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Introducción

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A fines de 1942 un grupo de ocho estudiantes de antropología llegaba a los Altos de Chiapas para realizar una primera exploración etnográfica en Zinacantán, una comunidad tzotzil relativamente cercana a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas; dirigía al grupo el joven antropólogo Sol Tax, investigador de la Carnegie Institution of Washington (CIW), quien había sido contratado por la Escuela Nacional de Antropología a instancias del doctor Alfonso Caso, director del recién fundado Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Sol Tax venía de una intensa experiencia de campo en el occidente de Guatemala y una sólida formación teórica bajo la tradición funcionalista, impartida en la Universidad de Chicago por Alfred R. Radcliffe-Brown. Incorporado al proyecto de investigación etnográfica auspiciado por la Carnegie Institution en 1934 y dirigido por Robert Redfield, tuvo a su cargo un reconocimiento de las comunidades mayenses de los Altos de Guatemala y se instaló para hacer una investigación en profundidad en Panajachel. Este proyecto formaba parte de uno mayor, dirigido por Sylvanus Morley, orientado básicamente a la arqueología y que se había iniciado en 1914.

Estos alumnos de la primera generación inscripta en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) mostraban ya un rasgo que caracterizaría a la composición de su cuerpo académico, alumnos y profesores: su diversidad nacional, pero también la trascendencia de una experiencia que está en el corazón de las investigaciones etnográficas, el trabajo de campo, y junto con ello el inicio de un proceso de construcción de redes académicas y personales, todo lo cual incidió en su formación profesional y en el carácter de sus contribuciones al conocimiento científico.

De los ocho estudiantes de antropología que acompañaron a Tax, cinco harían contribuciones significativas a la etnografía, y dos se convertirían en figuras emblemáticas de la antropología mexicana del siglo XX: Ricardo Pozas y Calixta Guiteras. Pero no adelantemos vísperas, pues esta primera experiencia duró un mes y sirvió para ponderar las capacidades de los alumnos participantes, pues para 1944 Tax regresaría con tres de ellos para hacer investigaciones etnográficas en profundidad. Del primer grupo continuaron, por otros caminos, Gabriel Ospina, colombiano, y Anne Chapman, estadounidense. Ospina se incorporó en 1945 al proyecto del Instituto de Antropología Social de la Smithsonian Institution, dirigido por George M. Foster, de la Universidad de California, y tendría un papel importante en la investigación de ambos en Tzintzuntzan, una comunidad de la región del lago de Pátzcuaro, estado de Michoacán. Como apunta Foster (1948) en su monografía, Ospina era coautor, pero no apareció en tal calidad por encontrarse preparando otra obra con los mismos materiales. La obra prometida nunca se publicó y Ospina no volvió a aparecer en el medio antropológico mexicano.

Por su parte, Anne Chapman, nacida en California, Estados Unidos, se incorporó posteriormente al grupo de alumnos del etnólogo Paul Kirchhoff en la tarea de estudiar la historia antigua de los pueblos mesoamericanos. Su tesis se refiere a la batalla en que se enfrentaron mexicas y tepanecas, en el siglo XV, es decir, los señoríos de México-Tenochtitlán y de Azcapotzalco, para dirimir la hegemonía en la Cuenca de México (Chapman, 1959). Después y bajo la orientación de los planteamientos de Kirchhoff, investigó el establecimiento de la frontera sur de Mesoamérica, lo cual resultó en un sustancioso aporte sobre la historia antigua de Centroamérica (Chapman, 1958). También hizo trabajo de campo entre los pueblos lenca y jicaque de Honduras, que la llevó a hacer diversas contribuciones a la etnografía, pues no se conocía prácticamente nada de ambos pueblos. Con sus datos históricos estudió los puertos de intercambio en Mesoamérica, lo cual constituyó parte de una original investigación dirigida por Karl Polanyi en la Universidad de Columbia, Nueva York, para fundar la propuesta sustantivista en la antropología económica (Polanyi, Arensberg y Pearson, 1957). Finalmente, se dirigió a los confines del continente americano e hizo trabajo de campo con los últimos onas de Tierra del Fuego, con cuyos datos reconstruyó la historia y la cultura de los pueblos fueguinos, y su dramática extinción (Chapman, 1967, 1982).

En cambio, Fernando Cámara Barbachano, Calixta Guiteras Holmes y Ricardo Pozas Arciniega se abocaron a la etnografía. Cámara era un joven yucateco que hizo trabajo de campo en Zinacantán, en Mitontik y en Tenejapa. Su tesis comparaba los sistemas de cargos en Tenejapa y Oxchuc, dos comunidades tzeltales (Cámara, 1966). Luego de su graduación viajó a Sudamérica con financiamiento de la Fundación Rockefeller, para realizar estancias en Colombia, Perú y Ecuador durante dos años. Posteriormente obtuvo una beca para seguir sus estudios en la Universidad de Chicago. De regreso a México, se instaló en la ENAH como profesor y como secretario académico, desde donde impulsó diversas investigaciones, como la de un grupo de sus alumnos en los Altos de Chiapas, en 1958. Su mayor contribución a la etnografía fue el ensayo sobre los sistemas de cargos en Mesoamérica, que presentó en 1949 en el Seminario de la fundación Viking (posteriormente Wenner-Gren Foundation) que Sol Tax organizó en Nueva York (Cámara, 1952).

