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Las adaptaciones: no nacemos como páginas en blanco
ОглавлениеDarwin propuso dos grandes teorías que están entrelazadas: la de la selección natural, desarrollada en su libro El origen de las especies y la de la selección sexual, desarrollada en su libro El origen del hombre.
La teoría de la selección natural señala que, a través de cambios evolutivos azarosos, algunos seres vivos se adaptaron mejor al medio ambiente y sobrevivieron más que otros. Por ejemplo, los animales de piel más gruesa se adaptaron mejor en las zonas en las que hacía mucho frío y, al poseer una tasa de supervivencia o reproducción más alta, se incrementó la población con ese rasgo.
En 1935, el científico austríaco Konrad Lorenz identificó en gansos recién nacidos un fenómeno que denominó “imprinting” y que consiste en que algunas especies de animales establecen una forma de apego con el primer ser vivo con el que se cruzan luego de nacer. Así es como los gansos siguieron al propio Lorenz como si se tratara de su madre. Este mecanismo es una adaptación y, por tanto, no resulta producto del aprendizaje. En condiciones normales, fue seleccionado para aprender a reconocer a los miembros de la propia especie. Entre las adaptaciones características de los seres humanos que no son aprendidas, es decir, entre los módulos o programas que resultaron adaptativos, cabe destacar el dolor, el miedo a las serpientes y a las arañas, el lenguaje, los dispositivos de orientación espacial, la preferencia por las grasas y por los dulces, que brindan energía, el sentido de los números, la detección de predadores y de tramposos, entre muchas otras (Balachandran, 2011). El cerebro evolucionó en un medio muy distinto al actual, y esto explica por qué no aprendemos a temer a las serpientes pero debemos aprender a desconfiar de los automóviles al cruzar la calle.
Steven Pinker sostiene en La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana, un libro muy recomendable y accesible para profundizar en este tema, que el cerebro está programado para aprender espontáneamente el lenguaje. Esta capacidad para aprender el lenguaje sería un ejemplo de adaptación. No ocurre lo mismo con la lectura, ya que si bien todas las comunidades humanas tienen lenguaje, muchas carecen de un sistema de lectura y escritura. La nariz como lugar donde apoyar los anteojos es evidentemente un subproducto, es decir, no se trata de una adaptación que evolucionó con la función de sostener un instrumento óptico para ver a distancia. Pinker consigna que Leibniz y Hobbes se adelantaron a su tiempo al reconocer que la inteligencia es una forma de procesar la información. En muchos sentidos –aunque no completamente– se parecería a un software, ya que el cerebro se vale de mecanismos complejos para dar sentido a la percepción. Los modeladores cognitivos estarían presentes en desafíos rutinarios como caminar entre los muebles, comprender una frase, recordar un hecho o adivinar las intenciones de alguien, todas operaciones complejas que nos parecen sencillas sólo porque las llevamos a cabo cotidianamente. Reglas como que “una frase debe contener un sujeto y un predicado” y “el sujeto de comer es el que come” podrían explicar la creatividad sin límites del ser humano. Las gramáticas de las aproximadamente seis mil lenguas diversas que existen difieren mucho menos que el habla. Chomsky propuso algunas gramáticas universales con reglas como que el verbo precede al objeto (“beber vino”) y la preposición al grupo nominal (“de la botella”). En lengua japonesa no es exactamente así, pero hay verbos, objetos y preposiciones. Esta circuitería neuronal podría explicar cómo es que los niños aprenden una lengua tan fácilmente y sin necesidad de instrucción. El sonido que emite la madre no es simplemente un ruido que hay que copiar, sino algo que se incorporaría a un sistema gramatical coherente.
Como dijimos en párrafos anteriores, es objeto de debate si ciertas conductas son adaptaciones o subproductos de la evolución. Por ejemplo, la música podría ser un subproducto del lenguaje o una adaptación, puesto que muchas especies de pájaros como el ruiseñor del norte cantan para atraer a las hembras y para establecer dominio sobre territorios en los que abunda la comida o donde es posible establecer un nido. Además de cantar, el pájaro carpintero construye un nido con adornos en la entrada; la hembra elige el que más le gusta, se aparea, y cría a la prole sola y lejos de allí.
El cortejo entre dos pájaros suele durar mucho más que la cópula, y a menudo las hembras eligen a los machos que desarrollan los cantos y los bailes más complejos. También los grillos llaman a la hembra mediante sonidos. Las aves de caza la seducen percutiendo un árbol hueco, una manera en la que también informan a los demás machos que tienen poder sobre un territorio. (Mayntz, 7/09/2018; Mayntz, 26/10/2018).
Mencionamos más arriba la adaptación de los celos. Entre 1920 y 1930, la antropóloga Margaret Mead decía haber descubierto culturas sin celos, con amor libre, sin asesinato ni violación (1990). Se creía que los celos eran culturales, una expresión más del egoísmo capitalista. Investigaciones posteriores mostraron que era falso, que los habitantes de Samoa eran competitivos y muy celosos (Freeman, 1983), y que las tasas de asesinato eran altas. Los celos son una emoción compleja y universal, y la principal causa de homicidio en muchas culturas (Buss, 2013). Incluyen el miedo al abandono y la humillación y no se limitan a las relaciones románticas. Lejos de estar al servicio de la supervivencia (pueden ser violentos e impulsar crímenes), parecerían estar al servicio de algunos problemas que genera el apareamiento. Son comunes a hombres y mujeres, pero presentan en promedio particularidades diversas, puesto que hombres y mujeres enfrentaron distintos desafíos en la historia de la evolución. De acuerdo a la evidencia disponible, en promedio los celos masculinos se pronuncian más imaginando que la mujer tuvo una relación sexual con otro hombre, lo que en términos adaptativos habría incrementado la certeza de paternidad, y los celos de la mujer en promedio se incrementan imaginando que él ama a otra mujer, lo que habría favorecido el compromiso económico y de protección por parte de los varones (Kuhle, 2011).
Las características que resultan atractivas para hombres y mujeres en el apareamiento, ¿son adaptativas? Por un lado podrían haber sido adaptativos rasgos comunes que prefieren tanto hombres como mujeres: la inteligencia, la amabilidad, la simpatía. Pero también hay características que privilegia más un sexo que otro en las diversas culturas estudiadas: es más frecuente que los varones consideren como prioridad para parejas a largo plazo la juventud y la belleza física, y que las mujeres reparen más en el estatus y en los recursos económicos. La belleza asociada a la juventud puede estar vinculada con el pico de la edad reproductiva, y el estatus y los recursos con la posibilidad de supervivencia de la cría.
En principio, la mayoría de los constructivistas sociales sostienen que los seres humanos son producto de la evolución de las especies. Pero en la práctica, exhiben un dualismo por el cual se niegan a aplicar la lógica de la selección natural a la mente. Del cuello para arriba, todo parece cambiar, como si se tratara del órgano de un alienígena.
Algunos antropólogos imaginaron culturas sin ira, pero la ira es una emoción universal, y emociones básicas como el enojo resultan estrategias biológicamente adaptativas. Es posible que todos estemos equipados con un programa que se pone en funcionamiento cuando creemos que se amenazan nuestros intereses o nuestra dignidad. Hay unos 300 universales identificados en todas las culturas. Por ejemplo, las armas, el mayor interés de las mujeres por las personas, el mayor interés de los varones por las cuestiones técnicas, las distorsiones cognitivas, un mayor deseo sexual masculino (Brown, 2004; Lippa, 1998). Hay innumerables evidencias de que todos los aspectos de nuestra vida mental dependen enteramente de sucesos fisiológicos.