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El proyecto Man-in-Nature

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Tres distinguidos profesores del Departamento de Antropología de la Universidad de Chicago organizaron en 1956 un proyecto de investigación diseñado originalmente para realizarse en dos años en los Altos de Chiapas, México. Se trataba de Tax, con su vasta experiencia profesional en la antropología social, Robert M. Adams, arqueólogo especialista en Oriente Medio, y el geógrafo Philip Wagner. La propuesta general era estudiar las relaciones entre las comunidades mayenses y su entorno natural con una perspectiva histórica y contemporánea. Posteriormente se incorporaron al núcleo directivo Manning Nash, antropólogo social con experiencia en el área maya guatemalteca; Guiteras, que trabajaba en el proyecto sobre la visión del mundo al que la habían comisionado Redfield y Tax, desde 1952; el botánico Lawrence Kaplan y el lingüista McQuown, especializado en lenguas mayenses y quien, al poco tiempo de haber ingresado, se hizo cargo de la dirección del proyecto, luego de la renuncia de Tax.

Este proyecto establecía su área de investigación en la parte sur de la región tzeltal-tzotzil de los Altos de Chiapas, cuyo centro político y económico es la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, antigua capital colonial. En la sección de antropología social participó un grupo considerable de alumnos graduados del Departamento de Antropología de Chicago, quienes formaban parte del Programa de Estudios Mayas; el trabajo de campo se organizó por equipos. Así, en Aguacatenango se instalaron los esposos Duane y Barbara Metzger, y Eva Verbitsky, una estudiante argentina que había estado en la ENAH antes de incorporarse al Departamento de Antropología de Chicago. Verbitsky había formado parte del grupo cultural “Miguel Othón de Mendizábal”, en el que participaban Guillermo Bonfil, Leonel Durán, Rodolfo Stavenhagen y Mercedes Olivera, entre otros.

En Venustiano Carranza, pequeño centro urbano con población tzotzil, estaban Michael Salovesh y Arthur Rubel, antropólogos sociales; John C. Hotchkiss y John Baroco trabajaban en varias comunidades del área. Hotchkiss estuvo más tiempo en Teopisca, una población de reciente llegada que había desplazado a la comunidad tzeltal original. Baroco se dedicó a investigaciones históricas que publicaría luego el INI (McQuown y Pitt-Rivers, 1970). Finalmente, el otro equipo radicado en Amatenango lo formaban Joan Ablon, June y Manning Nash, quien era el director general y le imprimió una orientación teórica funcionalista en la línea planteada por Eric Wolf para el estudio de las comunidades campesinas corporadas; Nash había publicado ya su estudio sobre Cantel, comunidad quiché que se enfrentaba a las consecuencias de una instalación industrial en sus cercanías. También había publicado un artículo en el que sintetizaba las propuestas de Wolf sobre las comunidades corporadas cerradas (Nash, 1958).

El grupo de lingüística estaba dirigido por McQuown, y allí estábamos Roberto Escalante y yo, Andrés Medina. Nuestra tarea era hacer un recorrido por las comunidades y los parajes ubicados en la frontera entre el tzeltal y el tzotzil. Como no era claro dónde se encontraba dicha frontera, a Roberto le correspondió recoger la información lingüística en la zona del valle de Teopisca, es decir, en Aguacatenango, Amatenango, Pinola y El Puerto, en tanto que a mí me tocó la montaña, para lo cual recorrí la ruta que va de Chilil, en el municipio de Huistán, a Chanal. Huistán era una comunidad tzotzil, pero en el territorio municipal había rancherías y parajes con hablantes de tzeltal a las que había que identificar. Escalante y yo utilizamos un cuestionario de 250 oraciones para obtener registros que anotábamos y grabábamos en un pesado aparato de casi diez kilos de peso. Roberto instaló su base en Pinola y yo en Chanal. Mi participación en esta primera parte del proyecto se redujo al verano de 1958 y a dos meses en 1959, cuando levanté un censo y obtuve vocabularios en Chanal exclusivamente.

El equipo de arqueología, también numeroso, tenía la misma estructura que el de antropología social y el de lingüística: un profesor con experiencia y un grupo de estudiantes graduados.

El proyecto Man-in-Nature tuvo el apoyo y la colaboración de varias instituciones mexicanas en las que desempeñaban papeles destacados investigadores que se formaron en la primera generación y con la experiencia en los proyectos conjuntos de Estados Unidos y México. El Instituto Nacional Indigenista ofreció el apoyo de su subdirector técnico, de la Fuente, y sobre todo de Villa Rojas, quien en esos años dirigía el Centro Coordinador Indigenista Tzeltal-Tzotzil con sede en San Cristóbal de Las Casas. Este centro coordinador era el modelo para los establecidos en otras regiones interculturales, además del lugar que se mostraba a visitantes distinguidos procedentes de otros países; tenía una zona de salones y zonas deportivas para los estudiantes indígenas que se formaban como promotores bilingües; también había campos agrícolas experimentales y dormitorios para los estudiantes. Para los visitantes se contaba con dormitorios sobrios y cómodos, además de viviendas para los principales funcionarios del centro coordinador; un restaurante, La Cabaña, atendía tanto a los funcionarios del centro como a los visitantes.

