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Por qué la psicología evolucionista no es una pseudociencia
ОглавлениеEl feminismo hegemónico rechaza, ignora o sencillamente convierte en objeto de burla la teoría de la selección sexual de Darwin. En el libro Que la ciencia te acompañe: A luchar por tus derechos, de la feminista y comunicóloga Agostina Mileo, se hace referencia despectivamente a esta teoría como “un cuentito”. Estos desarrollos de Darwin son un lejano antecedente de las investigaciones sobre diferencias sexuales de la psicología evolucionista, que es un programa de investigación que genera hipótesis testeables sobre temas variados. Considera que la mente humana responde a una arquitectura heredada del proceso evolutivo. Entiende que nuestros circuitos neuronales fueron diseñados por la selección natural para resolver problemas a los que nuestros ancestros se enfrentaron durante la historia evolutiva. Como hemos visto, estudia qué rasgos de la conducta humana son adaptaciones que ayudaron a la especie a sobrevivir y a reproducirse. Diferentes circuitos neurales están especializados en resolver distintos problemas adaptativos. Por ejemplo, tal como veremos, los celos, presentes en todas las culturas, son una adaptación asociada en parte a la incerteza de paternidad en los varones y a la incerteza de recursos para los hijos en la mujer, tal como reflejarían los estudios interculturales sobre las diferencias entre hombres y mujeres vinculadas con los celos (Buss, 2016). La psicología evolucionista se pregunta si una conducta tuvo una función adaptativa o si es un subproducto de la evolución. Esto no significa que toda conducta humana sea el resultado de una adaptación, sino que un conjunto de rasgos humanos importantes son adaptativos.
Para la psicología evolucionista, la conciencia es solo la punta del iceberg: la mayoría de lo que ocurre en nuestra mente permanece oculto para nosotros, pero no se trata de la tesis psicoanalítica que plantea al inconsciente como lo reprimido y el retorno de lo reprimido. Ese postulado psicoanalítico no cuenta con evidencia científica (Primero, 2005).
En los últimos veinte o treinta años, la psicología evolucionista brindó una teoría unificada para comprender la mente humana. Sólo esta disciplina ofrece una teoría consistente sobre la maternidad, la sexualidad, la paternidad, la agresión y muchos otros fenómenos. Predice, por ejemplo, que un estatus elevado incrementa las oportunidades de apareamiento. No es cierto, como aducen algunos de sus críticos, que sus hipótesis sean infalsables. Testea sus hipótesis mediante experimentos, estudios arqueológicos y genética molecular, entre otros. Se falsaron hipótesis evolucionistas tales como que la homosexualidad evolucionó para el cuidado de los parientes (kin selection hypothesis) y la que sugiere que evolucionó una preferencia masculina por la virginidad. Como señaló Karl Popper, el conocimiento también avanza refutando hipótesis sin evidencia, y esto abre la puerta al estudio de nuevos patrones explicativos.
Lamentablemente, no hay casi nada escrito en español sobre esta disciplina, aunque poco a poco comienza a publicarse material como el que comenta y traduce el psiquiatra español Pablo Malo en su blog Evolución y Neurociencias, o el que comparte en las redes el mexicano Amauri Tadeo Martínez. Muchas personas, incluso algunos intelectuales escépticos rigurosos cuando se trata de advertir que la astrología o la homeopatía no cuentan con evidencia científica en su favor, consideran sin fundamentos que la psicología evolucionista no es una disciplina seria, y lo hacen básicamente influidos por lo expresado por el filósofo Mario Bunge cuando la psicología evolucionista recién estaba en sus comienzos, en la década del noventa del siglo XX. Años más tarde, Bunge reconoció en su libro Mente y materia que hay autores de psicología evolucionista que cumplen con requisitos del métodos científico, y mencionó como ejemplo a la psicología evolucionista del desarrollo.
Es sorprendente el desconocimiento que muestran los críticos de la psicología evolucionista cuando hablan de ella. Muchos sólo formulan críticas, sin citar estudios o ignorando los que han sido realizados en decenas de países (por ejemplo, Buss, 1989; Buunk y otros, 1996; Schmitt, 2003; Schmitt y otros, 2007; Schmitt y otros, 2008; Stone y otros, 2007). En la mayoría de los casos se advierte que se han formado una opinión meramente fundada en una figura de autoridad, y no se han tomado el trabajo de examinar por sí mismos más de una decena de artículos académicos.
Se suele acusar a la psicología evolucionista de ser demasiado especulativa, pero en las revistas académicas de la disciplina no se suelen publicar artículos meramente especulativos. Al igual que con otras áreas de la psicología experimental, se plantea una hipótesis, luego se diseñan experimentos para testearlas, y se trabaja en conjunción con otras disciplinas científicas como la antropología, las neurociencias o la psicología experimental. Se observa si una conducta como, por ejemplo, los celos, existe en todas las culturas y a través de las especies, y si en las comunidades estudiadas existen las mismas diferencias entre los celos de hombres y mujeres (Buunk y otros, 1996). En el ranking de replicabilidad de los estudios de psicología, que es una evaluación de la capacidad que tienen las investigaciones de arrojar el mismo resultado cuando se repiten los experimentos, dos de las revistas de psicología evolucionista figuran entre los 20 primeros lugares (Replicability Rankings of 120 Psychology Journals, 2020).
