Читать книгу Cadena de mentiras - Rowan du Louvre - Страница 11

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Durante unos instantes, llegué a creer que Derek tampoco había podido resistirse a la idea de volverse para verme, pero mis ilusiones se disiparon de golpe tras advertir a aquellos dos hombres armados. Concluí entonces que el motivo que le había conducido a girarse hacia mí era precisamente asegurarse de que yo no lo hiciera. Debía querer cerciorarse de que proseguiría mi camino hacia el coche, sin mirar atrás. No obstante, la curiosidad y la necesidad de volverle a ver doblegaron mi voluntad y marcaron mi destino de repente.

Derek me miraba como lamentando mi aventurado gesto. Parecía querer borrar de mis ojos la terrible escena que estaba contemplando, puesto que era aterradora para los ojos de cualquiera.

Y entonces, todo lo que ya sabía que estaba a punto de acontecer, sucedió sin que yo pudiese hacer nada por remediarlo.

Mi cuerpo estaba paralizado por el terror y un grito se ahogaba ahora en mi garganta. Pude ver a Derek articulando palabras con los labios, pero sin sonido alguno.

—Vete… —me decía—. Vete…

Y con la mirada casi me imploraba que lo hiciera, pero… ¡no podía hacerlo! Mis piernas se negaban a obedecerme. ¡Estaba bloqueada! Mis ojos comenzaron a enrojecer mientras se humedecían. Quería evitar lo que estaba a punto de ocurrir. Aquellos mercenarios ni siquiera me miraban. Parecía que, por el contrario, disfrutaran teniéndome como espectadora. No sabía qué hacer. No había nada que pudiera hacer y eso me mortificaba.

—¡Corre! —gritó de repente.

Todos mis sentidos se pusieron en alerta en el preciso instante en que escuché en mi cabeza dos detonaciones estridentes. Después de eso se hizo el silencio. En ese intervalo mi rostro terminó de palidecer. Pese a que me invadió la confusión por completo, no pude evitar proferir el grito que pugnaba por salir de mi garganta.

—¡No!

En un acto reflejo me llevé las manos a los oídos, como tratando de evadirme del sonido atroz de los disparos, mientras observaba que aquellos hombres echaban a correr.

Entretanto, el cuerpo de Derek se había desplomado sin vida en el pavimento manchado por su propia sangre. Tenía el cabello ensangrentado y en el pecho de su camisa había comenzado a formarse una mancha oscura.

El juramento hipocrático me despertó de mi terror interno y me obligó a salir corriendo, hacia el cuerpo inerte que había quedado tirado de cualquier manera en el suelo. Mientras lo hacía, en mi cabeza se debatía la posibilidad de que mi interés por el estado de aquel extraño fuese algo más complicado que mi afán por salvaguardar y preservar la vida humana.

—¡Derek! —exclamé alcanzando por fin su cuerpo.

Me incliné hacia él para valorar el alcance de las lesiones de sus heridas. Mis pantalones no tardaron en teñirse con su sangre, y sin embargo, lo que más me afectó es que se trataba de la suya propia. Se estaba desangrando y yo necesitaba devolverle la vida, puesto que la muerte era una derrota a la que todavía no me había acostumbrado.

Sin darme cuenta, la gente comenzó a aglomerarse haciendo un círculo alrededor de la trágica escena. Me resultaba imposible no cuestionar de dónde habían salido, puesto que hasta hacía tan solo unos instantes la calle permanecía totalmente desierta.

—¿Por qué no hacéis nada? —comencé a increpar molesta—. ¿Por qué nadie llama a una ambulancia? ¿A qué estáis esperando?

Sin embargo, nadie movía un solo dedo.

—¡Dejad de mirar! —arremetí de nuevo contra todos ellos—. ¡Llamad a una ambulancia!

Acto seguido perdí el interés por seguir gritando a toda aquella gente y centré mi atención en Derek. Mis dedos temblorosos buscaron en su cuello las pulsaciones de su corazón. Un simple latido. Un débil suspiro de vida. Un hálito de esperanza. Cualquier cosa que no lo alejase… que no lo alejase de mí…

Sin embargo, durante la exploración no hubo suerte. No ocurrió nada. No apareció el aliento de vida que esperaba, pero debía ser realista. Habían sido dos disparos a quemarropa. Era imposible recuperarse de un impacto de tal envergadura. Tenía una herida en el lateral derecho de la cabeza. Había penetrado el cuero cabelludo y parecía grave. El otro disparo había acertado de lleno en el pecho. Definitivamente habían sido dos disparos mortales. Aquellos dos mercenarios no se habían andado con tonterías.

Debía realizar una valoración de escala de Glasgow para establecer cuál era el nivel de conciencia. Comprobar si estaba alerta, si respondía al estímulo verbal o si tan solo lo hacía al doloroso, pero era obvio que Derek estaba totalmente inconsciente, y que no respondería de ninguna de las maneras. Traté de averiguar también si había órganos vitales dañados. Comencé a reconocerle mentalmente para intentar tener un diagnóstico lo más aproximado posible. Precisaba de una radiografía de tórax. Puede que con unas placas lograse averiguar los daños ocasionados por la bala que había atravesado su pecho. También necesitaba medicación y una ambulancia. La misma que no terminaba de aparecer.

Desabroché la ropa que podía obstaculizar la respiración de Derek, comprobando que incluso después de liberar las vías aéreas no se observaba ningún movimiento respiratorio. Comencé con la RCP. Sabía que las lesiones cerebrales aparecerían a partir del tercer minuto, y que las posibilidades de supervivencia eran casi nulas a partir del octavo de parada circulatoria. En su caso, la ventilación boca a boca no suponía ningún problema, el riesgo estaba en las compresiones torácicas para la reanimación cardiopulmonar ya que, a fin de cuentas, una de las lesiones más graves era la de su pecho.

