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PIONEROS VALIENTES

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En la ciudad estadounidense de Cleveland, Ohio, un animoso médico e investigador dio un gran paso adelante. El doctor Caldwell B. Esselstyn, tras once años de actividad quirúrgica, afirmó que había perdido toda la ilusión en lo relativo a los modernos tratamientos de las afecciones cardiovasculares y del cáncer. Pensaba que muchas personas no padecen realmente enfermedades cardiovasculares, sino afecciones claramente relacionadas con el tipo de alimentación.

En un estudio propio, iniciado en 1985, utilizó dietas pobres en grasas y ricas en vegetales y alimentos integrales: sus resultados fueron espectaculares (solo se utilizaron fármacos químicos para provocar un mínimo descenso del colesterol). Los pacientes tuvieron que renunciar a la ingesta de carne, pescado, aceites y productos lácteos, exceptuando la leche desnatada y los yogures bajos en grasa. Al cabo de cinco años prescindió por completo de los últimos productos lácteos. La motivación de sus 18 pacientes estaba seguramente más respaldada por el miedo que por la esperanza, pues en los ocho años anteriores al estudio ya habían padecido severos problemas cardíacos, como infartos, angina de pecho e incluso algún ataque de apoplejía, y habían sido sometidos a operaciones quirúrgicas. Al comenzar el estudio, el nivel medio de colesterol estaba situado en 246 mg/dl, y durante la investigación bajó hasta los 132 mg/dl, muy por debajo de las directrices de la medicina convencional, que lo sitúan en 150 o incluso 200 mg/dl.

Pero lo más decisivo fue que durante los once años de control, un solo paciente, que se apartó de la dieta durante dos años, volvió a padecer una angina de pecho (en los ocho años anteriores había tenido un total de 49 problemas cardíacos). Ese paciente tornó a la dieta e inmediatamente después fue perdiendo de vista todas sus afecciones cardiovasculares.

Esselstyn pudo demostrar que las enfermedades no solo se pueden detener a edades avanzadas, sino que pueden llegar a remitir en el 70 % de los casos si se practica una alimentación vegana. Los pacientes que aceptaron ser sometidos a una angiografía (es decir, una representación en rayos X de sus vasos sanguíneos) pudieron comprobar en unas impresionantes imágenes que sus vasos obstruidos habían vuelto a despejarse.

Durante los dos primeros años, cinco de los pacientes se retiraron del grupo, que originalmente estaba compuesto por 23 personas, y regresaron a su alimentación normal de tipo norteamericano. Hasta el año 1995 estas cinco personas sufrieron un total de diez problemas cardíacos graves; en cambio no hubo ningún contratiempo entre los que se mantuvieron fieles al grupo y siguieron de forma perseverante todas las pautas fijadas por Esselstyn.10 El resultado del estudio fue un rotundo éxito en la historia de la medicina occidental en su combate contra las enfermedades cardíacas. El doctor Esselstyn merece todo nuestro reconocimiento y gratitud, pues sus investigaciones, además de pioneras en su campo, han conseguido salvar más vidas humanas que otras realizadas por científicos que han logrado avances mínimos pero, en cambio, han sido exageradamente publicitados. Así, el reconocimiento real que Esselstyn debería haber obtenido casi no se vio, porque su investigación no provenía del círculo admitido por la comunidad científica. La última persona que obtuvo un premio Nobel en la rama científica sin que sus publicaciones se hubieran generado en el seno de una universidad fue Albert Einstein.

Otro pionero fue el doctor Dean Ornish, quien, en 1990, realizó un estudio con 28 pacientes a los que les hizo cambiar de estilo de vida al mismo tiempo que trataba a otros 20 pacientes con un programa típico de medicina convencional. Los 28 primeros fueron alimentados con una dieta vegetariana en la que tan solo el 10 % de las calorías procedía de grasas. Podían comer tanto como desearan siempre que se tratara de fruta, verdura y cereales. Los productos animales estaban prohibidos, con la excepción de una clara de huevo y una taza de leche desnatada al día. Además, estaban obligados a hacer ejercicio físico tres horas a la semana y a practicar durante una hora diaria distintos métodos de control del estrés. Igualmente, asistían a charlas dos veces por semana.

En el primer año del estudio, la vitalidad de los pacientes aumentó significativamente al tiempo que disminuían las dolencias cardíacas. Los niveles de colesterol pasaron de 227 a 172 mg/dl y el colesterol LDL, supuestamente «peligroso», de 152 a 95 mg/dl. Las condiciones cardíacas eran más favorables cuanto más estricto era el paciente en el respeto de las recomendaciones. El 82 % experimentó una mejoría considerable en sus problemas vasculares, y solo en el transcurso de un año.

En los 20 pacientes del grupo de control, sometidos a una terapia normal en la medicina convencional, se observó, como se preveía, que se agravaban los dolores en el pecho, así como la frecuencia y la gravedad de los ataques. Expresado en cifras: mientras que el grupo de estudio experimentó un retroceso en la frecuencia de sus dolencias de un 91 %, en el grupo de control aumentó hasta el 165 %. En lugar de disminuir, en el grupo de control se mantuvieron los bloqueos arteriales. La comisión ética que tenía a su cargo la supervisión del estudio debería, en aras de la justicia, haber prohibido el tratamiento convencional, lo mismo que se tendría que hacer con el que siguen millones de personas en todo el mundo. Por desgracia, esas comisiones de ética solo tienen, hasta la fecha, el objetivo de apoyar el statu quo de la medicina convencional y no el de los pacientes.

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