En esta primera parte del proyecto Roberto Escalante y yo nos instalamos en La Cabaña, como se conocía al centro coordinador en San Cristóbal, o a veces en la casa de Franz Blom y Gertrude Duby, Na Bolom, que también funcionaba como hospedaje para investigadores extranjeros.

La colaboración de la ENAH se estableció con el apoyo de Fernando Cámara, su secretario académico. Roberto Escalante y yo éramos alumnos de Mauricio Swadesh, quien tenía cercana amistad con McQuown y compartía sus planteamientos teóricos y metodológicos. Swadesh era profesor de la ENAH, así como investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Como apunté, ambos habían participado en la Primera Asamblea de Filólogos y Lingüistas, en 1939, y presentado ponencias en algunas de las mesas redondas de la Sociedad Mexicana de Antropología.

En la misma época la ENAH tenía también varios equipos de estudiantes bajo la dirección de Cámara, haciendo investigaciones en los Altos de Chiapas; un equipo, que estaba compuesto por Aura Marina Arriola, guatemalteca; Rosendo Escalante, peruano, y Fernando Samayoa, mexicano, hacía un recorrido aplicando un cuestionario en varias comunidades; los encontré en Chanal en febrero de 1959. Otro equipo estaba integrado por Luis Reyes y Marcelo Díaz de Salas, quienes recorrían el norte de la región tzeltal-tzotzil buscando la presencia de hablantes de la lengua náhuatl; Manuel Zabala Cubillos, colombiano, estudiaba el sistema de cargos en Zinacantán, siguiendo las propuestas de Cámara.

La realización de la VIII Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología en San Cristóbal de Las Casas, en septiembre de 1959, fue una buena ocasión para que los investigadores del proyecto Man-in-Nature presentaran ponencias resumiendo los resultados de sus investigaciones. Robert M. Adams (1961) hizo un balance de las investigaciones arqueológicas, Guiteras presentó una apretada síntesis sobre la cosmovisión de San Pedro Chenalhó (1961), Verbitsky expuso los resultados de una comparación de las comunidades de la región bajo estudio desde el punto de vista de sus características corporadas, siguiendo los planteamientos de Nash y de Wolf (Verbitsky, 1961). Finalmente, McQuown presentó dos ponencias, una con un balance de los resultados de las investigaciones lingüísticas y otra en la que apuntaba los logros y los problemas pendientes del proyecto, pues para entonces estaban ya aprobados los presupuestos para la segunda parte de Man-in-Nature (McQuown, 1961a, 1961b).

El grupo director del proyecto, con McQuown a la cabeza, consiguió presupuesto para el tercer año de la primera etapa, e incorporó a tres estudiantes con financiamiento externo; se trataba de Esther Hermitte y Albert Wahrhaftig, antropólogos sociales, y Christopher Day, lingüista. Esther y Chris se instalaron en Villa Las Rosas, una comunidad tzeltal.

Durante la segunda etapa (1959-1962) el proyecto se extendió a toda la región tzeltal-tzotzil e incluso algunos de sus investigadores hicieron incursiones en la zona limítrofe con Guatemala, particularmente los arqueólogos y los lingüistas. Creció también el número de investigadores, tanto en el papel de coordinadores, como fue el caso del británico Julian Pitt-Rivers, como en el grupo de colaboradores mayenses en lingüística. En este último grupo se preparó a diez hablantes de diversas comunidades para escribir y leer su lengua, hacer transcripciones y generar textos para los lingüistas; el más hábil, según McQuown, fue Mariano Juárez de Aguacatenango; otros hablantes de tzeltal eran Alonso Méndez Ton y Pedro Jiménez Wakax, de Tenejapa; José Gómez López, de Oxchuc; Alberto Méndez Tovilla, de Villa Las Rosas, y Juan Álvaro, de Sivacá. Hablantes de tzotzil eran Antonio López Tzintán, alto funcionario de Zinacantán; Bartolomé Hidalgo Sabanillas, de Venustiano Carranza; Salvador López Castellano y Juan Méndez Tzotzec, de Chamula.

