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Las estrategias de supervivencia de hombres y mujeres dejaron huellas en el cerebro

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Los padres de una niña de Ottawa presentaron una demanda ante el Tribunal de Derechos Humanos porque en la escuela a su hija le enseñaron que la categoría hombre/mujer no era real. La niña volvió pidiendo ir al médico para ver por qué ella no era “una niña real” (Ottawa Sun, 2019). Es una de las numerosas muestras de las aplicaciones prácticas que puede conllevar el constructivismo social que sostiene el feminismo hegemónico. Por un lado tenemos el extremo del régimen nazi, que todo lo atribuía a la biología (a partir de estudios que no han resistido el paso del tiempo), y por el otro el de la izquierda, que considera que absolutamente todo es una construcción cultural. Hemos visto y veremos más adelante cómo hay sobrada evidencia de que no todo puede ser atribuido al medio ambiente. El extraordinario avance en el estudio del cerebro humano que tuvo lugar en años recientes sumó evidencia en favor de la tesis de que hay predisposiciones diversas en hombres y mujeres que son irreductibles a la influencia cultural. Investigar las diferencias de sexo en el cerebro es importante por muchas razones, entre ellas por su impacto en la salud y el bienestar. Por ejemplo, hombres y mujeres no se deprimen por igual –siempre en promedio–, las mujeres se deprimen más, así como padecen más la ansiedad, y en varones el autismo es cuatro veces más común, así como los trastornos del lenguaje.

La mayoría de las feministas que comentan estudios científicos en sus artículos académicos niegan las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres. ¿Cómo explican entonces que dos terceras partes de los enfermos de Alzheimer sean mujeres, 100 % más hombres tengan Parkinson, y muchas esclerosis afecten 300 % más a las mujeres? (Voskuhl y Klein, 2019).

El peligro de afirmar que los cerebros de hombres y mujeres son idénticos es no considerar que hay medicamentos y dosis que pueden dañar más a unos y a otros. Es lo que ocurre con la D-Lactosa, utilizada en remedios para el Alzheimer y la diabetes (Ver “Descubren que D-galactosa envejece el cerebro de forma diferente según sexo”, La Vanguardia, 19/02/2018). Hay medicamentos que podrían hacerle mal a las mujeres en virtud de su conformación cerebral, ya que están representadas solo en el 30 o 35 % de las investigaciones en fármacos. Como se procura evitar la variación del ciclo menstrual, se experimenta más con ratas macho o con hombres. En 2013, por primera vez, un medicamento industrial discriminó dosis para hombres y para mujeres.

Anne Campbell, una psicóloga evolucionista británica, se extraña de que las feministas acepten que hay diferencias en el sistema reproductivo y no en los cerebros de hombres y mujeres. “¿Quién orquesta esas diferencias reproductivas?”, se pregunta (Campbell, 2013). Es el cerebro, que a través del sistema endocrino produce hormonas y péptidos. Campbell señala que, si tenemos en cuenta que somos el resultado de un largo proceso de selección de rasgos que permanecen si incrementan las posibilidades de la descendencia, sería extraño pensar que la evolución puede haber operado sobre el sistema reproductivo sin haber influido en el cerebro, el órgano más complejo de nuestro cuerpo. Las mujeres son las que dan a luz y dan de mamar. Sería raro que carecieran de mecanismos psicológicos que tornaran más placentera la empatía y que no promovieran la evitación del riesgo y de las confrontaciones que podrían implicar el peligro de ser herido. En el capítulo siguiente, profundizaremos en este tema, básicamente a través del debate entre quienes tienen una perspectiva científicamente informada y las autoras feministas, que niegan que la biología juegue un papel en la psicología de hombres y mujeres, algo que impacta en sus preferencias y decisiones de vida.

El patriarcado no existe más

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