Otra crítica frecuente es la que sugiere que es absurdo hablar de rasgos psicológicos originados hace 6 millones de años. Pero si esto fuera así, también habría que negar en su conjunto a la biología evolutiva moderna. “Quienes formulan esta crítica sostienen erróneamente que la psicología evolucionista es infalsable pero luego no tienen problemas en hablar del patriarcado o de la masculinidad tóxica”, señala la psicóloga Diana Fleischman, destacando que estos dos últimos conceptos no suelen estar basados en hipótesis falsables (Fleischman, 2019). En su artículo “In defense of evolutionary psychology” (“En defensa de la psicología evolucionista”), Nathan Nguyen señala que quien formula esa crítica estaría de acuerdo en que al menos algunas características de los humanos son adaptaciones, como el hecho de que nuestros riñones filtran desechos de nuestra sangre o que nuestros pulmones absorben oxígeno del aire o que nuestra piel nos protege de los patógenos. Se pregunta por qué tendríamos que detenernos allí. “Si la selección natural construyera con precisión la estructura de nuestros riñones, de los pulmones y la piel, ¿por qué no actuaría sobre el órgano más importante de nuestro cuerpo, el cerebro? En resumen, cualquier crítico de la psicología evolucionista tendrá que explicar qué tiene el cerebro que lo hizo inmune a las presiones selectivas de nuestros ambientes ancestrales, y esa es una tarea difícil”.
“Parece adaptativo que los seres humanos cuiden a sus parientes, busquen comida y sientan dolor. ¿O debemos creer que estas disposiciones son únicamente los productos de nuestra socialización, como las tendencias de la moda?”, escribe Nguyen. ¿Cómo podría el constructivista social explicar las conductas que surgen muy temprano en el desarrollo y que son evidentes en todas las culturas y especies? “Agitar simplemente las manos y decir: ‘La sociedad lo hizo’ no cuenta como una explicación satisfactoria”, agrega.
Otra objeción común a la psicología evolucionista es la que sostiene que si hombres y mujeres tienen rasgos diferentes irreductibles a la exclusiva influencia cultural, eso legitimaría desigualdades de todo tipo. Ya hicimos referencia a este tema en el prólogo y lo ampliaremos in extenso en el capítulo siguiente, pero por ahora destacamos que nada del universo de lo existente prescribe conductas en el mundo de los valores y en el ámbito jurídico. Caso contrario, se comete la falacia naturalista, que consiste en sostener que dado que las cosas son de cierta manera, deben necesariamente ser así. Por ejemplo, si se señala que los hombres tienen disposición a tener más parejas sexuales, eso no significa que estén predeterminados por la biología a ser infieles en parejas que pactan exclusividad sexual, dado que la evolución nos dotó también de un sentido moral. Durante la mayor parte de la historia humana, vivimos con niveles de subsistencia, al borde del hambre, escribe Nguyen. Pero esto no motiva a ningún psicólogo evolucionista a pedir el fin de la agricultura. Los ejemplos se pueden multiplicar indefinidamente.
Otra objeción que recibe la psicología evolucionista desde grupos feministas es que “forma parte de la institución de la heterosexualidad”. Con este argumento nuevamente se acusa a una disciplina que describe nuestros procesos mentales en términos de su papel en la promoción de la aptitud reproductiva, de apoyar normativamente determinadas conductas. También se objeta que “pretenda explicar todos los fenómenos culturales y sociales”. Eso tampoco es cierto: sólo se concentra en las adaptaciones que se derivan de los desafíos reproductivos en nuestro entorno ancestral. Nguyen termina diciendo: “La psicología evolucionista está en pleno auge y explica fenómenos tan diversos como la formación de coaliciones, la búsqueda de estatus, las preferencias de pareja, el cuidado de los padres y la prevención de enfermedades”. No hay duda de que se pueden hacer críticas legítimas sobre muchos de los métodos empleados por los psicólogos evolucionistas, termina, pero nadie leyendo críticas como las mencionadas las encontrará.
La posibilidad de testear las hipótesis evolucionistas es mayor que en otras disciplinas, ya que se supone que son universales y están presentes en todas las sociedades humanas, a lo largo del tiempo, y en muchos casos están presentes en diversas especies. Así que los datos que pueden ser encontrados son potencialmente infinitos (Saad, 2018). Muchas personas altamente motivadas trataron de falsar las teorías de Darwin y fallaron, justamente porque hay gran cantidad de evidencia en favor de ellas. Veamos algunos de estos rasgos universales.