Junto con Pitt-Rivers participaron como coordinadores del trabajo de campo Guiteras y Muriel E. Hunt (antes conocida por su nombre de soltera, Eva Verbitsky). Robert M. Adams continuó como coordinador del equipo de arqueología y McQuown del de lingüística, además de ser el director general de todo el proyecto. Nuevos equipos se formaron para trabajar en las comunidades. En Venustiano Carranza se instalaron Michel Salovesh, antropólogo social; Díaz de Salas, antropólogo social de la ENAH, y Harvey Sarles, lingüista. En Sivacá trabajaron Manuel Zabala y Evangelina Arana de Swadesh, ambos de la ENAH; en Pinola, continuó Hermitte y se incorporó R. Radakrishnan, un estudiante tamil de lingüística; en Tenejapa me instalé para hacer una investigación etnográfica, y Brent Berlin, para lingüística; en Ocosingo, una pequeña ciudad del noreste de Chiapas poblada principalmente por ganaderos y comerciantes ladinos y antigua entrada a la selva, llevaron a cabo una investigación etnográfica Julian Pitt-Rivers y Charles E. Mann; en Bachajón hicieron trabajo de campo Guiteras y Roberta Montagú; finalmente, en Chiapilla, una antigua población chiapaneca asentada en la ribera del río Grande de Chiapas, también conocido como Grijalva, hizo trabajo etnográfico Lilo Stern, una estudiante inglesa y alumna de Pitt-Rivers.

En vista de la magnitud del proyecto se rentó una casa en el barrio de San Francisco, en San Cristóbal de Las Casas, y se contrató a un grupo de mujeres del barrio de Mexicanos para ocuparse de la cocina, la limpieza y la lavandería, pues en la casa residirían los colaboradores mayenses y los visitantes ocasionales a la ciudad. Allí se realizaron los seminarios de una semana en que se reunían todos los investigadores para presentar sus avances, o bien, como en el caso de los antropólogos sociales, para responder a los guiones temáticos que nos impartían los coordinadores. Entonces se generó una intensa actividad social, además del intercambio académico, entre los investigadores del proyecto. Nos reuníamos para comer, o acabábamos el día reunidos frente a la chimenea y cantando canciones, alentados por la guitarra de Michael Salovesh. Las canciones más frecuentes provenían de los republicanos españoles. Entonces se invitaba a cantar a doña Margot, la esposa de Pitt-Rivers, procedente de la aristocracia hispana y prima de Francisco Franco, quien declinaba el convite y, con gesto altanero, se pronunciaba del lado de los triunfadores de la guerra civil.

Se concretaron seis seminarios, dos en 1960 (en septiembre y en diciembre) y cuatro en 1961 (en marzo, junio, septiembre y diciembre); en todos ellos inevitablemente se cerraba la semana con una fiesta en la que se cenaba y se bebía en abundancia (al menos en las cuatro de 1961 en las que participé). A estas fiestas se invitaba a visitantes extranjeros que pasaban por la ciudad y a intelectuales chiapanecos como don Prudencio Moscoso, el cronista de San Cristóbal. Hicimos buena amistad con Juanito Hotchkiss y Nick Hopkins; otros lingüistas fueron Gerald Williams y Terry Kaufman. Como Manuel Zabala, el estudiante colombiano discípulo de Fernando Cámara, estaba con su esposa y tres pequeñas niñas, asistía brevemente, aunque yo tenía una buena amistad com él, establecida desde las aulas de la ENAH. En estas reuniones se tejió una muy buena amistad entre Esther Hermitte, Marcelo Díaz de Salas y yo, lo que me dio la oportunidad de visitar a ambos en las comunidades donde hacían sus investigaciones etnográficas, y de tomar fotos de sus amigos y colaboradores; incluso hice tomas de ellos mientras conversaban entre sí, dejando ver la calidez amistosa de sus vínculos.

Todos nosotros llevábamos un diario de campo y entregábamos una copia a los coordinadores, sobra cuya base hacían preguntas, comentarios o sugerencias; era el punto de partida para profundizar algunas cuestiones, como seguramente sucedió entre Esther y Cali Guiteras sobre el tema de la cosmovisión, particularmente con referencia a las manifestaciones diversas y particulares sobre el nahualismo, es decir, las relaciones entre la persona y lo que Esther llamó “sus coesencias”. En esta segunda etapa se diluyó la perspectiva funcionalista, estando ya ausente Manning Nash, y se abordaron más las cuestiones relacionadas con el simbolismo, particularmente sobre la visión del mundo. De este entorno temático resultó el sugerente trabajo de Díaz de Salas sobre las manifestaciones de los tzotziles de Venustiano Carranza (Díaz de Salas, 1963).

