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Las relaciones con la antropología de Estados Unidos
ОглавлениеSi bien se habían ya establecido relaciones entre antropólogos de México y de Estados Unidos, en la primera mitad del siglo XX, éstas no habían impactado mayormente a la pequeña comunidad nacional. La presencia de Franz Boas en la cátedra de Antropología, en la fundación de la Universidad Nacional y en la creación de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, en 1911, no incidió en la orientación evolucionista vigente entre los investigadores mexicanos que trabajaban en el Museo Nacional. Ciertamente uno de sus becarios, Manuel Gamio, alumno también del Museo, obtendría el doctorado en arqueología en la Universidad de Columbia y se convertiría en un importante funcionario del gobierno que emergió de la guerra civil, creando la Dirección de Antropología, a la cabeza de la cual fue nombrado. Posteriormente, asumió la Subsecretaría de Educación en el gobierno del presidente Plutarco Elías Calles, puesto en el que permanecería solamente seis meses, pues debió renunciar por las pugnas políticas internas. Durante su estancia en la Dirección llevó a cabo un gran proyecto de investigación en el valle de Teotihuacán que fundó los estudios regionales e integrales en la antropología mexicana (Gamio, 1922).
La mayor presencia de antropólogos y de instituciones antropológicas de Estados Unidos en México se dio en el marco político y militar que impuso la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). El completo involucramiento militar estadounidense en el conflicto armado condujo a una profunda reorganización de la estructura institucional responsable de la investigación y de la formación de científicos, es decir, de las fundaciones que financiaban la mayor parte de las investigaciones, de las universidades que formaban a sus profesionales y de los centros de investigación. Pero tal vez lo más importante es que todo este entramado institucional fue reorganizado no sólo para la guerra, sino también para desplegar una hegemonía imperial sobre los pueblos “liberados” –lo que abarcaba la mayor parte del mundo–, ya que Estados Unidos emergería como la mayor potencia mundial.
La articulación del complejo institucional fue promovida por la Office of Strategic Services (OSS), cuyo director se apoyó en la comunidad académica para integrar un equipo de expertos en inteligencia con el fin de respaldar la estrategia militar. Cientos de destacados académicos fueron convocados, muchos de los cuales continuarían en tareas de espionaje en la lucha contra el fascismo y el comunismo (Nugent, 2008). Bajo los auspicios del National Research Council, en 1940, se reunieron todos los estudiosos que trabajaban en América Latina para formar un comité. Para 1942 se constituyó un comité conjunto (Joint Committee) cuya función principal fue coordinar las acciones del American Council of Learned Societies, el National Research Council y el Social Science Research Council. Al mismo tiempo la Smithsonian Institution organizó un comité de guerra y alojó al recién creado Ethnogeographic Board que debía proporcionar información regional específica, con una adecuada evaluación, a las instancias militares involucradas en la guerra (Kemper, 1993).
Como parte de este replanteamiento en función de las necesidades militares y del proyecto de hegemonía, tres antropólogos con amplia experiencia en la etnografía de México y Guatemala, Ralph Beals, Robert Redfield y Sol Tax (1943), hicieron un balance de las investigaciones realizadas y apuntaron las líneas a seguir, siempre desde la perspectiva de los estudios de aculturación y con el enfoque de los estudios de área. Con respecto a la parte operativa, Sol Tax fue comisionado para establecerse en México, pues así convenía a “los intereses de la política exterior de Estados Unidos, las actividades de las fundaciones privadas y los esfuerzos de investigación y formación etnológicas” (Kemper, 1993: 48). En 1943 se creó el Instituto de Antropología Social, bajo la dirección de Julian H. Steward. Los objetivos declarados eran la creación de programas docentes y de investigación en antropología en instituciones universitarias de América Latina, con el fin de realizar estudios intensivos en comunidades en proceso de cambio (ídem: 52). Ese mismo año se fundó la Sociedad Interamericana de Antropología con su revista Acta Americana, bajo la dirección de Ralph L. Beals. En su primer número apareció el ensayo seminal de Paul Kirchhoff sobre Mesoamérica y en su número 5 el primer ensayo de Guiteras sobre el sistema de parentesco en Cancuc, Altos de Chiapas (Guiteras, 1947). Por su parte, Oscar Lewis llegó, también en 1943, al Instituto Indigenista Interamericano como representante del Instituto Indigenista de Estados Unidos, e inició su investigación en Tepoztlán, el famoso reestudio del clásico de Redfield, para lo cual incorporó a tres estudiantes de la ENAH (Angélica Castro de la Fuente, Isabel Horcasitas y Anselmo Marino Flores). Sabemos que tanto Lewis como Tax enviaban reportes periódicamente a la embajada de Estados Unidos (Kemper, 1993).
