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Diferencias sexuales en el cerebro: críticas al metaanálisis de Daphna Joel
ОглавлениеEl metaanálisis de Daphna Joel del 2015 fue muy influyente entre neurofeministas como Ciccia, que sostiene que sus escritos siguen la línea de esta investigadora israelí (Ciccia, 2017b). Para Joel, los cerebros de hombres y mujeres no suelen ser típicamente masculinos o típicamente femeninos, sino un mosaico, por lo que considera cuestionable que en materia de sexo existan diferencias estructurales significativas. Tal como señalan Del Giudice y colegas (2016), la estrategia utilizada implicaría que si un hombre no posee una de las preferencias típicas masculinas (boxeo, construcción, golf, videojuegos), entonces se lo debe incluir dentro de la categoría de “mosaico” y no en la de “típicamente masculino”. Como si por no gustarle el fútbol, una persona no fuera un hombre sino un “mosaico”.
El hecho de que haya diferentes variedades de rasgos relacionados con el sexo no implica, como han afirmado Daphna Joel (2015) y Lucía Ciccia (2015), que no haya diferencias sexuales en el cerebro, o que sólo influya la cultura. Las diferencias biológicas que existen son significativas: a nivel de cromosomas y por el grado de testosterona que inunda el útero en la octava semana de gestación, masculinizando el cerebro. Implican diversidad de juegos, de preferencias y conductas de todo tipo. Somos más parecidos que diferentes, pero esas diferencias cuentan y no son sesgos machistas de los investigadores ni se oponen a la conquista de la igualdad de derechos.
Un metaanálisis de Feingold (1993) muestra diferencias de sexo en la personalidad consistentes a lo largo de las edades, años en los que se recopilaron datos, niveles educativos y naciones. En promedio, los machos son más dominantes, asertivos, propensos al riesgo, rudos, despiadados, emocionalmente estables, utilitarios y abiertos a ideas abstractas, mientras que las hembras son más nutridas, cálidas, altruistas, sumisas, adversas al riesgo, tendenciosas, emocionalmente inestables y abiertas a los sentimientos y experiencias estéticas y, contrariamente a las predicciones de la teoría sociocultural, estas diferencias tienden a ser mayores en los países con más igualdad de género (Del Giudice, 2015).
Existen pequeñas y múltiples diferencias sexuales en los cerebros: tamaño, densidad, asimetría cortical, en el núcleo del hipotálamo y muchas otras. Chekroud y otros (2016) lograron 93 % de precisión para predecir el sexo de participantes adultos a partir de la estructura del cerebro (para una revisión de otros estudios que predicen el sexo según la estructura del cerebro, consultar Del Giudice, 2019). Los autores argumentan que los cerebros de hombres y mujeres son altamente distinguibles, y comprender sus diferencias tiene implicaciones para dilucidar la variabilidad en la incidencia y progresión de enfermedades, en la psicopatología y en las diferencias en los rasgos psicológicos y el comportamiento.