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¿Pudo el patriarcado haber surgido porque las mujeres prefirieron hombres con recursos?

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El psicólogo evolucionista David Buss sugirió que el patriarcado nació de la preferencia que en todo el mundo las mujeres tienen por los hombres que poseen recursos y por los que desarrollan estrategias competitivas. Desde esta perspectiva, las mujeres no son sujetos pasivos en la creación de poder y riqueza. En líneas generales, los hombres que fallaron al adquirir recursos y estatus fueron más proclives a fallar en la atracción de sus parejas (Buss y Duntley, 1999). Los varones modernos heredaron de sus ancestros mecanismos psicológicos que no sólo priorizan la adquisición de recursos, sino también el hábito de asumir riesgos para lograrlos. Este esquema se mantiene, señala Buss, ya que las mujeres que ganan más que sus maridos tienen el doble de posibilidades de divorciarse que las que están en pareja con los que ganan más. En el artículo, Buss y Duntley discuten con Anne Campbell, otra psicóloga evolucionista, que señala que de alguna manera los varones usurparon el control a las mujeres, ya que en todas las culturas el dominio de las relaciones económicas y los puestos de poder estuvieron mayoritariamente ocupados por varones.

Buss y Duntley presentan dos objeciones: (1) señalan que esto contradice la propia teoría de Campbell, que postula que las mujeres también desarrollaron estrategias agresivas y competitivas, y (2) ignora el rol activo que ejercieron las mujeres en el control masculino de los recursos.

“Si quieren librarse de lo que denominan patriarcado, las mujeres deben empezar por elegir hombres que no tengan estatus ni recursos”, dice la antropóloga evolucionista Belinda Brown, del University College de Londres. Muchas mujeres aspiran a pocos hombres, se exacerba la competencia por pocos cargos, recursos y hombres, y se multiplica la insatisfacción.

En su libro Is There Anything Good About Men? How Cultures Flourish by Exploiting Men (“¿Acaso hay algo bueno que se pueda decir sobre los hombres? Cómo las culturas florecen explotando a los hombres”, el psicólogo Roy Baumeister escribe que los hombres no compitieron con las mujeres, sino con grupos de hombres de otras tribus. Con los de su propia comunidad compitieron por las mujeres, primero con la fuerza física, y luego creando sistemas, productos e ideas que generaron progreso. En contraste, continúa, la esfera de las mujeres no generó progreso, permaneció bastante igual a lo largo de los siglos, con amor, cuidado, quehaceres domésticos, intimidad. No es que no haya habido mujeres destacadas en la ciencia y en el arte, y no es que ellas estén menos capacitadas para estas actividades. Baumeister señala que el dominio específicamente femenino no ha residido en competir con otros para lograr mejores sistemas, productos o ideas, lo que con frecuencia genera mayor estatus, recursos y acceso a más mujeres en el caso de los hombres.

A poco de vincular a las mujeres con estereotipos, la temperatura emocional de algún lector o de alguna lectora tal vez se eleve. Convendría que esto no ocurra, por un lado porque cualquiera sea la verdad, no es sexista. No pertenece al orden del deber ser. Por el otro, porque los estereotipos femeninos no son necesariamente negativos y porque lo que Baumeister quiere decir es que sin estar menos capacitadas para hacerlo, ellas no han competido en la esfera de las producciones culturales y políticas porque han respondido a presiones evolutivas distintas. Han sido el sexo un poco más selectivo y esto hizo que los hombres debieran competir por acceder a ellas. Esto tampoco marca un destino futuro para la mujer, pero permite saber que la idea de una confabulación de hombres para competir y perjudicar a la mujer es cuestionable, y que quienes mayormente han competido y compiten son los varones.

El patriarcado no existe más

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