Ricardo Pozas Arciniega era un comprometido maestro rural, originario de Amealco, Querétaro, que ingresó a la ENAH con el ánimo de contribuir a la transformación revolucionaria del país; militante comunista, participó en diversas organizaciones políticas bajo el aliento del nacionalismo revolucionario del presidente Lázaro Cárdenas; no fue, por lo tanto, casual que hubiera elegido estudiar una temática económica en una comunidad tzotzil, San Juan Chamula. Con la rígida metodología funcionalista enseñada por Tax, y con el rigor que imponía para el trabajo de campo, Pozas no encontró un espacio para su ánimo rebelde. En nombre de la objetividad despersonalizaba a sus entrevistados o a quienes refería en su investigación etnográfica, consignando de sus nombres sólo sus iniciales. Su monografía sobre Chamula fue una de las primeras que se publicaron sobre los pueblos mayenses de los Altos de Chiapas (Pozas, 1959). Sin embargo, canalizó su visión crítica en una historia de vida que realizó de uno de sus amigos chamulas, Juan Pérez Jolote, un testimonio dramático que revela la pobreza, la explotación y la discriminación a que eran sometidos los indios. Una vez en la ciudad de México, Pozas buscó la colaboración de Alberto Beltrán, un notable dibujante y grabador del Taller de la Gráfica Popular, con quien compartía sus concepciones políticas, para ilustrar su documento etnográfico. Con Beltrán regresó a Chamula para recoger algunos datos faltantes, pero también para que aquel hiciera sus primeros bocetos. La historia de vida y los espléndidos grabados de Beltrán fueron publicados en la editorial de los estudiantes de la ENAH (1948). Sin embargo, poco después este documento fue publicado por el Fondo de Cultura Económica en su colección “Letras mexicanas”, como “novela indigenista”, con lo que Pozas adquirió la condición de celebridad literaria (y, por cierto, neutralizó el carácter contestatario de su denuncia).

Pozas se incorporó pronto al grupo de antropólogos que diseñaban la política indigenista bajo la dirección de Alfonso Caso. Así, el primer centro coordinador indigenista se estableció en la ciudad que fungía como centro regional de los Altos de Chiapas, San Cristóbal de Las Casas. La localidad contaba con el antecedente de los trabajos de los alumnos de Tax y de otras investigaciones del cuerpo de antropólogos del Instituto Nacional Indigenista (INI) integrado, entre otros, por Julio de la Fuente, Gonzalo Aguirre Beltrán y el propio Pozas. Este centro coordinador se convirtió en el modelo de otros subsiguientes en otras regiones interculturales. Su director fue Aguirre Beltrán, el más importante teórico del indigenismo mexicano. Su segundo director fue Ricardo Pozas, quien luego dirigiría el flamante centro fundado en la región mazateca, en Oaxaca. Sin embargo, tras algunos desentendimientos entre Pozas con Caso y Aguirre Beltrán, dejó el INI y se instaló en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde realizó una intensa actividad docente. Fue en esta institución donde escribió una propuesta teórica que dio inicio a las discusiones de la antropología marxista en la antropología mexicana de los años 70 (Pozas, 1971).

Calixta Guiteras Holmes nació en Filadelfia, Estados Unidos, en 1906, hija de padre cubano y madre estadounidense. Se trasladó a Cuba con toda su familia cuando tenía diez años; estudió en la Universidad de La Habana donde obtuvo el doctorado en derecho y, junto a su hermano Antonio, participó activamente en el movimiento revolucionario que derrocó al dictador Gerardo Machado. Durante esta lucha Calixta fue encarcelada en varias ocasiones. Posteriormente, en la integración del nuevo gobierno su hermano ocupó un ministerio, pero poco después fue asesinado por órdenes de Fulgencio Batista. Calixta viajó entonces exiliada a México, junto con su marido Alberto Ruz. Posteriormente ambos se inscribieron en el Departamento de Antropología del Instituto Politécnico Nacional, que a partir de 1940 se convirtió en la Escuela Nacional de Antropología. Cuando regresó a Chiapas en 1944, en la investigación que dirigía Sol Tax, decidió dedicarse al estudio de las relaciones de parentesco, tema clásico del funcionalismo, y pronto publicó sus hallazgos de Cancuc y Chalchihuitán, comunidades tzeltal y tzotzil respectivamente (Guiteras, 1947, 1951). Participó también, junto con Cámara, en el Seminario de la Viking Foundation, donde presentó una ponencia sobre los sistemas de parentesco en Mesoamérica (Guiteras, 1952).

