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I. ALTHUSIUS, UN PRECURSOR DEL FEDERALISMO

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A principios del siglo XVII, un jurista germánico y calvinista llamado Althusius (1557–1638), rector del Escuela Jurídica de Herborn desde 1602, escribió la obra “Política methodice digesta” que le hará célebre hasta convertirle, hoy en día, en uno de los primeros precursores de la “doctrina” federalista. Hombre de decisión y de acción, se propone poner en práctica sus ideas en el seno del Síndico de la ciudad portuaria de Emden, en Frisia oriental, para luchar contra la autoridad del conde soberano Enno. Permanecerá en ese cargo hasta el día de su muerte. Althusius fue un hombre de su tiempo, que defendió la tradición comunalista y los cuerpos intermedios, muy numerosos en su época (familias, corporaciones, ligas, gremios, ciudades, provincias...).

Considerando que, para ser solidario, es necesario ser libre y autónomo, Althusius es un gran defensor de las comunidades en las que sus miembros respetan las leyes a través del “pacto jurado”. Para él, “la política es la ciencia que consiste en unir a los hombres entre ellos para mejor integrarlos en la vida social, de forma que la comunidad permanezca mejor y más fuertemente conservada entre los asociados”13. A esto lo denominará “simbiótica”14. Como Aristóteles, Althusius considera que la sociedad humana no está formada por individuos sino por comunidades que se articulan alrededor de un cierto principio de armonía. Estas comunidades orgánicas son, como cada ciudadano, sujetos de derecho, y gozan de las mismas libertades. Para subsistir, prosperar, realizarse y proyectarse, los hombres se asocian voluntariamente con el fin de paliar los deseos que, solos, nunca hubieran podido satisfacer. Si la asociación se reconoce entonces insuficiente, más asociaciones se pueden reunir y se prestan a formar un “ius foederis” (una confederación) para el bien común. Esta alianza no tiene necesariamente en cuenta necesariamente la proximidad geográfica. Dos comunidades alejadas una de otra pueden encontrar intereses e ideales comunes.

Hay que recordar que en aquella época Alemania era un mosaico de pequeños estados, de ciudades libres y de minúsculos reinos (unos 350). El Estado no debía intervenir en el interior de estas comunidades; sino que se debía ocupar de asuntos que se delegaban en su competencia, es decir la paz, la defensa, la policía y la moneda. El principio de subsidiariedad era un instrumento jurídico y un freno a las potenciales derivas totalitarias. Su pertenencia al Síndico de Emden, permitió a Althusius concretar socialmente este principio que había quedado como algo puramente filosófico en Aristóteles y Tomás de Aquino. Este pensamiento se iba a perpetuar de nuevo en la época contemporánea de la mano de Proudhon.

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