Procedí inmediatamente a abrir su boca y acerqué la mía para insuflarle aire y conseguir que sus pulmones volviesen a funcionar correctamente. El primer contacto me impresionó, puesto que sus labios todavía estaban calientes. Dejé ir la primera bocanada de aire e inicié con sumo cuidado el masaje cardiaco.

—Uno… dos… tres… cuatro… cinco…

Sin embargo, pese a que puse todas mis expectativas en aquel intento, no sucedió nada. Derek no respondía al tratamiento y, para colmo, la ambulancia comenzaba a hacerse de rogar. Tras el segundo y el tercer intento, tampoco obtuve ninguna respuesta. Empezaba a desesperarme que no respondiese a la RCP. Por alguna razón necesitaba que viviera y me había propuesto que así fuese a cualquier precio. De nuevo insuflé aire y comencé a contar.

—Uno… dos… tres… cuatro… y…

¡Por fin! Cuando estaba a punto de ejercer la última compresión, sucedió. Derek expulsó la sangre que obstaculizaba sus vías aéreas e inmediatamente después comenzó a respirar, y yo con él. No recuperó la conciencia, pero el hecho de que, aunque con mucha dificultad, respirase por sí mismo, ya era un paso importante. Puede que su cerebro se hubiese visto privado algunos minutos de oxígeno, al igual que desconocía cuales podían ser las secuelas que le iban a quedar, pero Derek viviría y con eso, de momento, para mí era más que suficiente.

—Te pondrás bien… —susurré consciente de que no podía escucharme, mientras las lágrimas regresaban a mis ojos—. Lo peor ya ha pasado… Estoy aquí contigo… Todo va a ir bien…

Mientras decía todas aquellas cosas, trataba de convencerme de que eran verdad, ya que su corazón continuaba necesitando dopamina. Su torrente sanguíneo heparina para que no se formase ningún trombo. También antibióticos para posibles infecciones…

Beep… beep… beep…

El busca seguía sin darme ninguna tregua, solo que esta vez hice caso omiso de la alarma del aparato para seguir atendiendo a Derek. Había olvidado a las decenas de curiosos que nos rodeaban. En esta ciudad todo funcionaba de esa manera. Nadie se involucraba en la vida de nadie. Tras varios minutos más, por fin llegó la ambulancia. Llevaba las señales acústicas y las luces de emergencia encendidas y se abrió paso sin mucha dificultad entre la multitud congregada.

—¿Qué tenemos? —preguntó un paramédico.

—Varón. Debe rondar la cuarentena. Dos heridas de bala. La primera en el lateral derecho de la cabeza. No se aprecia orificio de salida. La segunda en el tórax con salida por la clavícula izquierda. Posible fractura de la cintura escapular. Tiene las pupilas arreactivas. Tras la RCP ha comenzado a respirar por sí mismo. Glasgow 1-1-1. Precisa de intubación traqueal y comenzar con la hiperventilación automática. Por el color de la sangre he descartado una posible lesión arterial. Ha estado inconsciente todo el tiempo…

—¿Es usted médico? —me interrumpió asombrado.

—Soy cirujana —respondí sin mucho entusiasmo antes de pautarle la medicación intravenosa del paciente—. Subministradle dos miligramos de dopamina, uno más si reincidiera la parada cardiorrespiratoria durante el trayecto. Los antibióticos deberían ser de amplio espectro. Penicilina será suficiente. Con respecto a la respiración probad primero con la mascarilla de oxígeno a 1,5 litros. Si la saturación bajase demasiado, subidle a dos.

En cuanto la auxiliar que acompañaba al paramédico terminó las curas, recogió su maletín y lo depositó en el interior de la ambulancia. Posteriormente, ambos se encargaron de recoger a Derek del pavimento ensangrentado y lo tendieron en la camilla, donde lo taparon con una manta isotérmica para después introducirle en la ambulancia.

—Derivadle al Joseph Ducuing —les indiqué, consciente de que no era el hospital más cercano dentro de la ruta y que la falta de personal supondría un ligero problema—. Reservaré un quirófano por teléfono y lo ingresaré a mi nombre.

—El Saint-Joseph queda más cerca.

—¡Lo sé! —increpé molesta—. Pero ahora mismo soy la única que puede identificarle, además de ser también testigo presencial de todo lo que ha sucedido. Me encargaré personalmente de llamar a la policía para hacer los trámites pertinentes.

Aclarado aquel punto, introdujeron a Derek en la ambulancia mientras yo me limpiaba las manos con una toalla que previamente me había ofrecido la auxiliar. En aquel preciso instante mi busca decidió dejarse escuchar, al mismo tiempo que la sirena del vehículo sanitario. Las luces empezaron de nuevo a parpadear y solo entonces se puso en marcha. Seguidamente me dispuse a alcanzarla con mi coche, dirección al hospital, donde me encargaría que el corazón de Derek no dejase de latir. Habían comenzado a asaltarme las dudas y tenía curiosidad por averiguar algunas cosas sobre su misteriosa existencia. Cuestiones cómo por qué habían intentado matarle removían mi curiosidad ahora mismo. ¿Sería algo casual? ¿Un ajuste de cuentas? Aparentemente, no tenía el perfil de una persona con ese tipo de problemas, pero en algunas ocasiones, las apariencias engañan…

Cadena de mentiras

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