El Instituto Nacional Indigenista solicitó al director del proyecto un conjunto de colaboraciones para publicar un volumen en la serie de antropología social, en el cual se reunieron las contribuciones a la antropología mexicana; el libro fue editado por McQuown y Pitt-Rivers (1970), y contiene sendos artículos de Robert M. Adams y Philip Wagner, los cuales son traducciones de textos publicados en revistas de Estados Unidos; Edward Calnek y Esther Hermitte entregaron avances de sus respectivas tesis doctorales, en tanto que los lingüistas presentaron trabajos también relacionados con sus tesis, como fue el caso de Chris Day y Harvey Sarles, que trataban temas de sociolingüística, igual que McQuown. Nick Hopkins preparó un muy sugerente ensayo sobre la dialectología del tzeltal y el tzotzil. El libro abre con un ensayo conjunto de McQuown y Pitt-Rivers que incluye una descripción de los planteamientos del proyecto, particularmente en su segunda etapa, una enumeración de los integrantes que participamos en las investigaciones, señalando su estatus académico, y una referencia al financiamiento por las fundaciones de las que se consiguió el presupuesto.

Pitt-Rivers publicó en el referido volumen un ensayo sobre el contraste entre indios y ladinos en los Altos de Chiapas, en el cual destacaba aquello que compartían, es decir, su común base cultural establecida en siglos de convivencia, y que contrastaba con las distinciones que los oponían, porque eran remarcadas fuera por los propios sujetos o por la mayor parte de los estudiosos dedicados a las relaciones interétnicas en los Altos de Chiapas. Fue ésta la principal contribución de este antropólogo británico a los estudios del área (Pitt-Rivers, 1970). Por su parte, Roberta Montagu presentaba un ensayo sobre los tzeltales que vivían en las fincas del noreste de Chiapas, peones acasillados que mantenían su organización comunitaria. Este trabajo etnográfico se ha convertido en histórico, pues las movilizaciones agrarias de la segunda mitad del siglo XX y el levantamiento zapatista acabaron con estas antiguas formas de explotación de los campesinos tzeltales (Montagu, 1970).

El papel de los niños como mensajeros de los adultos en Teopisca fue el tema del ensayo de John Hotchkiss, una situación que revelaba mucho de la vida cotidiana de esta comunidad compuesta principalmente por ladinos, con la presencia de algunas familias tzotziles de reciente arribo (Hotchkiss, 1970). Gerry Williams y Duane Metzger presentaron un ensayo desde la incipiente antropología cognitiva, enfoque que también compartía Brent Berlin, dedicado a investigar los sistemas de clasificación de las plantas de la cultura tzeltal de Tenejapa basado en sus sistemas terminológicos. Williams y Metzger indagaron en las concepciones y las prácticas de los curanderos en Tenejapa a partir de preguntas y respuestas formuladas en tzeltal a los colaboradores tenejapanecos del proyecto (Metzger y Williams, 1970).

La mayor contribución del proyecto Man-in-Nature se sitúa en el campo de la lingüística; por una parte, están las investigaciones correspondientes a la sociolingüística, como el ensayo sobre el bilingüismo de McQuown (1970) y los de Sarles y Day; pero también los trabajos sobre lingüística histórica, como el de Kaufman en el volumen del INI, y el sugerente e imaginativo ensayo de McQuown en el que proponía una hipótesis para dar cuenta del proceso de dispersión y diferenciación de las lenguas mayas a partir de una comunidad originaria; este ensayo lo presentó, en 1962, en el seminario organizado por la fundación Wenner-Gren en Austria (McQuown, 1964). Sin embargo, el mayor peso de las investigaciones lingüísticas correspondía al campo de la dialectología, pues los materiales reunidos a lo largo de los seis años del proyecto, en sus dos fases, fueron muchos; tan sólo en el primer informe (McQuown, 1959) se aportaba una densa información sobre las variantes recogidas en los vocabularios y en las grabaciones, sobre las cuales se hacían iniciales estimaciones lexicoestadísticas. Para la segunda fase, los colaboradores mayenses del proyecto y los recorridos intensivos realizados durante el verano de 1961 aportaron otro gran cuerpo de datos. Sin embargo, estos materiales nunca se publicaron y permanecen aún en los archivos de la Universidad de Chicago. Por otra parte, McQuown comenzó a preparar un manual para aprender tzeltal, basado en el de Carlo Antonio Castro, lingüista mexicano que trabajó durante varios años en el centro coordinador indigenista tzeltal-tzotzil, para uso de técnicos y profesionales (ingenieros, médicos, antropólogos, agrónomos). El manual que preparó McQuown era para hablantes de inglés, para lo cual se valió de las comparaciones con los datos de los colaboradores mayenses del proyecto. Posteriormente, siguió el mismo planteo para elaborar un texto para aprender maya yucateco, en el que participó Refugio Vermont, de Yucatán, y otro para aprender quiché, en el que colaboró Remigio González Cochogil, de Quetzaltenango.

La articulación etnográfica

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