Читать книгу La túnica inconsutil - Santiago Arellano Hernández - Страница 18
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Sumo y eterno Sacerdote
Al despuntar el día,
salí de noche
en busca de la lana
de los vellones.
Cual nueva moabita
entre las brañas
cogía, de una en una,
hebras rizadas.
Las lavaría,
con el hopo en mis manos
las hilaría,
y en el telar temprano
la tejería,
y de rojo sangre
las teñiría.
He de hacer una túnica
que al mundo asombre.
Tersa, pulida y limpia,
dalmática de amores.
En la noche sagrada
del jueves santo
habrá misa mayor
y misacantano.
Y al subir al altar,
en el cenáculo,
la túnica inconsútil
presenciará el milagro.
Los corderillos tiernos
en sus balidos
anunciaban a coro
su sacrificio.
Pero su lana,
en su esplendor de nieve,
me recordaba
el sudario de mi hijo.
Su santa sábana,
bien lo sabía,
pues la obediencia al Padre
nos exigía
que en prueba de amor
diera su vida.
Túnica inconsútil
del sacramento
y enseña de dolor
en el tormento.
Túnica sagrada
arca de Cristo
líbrame del pecado
en su cobijo.