Finalmente, Ralph Beals, de la Universidad de California, había establecido un convenio en 1939 con el Departamento de Asuntos Indígenas y con el Departamento de Antropología, del Instituto Politécnico Nacional, para realizar un Proyecto Tarasco, cuya primera comunidad bajo estudio fue Cherán. Sin embargo, resultó en un esfuerzo aislado, sin muchos resultados, por lo que Steward hizo los arreglos necesarios para que George M. Foster, de la Universidad de California, fuera a México para impartir cursos en la ENAH y para continuar con las investigaciones etnográficas en la región tarasca. Así, en 1945 Foster organizó un equipo con estudiantes de la ENAH, para hacer trabajo de campo en una comunidad del lago de Pátzcuaro. Entre ellos estaban Ospina y Pedro Carrasco, uno de los mejores etnólogos mexicanos del siglo XX. En 1946 Foster fue designado director del Instituto de Antropología Social de Washington DC y entonces Isabel Kelly, quien hacía investigaciones arqueológicas en el occidente de México, fue nombrada representante de dicho instituto en la ENAH, donde impartió cursos y organizó una investigación en el Tajín con varios estudiantes. Kelly permaneció como maestra e investigadora en la ENAH hasta 1952, cuando concluyó el programa de cooperación (Kemper, 1993).
Así, la naciente comunidad de antropólogos profesionales que se formó en México en los años 40 tenía múltiples nexos con universidades y fundaciones de Estados Unidos. De esta comunidad, el grupo más activo fue el que se dirigió a Chiapas con Tax. Una ocasión en la que se advierte la intensidad en el intercambio de puntos de vista sobre las investigaciones antropológicas fue el Seminario de la Viking Foundation (hoy Wenner-Gren Foundation), organizado por Sol Tax en Nueva York en 1949, en vísperas del XXIX Congreso Internacional de Americanistas. Durante una semana un grupo de diecinueve especialistas en la antropología mesoamericanista discutieron once ponencias; entre los expositores estaba Cámara, quien presentó una ponencia sobre los sistemas de cargos, Guiteras con una propuesta sobre los sistemas de parentesco y Julio de la Fuente, antropólogo formado en la Universidad de Yale cuando Bronislaw Malinowski realizaba una estancia. De hecho ambos, de la Fuente y Malinowski habían realizado una investigación sobre los mercados de Oaxaca en 1940 (Malinowski y de la Fuente, 1982). La ponencia de De la Fuente trató sobre las relaciones interétnicas en Mesoamérica. Entre los invitados como comentaristas estuvieron Wigberto Jiménez Moreno, Daniel F. Rubín de la Borbolla y Alfonso Villa Rojas. También asistió Kirchhoff, una figura ya central en el desarrollo del paradigma mesoamericanista en México. Su ensayo fundacional publicado originalmente en español en Acta Americana (Kirchhoff, 1943) fue traducido en el volumen que recogiera las once ponencias con las consiguientes discusiones (Tax, [1952] 1968).
Otro ejemplo de estrecha colaboración entre las comunidades antropológicas de Estados Unidos y México fue la preparación del Handbook of Middle American Indians, en cuyos dieciséis tomos participaron treinta y seis investigadores mexicanos. En su consejo editorial figuraban Ignacio Bernal, destacado arqueólogo mexicano, y tres antropólogos con experiencia en Chiapas: Norman A. McQuown, Evon Z. Vogt y Manning Nash. A diferencia del volumen editado por Tax, cuyo marco de referencia era Mesoamérica en tanto área cultural, en el Handbook el referente era una concepción geopolítica, Middle America, un espacio que se extendía desde el río Bravo, la frontera de México con Estados Unidos, hasta Panamá, en Centroamérica (Wauchope, 1964-1976).