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A modo de prefacio: la doble ruptura

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La migración, el movimiento de seres humanos de una a otra parte del planeta Tierra, nos enfrenta a una profunda paradoja y nos invita a reflexionar sobre la posible o imposible esencia que une a los humanos. La paradoja es que todo el mundo ocupa algún lugar, al que se siente pertenecer, y que todo el mundo viene de alguna parte, muy probablemente de un lugar muy alejado del que ocupa. El ser humano se hace a partir de un sitio concreto, con cuyos miembros se identifica y con los que construye un sentimiento de «nosotros», pero también se hace a partir de experiencias, personales o acumuladas históricamente, vividas en el movimiento. La historia nos demuestra que sin desplazamiento no existiríamos, o por lo menos no existiríamos tal como somos hoy. No habrían llegado los romanos a las islas británicas, ni serían católicos los portugueses (o musulmanes, o protestantes, o lo que quiera que sean), las lenguas bantús no se habrían esparcido por toda África, los proto-indios americanos no habrían sabido poblar las selvas amazónicas o las praderas de Nebraska, los habitantes de Senegal no irían a instalarse en las tierras regadas por el rio Segre y mezclarse con los habitantes de aldeas tan alejadas de las suyas y con nombres tan exóticos como Termens o Menarguens, etc. etc.

Tras leer el libro de Alejandro Reig y Roger Norum se me ocurre que la historia del ser humano ha consistido en una doble ruptura. La ruptura con el origen (con la madre y con el padre y con la polis que nos vio nacer) y la ruptura con aquello que, de una forma más o menos poética, hemos dado en llamar «naturaleza», o sea las leyes biológicas y físico-químicas que regulan el comportamiento de los objetos del universo, ruptura que nos torna gradualmente en animales cada vez más culturales.

La ruptura con el origen produce dos efectos distintos: por una parte, el recuerdo del lugar de las raíces, y por otra parte el re-enraizamiento en el lugar del destino. Ninguna de estas dos formas de relacionarse con lugares tiene por qué ser positiva o heroica. El recuerdo de las raíces puede ser nostálgico y bello, pero puede estar también lleno de miedo, de odio, de resentimiento, de arrepentimiento, etc. El re-enraizamiento puede ser un éxito, pero también un fracaso, y puede estar lleno de dificultades, de resistencias, de desencuentros culturales y personales. Pese a estas dificultades, poco a poco la humanidad ha ido constituyendo lugares que son una mezcla de personas enraizadas y de personas que recuerdan distantes lugares de origen, y a menudo ambas personas son la misma: personas con doble conciencia, simultáneamente enraizadas y desenraizadas, utópicas y nostálgicas. La forma como en cada lugar se afronta esta dualidad depende de muchas cosas, y este libro muestra diferentes «soluciones», o esfuerzos para encontrarlas, que se dan en diferentes contextos del mundo complejo en que vivimos hoy, y de aquellos no menos complejos que los humanos crearon en el pasado.

La ruptura con la naturaleza nos ha permitido grandes logros (entre otros comer de forma cada vez más sabrosa y con mejores modales, pasearnos vestidos en vez de desnudos, y por supuesto volar a mucha mayor velocidad que cualquier animal naturalmente dotado para ello), pero también nos ha inducido a una excesiva «regularización», a convencernos de que no basta con que lo natural tenga sus leyes (aquellas que descubrimos científicamente): hay que sobreponerle las humanas (aquellas que inventamos maquiavélicamente). Y así es como imponemos reglas para controlar, cognitiva y políticamente, el flujo de movimiento al que la propia tendencia a la ruptura, motor generador de historia humana, nos impulsa ciegamente. Hemos llegado a la perversión de pensar que el movimiento humano es anti-natural, que lo natural sería que uno se quedase en su madre comunidad, con los suyos, alimentando el grupo y siendo carne de cañón del mismo si fuera preciso, en vez de tener que estar migrando zoológicamente, como si de ñus o de golondrinas se tratara. Pero la tensión centrífuga, la fascinación por la ruptura, continúa tentando al espíritu, y las necesidades, o curiosidades, o tragedias, siguen hoy, como en el pasado, impulsando a millones de individuos a actuar, en su instinto de supervivencia o de superación de limitaciones, contra cualquier ejercicio de regularización externa. Y este libro también nos ofrece un amplio elenco de ejemplos de cómo los individuos se enfrentan, sea en el umbral de salida o en el de la llegada, a las restricciones de movilidad impuestas por los estados-nación y por la gobernación internacional.

Mucho más que un texto introductorio a un tema que nos ha acompañado siempre pero que ha cobrado un protagonismo muy agudo en los últimos veinte años, este texto constituye un ensayo que invita la constante reflexión y replanteamientos. Una experiencia ampliamente informativa y profundamente estimulante. ¡Feliz lectura!

Ramon Sarró Maluquer Universidad de Oxford. Reino Unido

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