Cuando Robert Redfield, de la Universidad de Chicago, descubrió el trabajo de Marcelo Griaule, antropólogo francés que había hecho investigaciones en el pueblo dogón en lo que hoy es Malí, África, se propuso buscar a los pensadores de los pueblos mesoamericanos. Para ello se planteó un proyecto de investigación en el que participarían tres jóvenes antropólogos. Redfield le solicitó a Tax que le sugiriera un estudiante para llevar a cabo su propuesta en los Altos de Chiapas; Tax no dudó en recomendar a Calixta Guiteras. Así, a fines de 1952, Redfield le escribió una carta de invitación a “Cali” para hacer una investigación etnográfica entre los tzeltales de Cancuc sobre su visión del mundo. Sin embargo, Calixta no logró instalarse en esta comunidad y optó por otra tzotzil, San Pedro Chenalhó, donde había conocido a varias personas durante la temporada de campo de 1944. Una de ellas era Manuel Arias Sojom, autoridad tradicional y maestro rural, quien se convertiría en el personaje central de su larga investigación, y que culminaría en una obra clásica de la etnografía mesoamericanista, Perils of the Soul (Los peligros del alma, Guiteras, 1961).

Finalmente, Alfonso Villa Rojas, otro de los protagonistas, tuvo un papel fundamental en toda esta historia. Cuando llegaron los alumnos de la ENAH a los Altos de Chiapas en 1942, Villa Rojas estaba ya instalado en un paraje de la comunidad de Oxchuc para realizar una investigación etnográfica. Con una larga experiencia profesional y como investigador de la Carnegie Institution, igual que Tax, no dudó en apoyar el trabajo de campo de estos jóvenes estudiantes; más aún, Villa se convirtió en una figura clave en el futuro profesional de ellos.

Villa Rojas era un maestro yucateco que tenía a su cargo la escuela de Chan Kom, una población maya recientemente formada y cercana a la zona arqueológica de Chichén Itzá, donde estaban las instalaciones del gran proyecto arqueológico dirigido por Sylvanus Morley. Cuando llegó Redfield en 1930 para desarrollar un proyecto de investigación etnográfica, conoció a Villa Rojas. De su buena y cooperativa relación, Redfield y Villa Rojas eligieron Chan Kom como primera comunidad para hacer trabajo de campo. En este proceso de trabajo Villa Rojas aprendió la metodología etnográfica bajo la mirada cercana y atenta de Redfield. Sus notas de campo fueron publicadas como apéndice en la obra resultante (Redfield y Villa Rojas, 1934). Pero el interés de este proyecto abarcaba a otras poblaciones, principalmente la de los mayas rebeldes cercados en el territorio de Quintana Roo por el ejército mexicano. Conocidos como los macehualoob o cruzoob, estos rebeldes estaban en una situación estratégica frente al mar Caribe y en colindancia con la Honduras británica, por entonces una colonia del Reino Unido –hoy nación independiente– de donde se proveían de armas. Allí, en Tusik, se instaló Villa Rojas como representante de Morley, de quien los rebeldes esperaban apoyo para su lucha; elaboró la investigación en Tusik y logró uno de los mejores trabajos etnográficos sobre los mayas peninsulares (Villa Rojas, 1945).

Posteriormente, en 1935, Villa Rojas fue a estudiar a la Universidad de Chicago, precisamente cuando Radcliffe-Brown formaba a la primera generación de funcionalistas en Estados Unidos, Tax entre ellos. Villa regresó a México como investigador de la Carnegie. Con el fin de continuar el proyecto etnográfico de Redfield, se dirigió a los Altos de Chiapas para realizar un recorrido de reconocimiento en 1939. Luego decidió establecerse en la comunidad que consideraba más “primitiva” de la zona: Oxchuc (Redfield y Villa Rojas, 1939).

Para entonces, Villa Rojas se había incorporado a la comunidad científica mexicana, en los años en los que se armaba la trama institucional de la política indigenista y de la investigación antropológica. En 1939 se celebró la Primera Asamblea de Filólogos y Lingüistas, de la que surgió el Consejo de Lenguas Indígenas. Aquí encontramos ya a Mauricio Swadesh, lingüista discípulo de Edward Sapir, y uno de los organizadores por parte del Departamento de Asuntos Indígenas, además de maestro en el Departamento de Antropología, del Instituto Politécnico Nacional. También participaron William C. Townsend y sus colaboradores, del Instituto Lingüístico de Verano, y Norman A. McQuown, joven lingüista de la Universidad de Chicago. En ese mismo año se fundó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del que Alfonso Caso fue primer director. Para 1940 el Departamento de Antropología se adscribió al INAH, de cuya conjunción resultó la ENAH. Ese mismo año se organizó el Primer Congreso Indigenista Interamericano en la ciudad de Pátzcuaro, Michoacán, del que surgió el Instituto Indigenista Interamericano.

Villa Rojas aparecía en las reuniones de la Sociedad Mexicana de Antropología, fundada en 1937, como se manifiesta en su publicación, Revista Mexicana de Estudios Antropológicos. Presentó una ponencia en el Congreso de Pátzcuaro, al que asistió como miembro de la delegación mexicana, y se relacionó con la comunidad de profesores de la ENAH.

Tal es, pues, el escenario mexicano en plena efervescencia nacionalista, cuando se inició la formación profesional de los antropólogos y se establecieron numerosos nexos entre la nueva profesión, la política indigenista y el discurso sobre el patrimonio histórico.

La articulación etnográfica

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