que se relocaliza voluntariamente al amparo de climas más benignos o ambientes más propicios, temporal o permanentemente, con objetivos laborales, académicos o de placer—, constituyen un nuevo patrón de movimiento que se está haciendo, sin embargo, cada vez más generalizado. En estos movimientos se incluyen, por ejemplo, personas de la clase media de las islas del Caribe que emigran a los Estados Unidos continentales; brasileños de clase alta que se mudan a Lisboa; la migración aspiracional de jubilados británicos a la costa mediterránea española; inversores japoneses que se mueven con sus familias a Ginebra o a Berlín.

¿Por qué la opinión pública no trata a estas formas de migración con la misma connotación negativa que los migrantes trabajadores del sur global al norte global, de los países en desarrollo hacia los países más desarrollados? Quizá no haya que buscar la respuesta validando un argumento basado en cifras, según el cual los migrantes calificados, profesionales, o de clase media y alta serían menos que los trabajadores manuales que migran (cosa que es cierta en algunos casos y en otros no). ¿No será que el espíritu conservador y temeroso de la diferencia que atraviesa todas las capas sociales en los países que reciben migración se ensaña más con los pobres? En cualquier país europeo pueden oírse expresiones como «Si viene migración buena [profesionales], bienvenida, pero no queremos inmigrantes de bajo nivel que nos vengan a quitar el trabajo». Pero la realidad es que estos migrantes de clase media son tan migrantes como los trabajadores manuales, y el no reconocerlos como tales (sino como «expatriados», «profesionales transnacionales», «gerentes globales») no es más que otra forma de discriminación de los migrantes de menor calificación profesional, que son, sin embargo, esenciales para el funcionamiento de los sistemas de producción de las regiones desarrolladas receptoras de migración (así como del resto del mundo).

LA CUIDADORA EXTRANJERA

Una mujer deja su casa natal y viaja a España para tomar un trabajo cuidando a los hijos de otra familia. Esto le permite probar a trabajar en el extranjero, hacer un buen dinero y ganar una valiosa experiencia. Si la mujer es filipina, está en sus 40 y envía buena parte del dinero que recibe a Filipinas para mantener a sus hijos, será tipificada como una trabajadora migrante. Pero si la mujer es francesa, está en sus tempranos 20, es soltera y ahorra su dinero o lo gasta en salir, será llamada au pair, pero raramente será considerada una migrante. ¿Por qué? Los diversos factores contextuales que determinan estas situaciones colorean los términos y categorías que utilizamos para definir y distinguir a las personas en movimiento —incluso cuando estas están haciendo lo mismo—. El movimiento desde países más pobres hacia otros más ricos es llamado habitualmente migración. El movimiento desde países ricos a países pobres (o hacia otros países ricos) generalmente es llamado movilidad, y muy raramente migración. Aunque los procesos sean los mismos, la forma en que hablamos de ellos es muy diferente, y estas diferencias revelan los prejuicios que las sociedades abrigan hacia ciertas categorías dentro de los grupos de personas diferentes.

Por otra parte, la precariedad también afecta a los migrantes profesionales de clase media, que son requeridos por los países desarrollados para cubrir necesidades del mercado laboral, pero sin ofrecerles una integración legal definitiva que les permita desarrollar una vida profesional y familiar estable. Sirva como ejemplo el caso de profesores venezolanos que imparten clases durante años en universidades inglesas con contratos temporales que no les permiten obtener un visado permanente, con hijos plenamente integrados en el sistema escolar y con prácticamente toda su infancia transcurrida en Inglaterra. Asimismo, muchos médicos especialistas colombianos, venezolanos, ecuatorianos y argentinos fueron requeridos por el sistema sanitario español durante el boom de la «burbuja hospitalaria» del cambio de siglo[35]; sin embargo, ya establecidos, con varios años de residencia y trabajo en centros médicos de toda España —y buena parte de ellos con ciudadanía española—, tras la crisis económica, vieron cuestionadas sus credenciales y se hallaron en la situación de tener que estudiar nuevamente su especialización o abandonar sus trabajos[36].

Algunas de las formas de migración contemporánea aparentemente involucran movimientos temporales. Pero las distinciones entre lo que es temporal y lo que es permanente al hablar de migración humana se han vuelto borrosas en la actualidad, debido a los cambios sociales, económicos y tecnológicos[37]. Así como estos ejemplos muestran que las situaciones precarias que aparecen en las vidas en movimiento borran algunas distinciones convencionales, en los capítulos siguientes se verá de qué forma la migración también contribuye a que se difuminen otras distinciones y categorías, y nos obliga a considerar los fenómenos sociales desde una nueva perspectiva.

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