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CORRELACIONES EVIDENTES DESESTIMADAS POR LA CIENCIA

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Los problemas cardíacos constituyen una amenaza real, independientemente del sexo o la raza de la persona. Las enfermedades del corazón se desarrollan a lo largo de toda la vida, como sabemos desde hace mucho tiempo. Casi un 80 % de los jóvenes soldados norteamericanos caídos en la guerra de Corea padecían arteriosclerosis, lo que permite aventurar que en breve se les podría haber presentado alguna afección cardíaca.

Las investigaciones más recientes muestran lo peligrosos que son los depósitos arterioscleróticos que, aunque no sean demasiado grandes, hacen que los vasos coronarios se estrechen y se reduzcan hasta la mitad de su tamaño. Sin embargo, la historia que comento a continuación deja patente lo lentos y costosos que re-sultan los conocimientos científicos cuando no se corresponden con intereses económicos: en 1946, un médico californiano llama-do Lester Morrison constató que una reducción moderada del consumo de grasa y carne de animales podía elevar considerablemente las cuotas de supervivencia de los pacientes afectados por infartos cardíacos. En 1948 comenzó el «Estudio Framingham» en una pequeña ciudad en los alrededores de Boston, Massachussets. Hoy en día, ya en su cuarta generación, mantiene su validez con más de 15.000 participantes y más de 1.000 publicaciones científicas a las que debemos buena parte de nuestros conocimientos acerca de enfermedades cardiovasculares. Gracias al estudio sabemos mucho sobre los factores de riesgo, como pueden ser un elevado nivel de colesterol y una tensión sanguínea alta, el tabaquismo, el sobrepeso y la falta de ejercicio físico. Por aquel entonces casi no se tenía en cuenta la alimentación. Unos diez años después, en 1956, los investigadores Lyon, Yankley y Gofman comprobaron que los pacientes con avanzados problemas de corazón mostraban unos índices de mortalidad cuatro veces más bajos si se sometían a una dieta pobre en grasas y colesterol. Estos estudios hicieron que ambos, el colesterol y la grasa, cayeran bajo sospecha y se comenzara a hablar de ellos. Hoy en día sabemos que son la expresión de una dieta basada predominantemente en proteína animal. El organismo intenta impermeabilizar las microfisuras vasculares, provocadas por el estrés y la hipertensión, y reforzadas por la carencia de vitamina C, con ayuda de proteína y colesterol. A eso hay que añadir, además, la cal, por lo que el fenómeno ha recibido el nombre de calcificaciones arteriales.

Si comparamos los índices de mortalidad de las enfermedades cardíacas coronarias en diversos países, descubriremos que se elevan más cuanto mayor es la cantidad de productos animales que aparecen en su alimentación. La lista está encabezada por los estadounidenses, con más de 700 muertes por cada 100.000 habitantes; en Alemania se cuentan menos de la mitad, unos 300; Austria y Suiza se encuentran justo debajo; Japón, con un consumo bastante reducido de carne, arroja un total de 100 casos; en Papúa-Nueva Guinea la cantidad es muchísimo más baja, como atestiguan diversos estudios. Los habitantes las tierras altas de Papúa consumen muy pocas cantidades de proteína animal y grasas, y en contraposición ingieren buah merah, un aceite extraído de un tipo de pandanáceas (Pandanus conoideus) que en toda Indonesia es considerado como «remedio milagroso», incluso para tratar enfermedades hepáticas o cancerosas. Hace ya algunos años, durante un viaje a Bali, este producto me llamó mucho la atención por su coloración extremadamente roja: me decidí a probarlo y desde entonces lo he recomendado con buenos resultados a diversos pacientes. El problema es que la Unión Europea está cerrada a todos los remedios que procedan de «fuera de Europa», lo que obliga a conseguirlos por vías indirectas.9

Alimentación vegana

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